Españoles, a sus casas, eviten las urnas.
Así como alguna vez don Ortega y Gasset, nos condujo a la argentinidad toda a que nos vayamos por las “cosas”, es tiempo, que ante la convocatoria electoral, los españolas, desistan de las mismas, y puedan ejercer un verdadero protagonismo democrático, desistiendo, tal como están planteadas, así las reglas de juego de lo electoral, que no le depararán más que la continuidad del desahucio, material y espiritual, al que vienen siendo sometidos, de un tiempo a esta parte.
“Es increíble como un pueblo, en cuanto está sometido, cae tan repentinamente en un profundo olvido de la libertad, tanto que no puede despertarse para recuperarla, sometiéndose tan fácil y voluntariamente, que se diría al verlo que no ha perdido su libertad, sino ganado su servidumbre. Es verdad que al comienzo se somete obligado y vencido por la fuerza; pero los que vienen después sirven sin disgusto y hacen voluntariamente lo que los anteriores habían hecho obligados. Por esto, los hombres bajo el yugo, alimentados y educados en la servidumbre, se contentan con vivir como han nacido sin cuidarse de nada; y ni piensan en tener otro bien ni otro derecho que el que le fue dado, y toman por natural el estado de su nacimiento. (“Discurso de la Servidumbre voluntaria”. Étienne de la Boétie. Pp 38-39. Editorial Colihue).
La única herramienta válida, tanto legal como legítima para que exista la representación, es la manifestación de la voluntad del voto soberano, en el marco de elecciones libres que de tal forma constituyen la democracia expresada en su sentido lato.
Sí hablamos de legitimidad, no sólo debemos hacerlo, diferenciándola, de la legalidad, sino estableciendo una meridiana diferencia entre la legitimidad parcial versus la legitimidad absoluta, la primera que es la válida y la única razonablemente cierta que puede otorgar el ciudadano a sus mandantes y la segunda, la que cree tener el representado cuando absorbe la cesión de la ciudadanía, para luego cometer los latrocinios por todos conocidos, que supuestamente, controla o controlaría, estos excesos, otro poder de un estado constituido que sería el poder judicial, cuyos miembros no son elegidos, paradigmáticamente por el voto de la gente. Esta razón de la legitimidad parcial, podría encontrarse observada explícitamente, en que el ciudadano al delegar su representatividad, lo haga no sólo por el término de una elección a otra, sino también bajo ejes conceptuales, que vayan más allá de lo temporal. Un ejemplo concreto sería que los representantes, no puedan, es decir tengan su legitimidad parcial o vetada, para introducir reformas constitucionales o electorales. Los mismos que conducen el juego, no deberían, asimismo estar posibilitados para cambiar esas reglas a su antojo o discrecionalidad.
La democracia sí ha caído producto de los desmanejos de cierta clase política en un juego maquinal, como lo puede ser una tragamonedas o cualquiera que estipule el azar como factor determinante, debe re-escribirse, re-interpretarse, de lo contrario, sostener que lo político, mediante lo democrático es un juego adictivo de cierta clase dirigente para con las mayorías no tiene razón de ser, pues así como alguien sostuvo que dios no pudo haber jugado a los dados con nosotros, no podemos seguir siendo siervos, de quiénes, muy probablemente, hasta no puedan estar libre de afecciones que les nublen en buen entendimiento.
Partimos desde la triste y penosa convicción que la democracia está en serio riesgo, que la misma, de un tiempo a esta parte, viene siendo horadada, por quienes dicen ser sus defensores y propulsores y son precisamente los únicos beneficiados, materiales, de un sistema que cada vez resulta menos contenedor e inclusivo para las masas olvidadas, apartadas y segregadas. Masas que no invocarán, sí es que no actuamos antes, a nivel teórico y responsable, un consabido derecho a la resistencia y a la revolución, derecho a la desobediencia civil. Sí no actuamos antes, quiénes tuvimos la posibilidad de alimentarnos y leer, las masas, adquirirán cierta uniformidad de criterios de rechazar cualquier tipo de sistema. En términos claros, sobrevendrán no sólo sobre las instituciones, sino sobre todo tipo de hogar o lugar, en donde esté garantizado lo que a ellos se les viene birlando en nombre de la democracia.
Con todas las ganas de estar equivocados, creemos tener una última oportunidad, constituir un último bastión, para que los libros y los papeles no se nos sean quemados, producto de generaciones enteras que vienen haciendo todo lo contrario que dicen pregonar en relación a los caros y sacrosantos principios democráticos.
Las libertades políticas y en concreto, la libertad de expresión política pueden resultar contraproducentes sí, realmente, incluyen el derecho a la expresión subversiva, es decir, el derecho a la resistencia y a la revolución, el derecho a la desobediencia civil. Este es un tema que siempre ha puesto en difícil aprieto a todos los teóricos de los gobiernos representativos y legítimos.
"El derecho de sedición debe ser respetado, salvo en el caso de peligro claro y presente, el cuál obligaría a restringir las libertades políticas" J.Rawls.
El bien jurídico mayor de cualquier ciudadano ante un derecho colectivo es que le sea garantizado una vida en democracia, y cuando esto no ocurre, el mismo ciudadano debe agotar las instancias para llevar adelante este reclamo en todas las sedes y ante todas las instancias judiciales. No podrían objetarse ante esto, cuestiones metodológicas o de fueros, la justicia en cuanto tal, debe preservar y hacer cumplir el precepto democrático por antonomasia que el único soberano es el pueblo, pero la traducibilidad de esto, debe manifestarse mediante un cambio de lo democrático, tal vez redefiniéndolo o disolviéndolo en sus partes más oscuras, lo más democráticamente posible, sería que quiénes pretenden vivir bajo sociedades más democráticas, planteen en sus parlamentos o asambleas, mediante diputados, legisladores o ciudadanía común, proyectos que cambien el eje de las democracias, y que no sólo sea semántica, de lo contrario y tal como lo venimos observando, más temprano que tarde, se impondrá de hecho y no seguramente en forma pacífica o armoniosa, el cambio, nodal, radical y substancial, tan necesario e indispensable.
La pregunta que debiese hacer todos y cada uno de los ciudadanos españoles ante la próxima elección, consideramos, humildemente que debiera ser :¿Puede la democracia trascender lo electoral? Definida como condición necesaria pero no suficiente, lo electoral, la votación, la elección, ha sido sacralizada y totemizada por quiénes, por confusión o conveniencia, transformaron esta epocalidad, esta circunstancia, esta foto dentro de una larga película, en un Agosto fabuloso, en un negocio tan grandioso para ellos, como funesto para muchos otros. Usando las experiencias totalitarias de otrora (las dictaduras sostenidas en regímenes violentos), y sin reparar en que desde la supuesta recuperación democrática o tal primavera institucional, haber reducido lo democrático a la jornada electoral, no hizo más que cosifiquemos la elección o el acto de elegir, le pongamos un número, abstracto, totalitario y cerrado a la libertad política y quedemos encerrados en este laberinto del cual solo saldremos por arriba (es decir nunca volviendo los pasos atrás, pretendiendo acudir a métodos o formas que expresen violencia o irascibilidad, mecanismo funestamente utilizado en los tiempos dictatoriales), con la urna, con el número, con la cantidad, pero agregándole, calidad, sustancia, prestancia, relevancia, una construcción o pavimentación de un sendero que sea más que una ruta, que apostrofe un proyecto que priorice lo humano, la conceptualización del pensar, del mundo como derrotero del lenguaje por el que somos atravesados, mucho más que por las cosas que tengamos o dejemos de tener. La democracia no puede estar atrapada en un cuarto oscuro, la democracia debe ser ejercida a pleno en cualquier espacio público, mucho más allá y acá de un resultado. A la democracia la debemos seguir construyendo, con nutrientes que la hagan fortalecerse en su dimensión cualitativa antes que en la multiplicidad de su número, antes que la hiperproducción alocada y en serie que puede derivar en una metástasis social de la que no todos saldrán indemnes en caso de que no actuemos a tiempo.
La respuesta, en caso de que el pueblo español decida, algo más que un mero trámite, que la postergación de la pregunta fundamental, la tendrá que brindar en alguna otra oportunidad, otra aldea que se precie de occidental y que a través de este acto, se constituya entonces, en el nuevo paradigma de las sociedades libres y dignas de ser consideradas humanas. A España le alcanzará conque muchos de los suyos, se formulen la pregunta de sí la democracia puede trascender lo electoral, que de esta manera las respuestas serán varias y variadas, llegando de todas partes, más temprano que tarde.