Un feminismo para transformar
- Vilma Espín / ABP Ecuador
- 3 abr 2018
- 4 Min. de lectura
Después del 8 de marzo, a dónde regresar la mirada?
El mes anterior se conmemoró el día internacional de la mujer, a su origen se le atribuye una serie de hechos históricos sucedidos en marzo, entre los cuales destacamos:
En 1857 las obreras textiles de la Cotton Textil Factory en New York deciden ir a huelga con demandas específicas, reducción de la jornada laboral, mejores salarios y mayores condiciones higiénicas, como resultado, fueron reprimidas brutalmente por la policía.

Tras estos sucesos, el 8 de marzo de 1910 Clara Zetkinen en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague, propuso la necesidad de establecer un día internacional de acción a favor de los derechos de las mujeres trabajadoras, moción que fue aprobada en conjunto con otros puntos de acción como:
La lucha por el sufragio femenino
La lucha contra la amenaza de guerra
La lucha por el cuidado de la madre y del niño
La lucha contra la subida de los precios [1]
Posteriormente en 1917 en San Petersburgo las obreras rusas y amas de casa protestaban con sus cacerolas vacías, “pan y paz” era la consigna, ya que la gran mayoría había perdido a sus esposos en la guerra, los obreros y los soldados en solidaridad se unieron a la protesta en contra del zar, lo que dio inicio a la revolución obrera.
Es por eso que el 8 de marzo nació como una reivindicación de la mujer obrera, trabajadora, para conseguir la paz y a condiciones laborales que garanticen una vida digna, lamentablemente hasta hoy las mujeres nos encontramos con grandes brechas debido principalmente a las complejas y desiguales condiciones de los mercados laborales “A escala mundial, la probabilidad de que las mujeres participen en el mercado laboral sigue siendo casi 27 puntos porcentuales menor que la de los hombres”[2] y en América Latina, al tercer trimestre del 2016, la tasa de desempleo femenino alcanzó el 9,8%, mientras que el de los hombres fue 7,1%, según la Organización Mundial del Trabajo (OIT).[3]
La situación en Ecuador no es alentadora, las mujeres sufren de mayores niveles de desempleo y subempleo. Así, el desempleo femenino en diciembre de 2013 se ubicó en 5%, un punto más que el nacional y 2 puntos más que el desempleo masculino. El subempleo femenino fue de 59%, 7 puntos porcentuales más que el subempleo nacional y 10 puntos más que el subempleo masculino, a pesar de los avances respecto a la mediana de ingresos, hasta el 2012 el ingreso femenino fue 9% menos al ingreso masculino, por lo tanto es necesario que el feminismo reconozca las condiciones materiales y económicas concretas que atraviesan las mujeres, para poder visibilizar un horizonte claro sobre el cual se va a tomar posición y para esto es imperante volver la mirada al campo donde las condiciones de las mujeres se recrudecen aún más, según la ONU la agricultura sigue siendo el sector de empleo más importante de las mujeres que viven en países en desarrollo y zonas rurales, y menos del 13% de las personas que poseen tierras agrícolas son mujeres y más de la mitad de todas las mujeres rurales pobres no tienen las competencias de alfabetización básicas[4]
En Ecuador 6 de cada 10 mujeres rurales de 15 años y más se dedican a la agricultura; sin embargo, por cada 10 UPA, menos de 3 son producidas o gerenciadas por mujeres, por cada 10 hectáreas, apenas una y media es producida o gerenciada por una mujer y, por cada 10 trabajadores, apenas 2 son mujeres[5],
Como dice Carmen Magdaleno hablar de capitalismo es hablar de trabajo no remunerado el cual en Ecuador representa al menos el 15,41% del PIB, 6,12 puntos más de lo que representa la industria de extracción petrolera según los primeros resultados de la Cuenta Satélite de Trabajo No
Remunerado publicado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), del 15,41%, las mujeres tienen una participación del 12,01% frente al 3,40% de los hombres. “La plusvalía obtenida aquí es total y a pesar de no producir directamente se convierte en el trabajo más productivo del capitalismo porque sin él es imposible ningún modo de producción.”[6]
En el ámbito nacional, las mujeres destinan un promedio de 46:15 horas a la semana al trabajo remunerado (5:20 horas menos que los hombres); empero, las mujeres que viven en zonas rurales superan este promedio con poco más de una hora a la semana. Igualmente, si se considera la condición étnica, resulta alarmante que las mujeres indígenas superen el promedio semanal con casi 10 horas más, esto equivale a 50:50 horas, aproximadamente.
En este sentido se nos presenta como reto, generar desde lo popular un mecanismo que permita la democratización del acceso a la tierra, pero también una democratización de los espacios de poder en las comunidades rurales y en el país en general, necesitamos más mujeres liderando las juntas parroquiales, juntas de agua, concejalías, cabildos, alcaldías, etc., en este sentido la educación y formación es fundamental para garantizar el acceso al conocimiento, y potencializar capacidades, así también es necesario generar conciencia para que los hombres también asuman sus responsabilidades en los trabajos de cuidado, para que el uso del tiempo de hombres y mujeres pueda ser más equitativo y así las mujeres puedan ejercer sus derechos de participación, es importante construir un reconocimiento real del trabajo no remunerado pero lo más importante es que la sociedad entienda y dimensione su verdadero valor.
[1]https://old.laizquierdasocialista.org/node/3610
[2]http://www.unesco.org/library/PDF/wcms_457094.pdf
[3]http://www.elcomercio.com/actualidad/avances-barreraslaborales-mujer.html
[4]http://www.unwomen.org/es/digital-library/multimedia/2018/2/infographic-rural-women
[5]http://www.landcoalition.org/sites/default/files/documents/resources/mujeres_rurales_en_ecuador.pdf
[6]https://apuntesdeclase.lamarea.com/opinion/la-huelga-feminista-es-la-huelga-de-todas-las-trabajadoras/
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