“Yo jamás me voy a dejar extraditar”: Jesús Santrich
Santrich tiene guayabo pero oculta que lo tiene. O quizás sea cierto lo que dice y no tenga. Con esas gafas negras no puede uno estar seguro.
—No, me acosté temprano.
—Ah, ¿sí? ¿A qué horas se acostó?
—No, como a las tres.
—Uy, jueputa. ¿Bebieron mucho entonces en esa celebración?
—Yo no bebí tanto.
—¿No?
—Uno tiene que trabajar, tiene compromisos y no hay espacio para el ocio.
Anoche el Junior de Barranquilla se coronó campeón del fútbol colombiano. Santrich nos recibe con su habitual hatta palestina alrededor del cuello, sus habituales gafas negras, un bastón metálico para guiarse y una bandera del Junior tu papá.
Va de chanclas y de blanco.
Somos seis de ¡Pacifista! (cámaras, periodistas y productores) los que hemos venido hasta la sede del partido de la Farc para entrevistarlo a él.
En realidad, vinimos porque Juanpis González —el personaje niño rico y de derecha, interpretado por Alejandro Riaño y con quien de tanto en tanto hacemos entrevistas conjuntas a manera de featuring— lo va a entrevistar primero. Nosotros estamos en cola.
Santrich acaba de salir de una entrevista veloz por videollamada —no más de siete minutos— y va a dar la siguiente. Le esperan, por ahora, dos más antes de que salga rumbo al Congreso, a su segundo día como representante a la Cámara. Riaño le pregunta que cómo le fue en la entrevista de la que acaba de salir.
—Igual. Las mismas preguntas, con la mierda de siempre.
Riaño le pregunta si está listo para empezar, ahora, la entrevista con él. O con Juanpis.
—Nada de nervios, los nervios matan —responde Santrich.
Son las ocho y quince.
Ayer tomó posesión de su curul como Representante a la Cámara del partido Farc por el Atlántico. Algunos lo recibieron, como era de esperarse, con rechazo: alzados en pancartas que decían “fuera Santrich”, “mafioso” o directamente “terrorista”. Todas eran consignas que venían desde la bancada del Centro Democrático, un partido que se ha sostenido con el discurso anti-Santrich desde que la Fiscalía ordenó su captura el año pasado.
El propio Duque, presidente de la República y ¿líder? de su partido —¿se puede ser el presidente de un país y aun así no ser el que comanda las filas y los rumbos del partido en el que milita?— decía hace pocos días que “alias Jesús Santrich es un mafioso”. Y se apoyaba, Duque, en el video que empezó a circular luego de que la JEP ordenara la libertad de Santrich (al no encontrar pruebas suficientes que lo incriminaran); video en el que Santrich aparecía junto con otras dos personas hablando de unos envíos. Hablando de quince millones y de la clave de una caja fuerte.
(En la entrevista que tendremos en unos minutos, Santrich dirá que no va a referirse a ese video ni a lo que allí se dice porque sus abogados han determinado que circulan más de 15 versiones del video y que ese video no es otra cosa que un montaje).
El rechazo de la llegada de Santrich al Congreso por parte de sectores uribistas era de esperarse. Pero fue inusual que la bancada del Partido Verde, bancada que ha defendido los Acuerdos y su implementación, decidiera también recibirlo con mensajes de rechazo:
“Paz sí, Santrich no”, decían los cartelitos en la plenaria de la Cámara.
—Y todo eso organizado por Juanita —nos dirá después Santrich— porque cuando yo había llegado más temprano a la Comisión Séptima, ellos no tenían todavía ningunos carteles. Fue en la Plenaria que montaron todo eso.
Santrich se refiere a Juanita Goebertus, Representante a la Cámara por el Partido Verde y quien en su momento fuera asesora jurídica de Sergio Jaramillo en el equipo negociador en La Habana.
Minutos después, Santrich nos dice que su actitud, la suya –la de Santrich en La Habana– fue tajante y radical. Y dice que defendió los intereses de las pobrerías, del campesinado y de las poblaciones étnicas: sobre todo en los puntos de reforma rural y de participación política. Que tuvo que pelear con Jaramillo y De la Calle y con Goebertus. Que los derrotó a todos, dice, en la mesa y que cree que eso no se lo perdonan. Que son malos perdedores.
—Juanita Goebertus es una mala perdedora también y pensé que por lo menos tenía un nivel de jurista, pero según lo que hizo ayer, cuando desconoce la presunción de inocencia, veo que es mediocre.
“Yo nunca he negociado con droga. Ni cuando fui guerrillero ni después”
Santrich es rentable. La figura de Santrich es rentable narrativamente. Funciona, como escribía un columnista payanés hace unas semanas, como “cuerpo sacrificial”. O como chivo expiatorio, diría un periodista semanas después.
Un amplio sector de la opinión pública está convencido de que él, en efecto, es culpable de narcotráfico y —lo que es peor— culpable de su arrogancia.
El país supo de Santrich —¿pero qué significa el país? ¿quiénes hacen parte de ese país cuando uno dice el país?– porque ciertamente a Santrich ya lo conocían quienes habían militado con él en la Unión Patriótica o quienes hacían parte de las Farc. Pero digamos que el nombre de Santrich empezó a sonar con más fuerza en Oslo, cuando apenas se formalizaban los diálogos con el gobierno Santos, un periodista le preguntó si iban (las Farc) a pedirle perdón a las víctimas. Y él respondió con el —ahora célebre— bolero: quizás, quizás, quizás.
De inmediato, la figura de Jesús Santrich se erigió como la del personaje arrogante que expresaba el lado más cínico de las Farc. Era octubre de 2012.
—Yo tengo el convencimiento de que esa imagen de arrogante que pretende difundirse de mí es un constructo mediático que tiene una intención clara —dice Santrich— de destruir mi imagen y mi personalidad. Porque en vivo y en directo, ustedes pueden darse cuenta, tengo una conviviencia afable y cordial con todo el mundo.
(Una vez terminada la entrevista, Santrich nos preguntará si nos pareció arrogante su actitud: “¿Fui arrogante? ¿Les parecí arrogante?”).
¿Cuáles son las preguntas que importan ahora?
¿Dónde se pone el foco del debate? ¿Es Santrich arrogante? ¿Importa si lo es? ¿Cuáles son las leyes que prohíben la arrogancia? ¿Será acaso Santrich un cínico que nos quiere hacer creer a todos que es un viejito desvalido, cuando en realidad se trata de un narcotraficante que ha llegado al Congreso impunemente? ¿Es culpable Santrich de delitos por narcotráfico? ¿Vamos a confiar en la justicia? ¿Somos capaces como sociedad de confiar en lo que diga la justicia? ¿Creemos en un Estado de Derecho, con separación de poderes, donde existe la presunción de inocencia? ¿Somos capaces de prejuzgar, con el mismo rasero con el que prejuzgamos a Santrich, a los otros congresistas que también están siendo investigados por la Corte Suprema?
¿La justicia para quién?
—¿Cómo fueron sus días en la cárcel? ¿Cómo ocupaba el tiempo?
—Yo estuve en una celda de aislamiento siempre, no me permitían hablar con ningún otro prisionero y últimamente ni siquiera con los guardias. Supuestamente por motivos de seguridad.
—Todo el tiempo…
—Todo el tiempo estuve aislado, durante los 14 meses. Me dedicaba a escuchar audiolibros, despues no podía porque me los quitaron. Me levantaba, hacía gimnasia, hacia aseo. Todos los días. Y me dedicaba a pintar y a escribir. De hecho este año hemos publicado seis libros y estamos por publicar otro más y ahí se me iba al tiempo, no me alcanzaban las horas.
—En los últimos meses el discurso de la opinión pública ha girado en torno a su caso, ¿cree que la paz va más allá de su caso jurídico particular? ¿de si negoció o no con droga?
—Yo nunca he negociado con droga. Ni cuando fui guerrillero ni después. Eso quiero dejárselo claro a todo el mundo, ni jamás me van a poder comprobar esas acusaciones falsas que hizo el Fiscal y la DEA. No tienen un ápice de realidad. Voy a seguir luchando por la paz.
—Pero, ¿usted considera que el Acuerdo debe y puede ir más allá de su figura personal?
—Claro, es que aquí los factores de polarización no los genera Santrich. Esto hay que desantrichizarlo rápidamente. Si los indígenas hacen una minga el país se polariza, si las mujeres salen a marchar por el aborto este país se polariza. Esto es un factor de distracción frente a múltiples problemas que existen en Colombia. El gobierno se tiene que dedicar a gobernar y a ver como abre caminos de paz y no los cierra. Porque hasta ahora está haciendo trizas las trizas del Acuerdo.
La entrevista de Juanpis González a Santrich acaba de terminar. Diego, el director editorial de ¡Pacifista!, me dirá que hay un peso simbólico muy importante en el hecho de que una figura de la derecha, gomelo y consentido —como la que encarna Juanpis— pueda darse la mano y sentarse a hablar con Santrich.
Después de que Juanpis González termina su entrevista, nos toca el turno a nosotros. Reacomodamos la cámara en el patio de la sede del partido Farc en Bogotá. Santrich toma asiento detrás de una mesa pequeña y pone su bastón de aluminio en el suelo. Comenzamos a preguntarle.
Santiago de Narváez (SN): Ese constructo mediático, como usted lo llama, en el que usted se volvió una “figura arrogante” tuvo un origen en Oslo con una declaración que le dio a un periodista hablando de temas relacionados con las víctimas. ¿Cuál es su posición frente a las víctimas?
Mi posición es de reivindicación absoluta a todas las víctimas de cualquiera de los bandos. La guerra fue una creación del Estado y las víctimas lo son del conflicto. Víctimas tenemos del lado de las Farc y también las hay del lado del Estado y todas han producido dolor, luto, tristeza… Eso es lo que hay que superar dándoles un rango en el que la reivindicación sea positiva para todos.
“Hay que des santrichizar el Acuerdo rápidamente”
Diego Alarcón (DA): En esa idea de ‘chivo expiatorio” para hacerle daño al proceso de paz que varios líderes del partido Farc han dado como cierta, ¿de quién sería esa creación? ¿quién cree, en esa versión, que pudo idear todo el plan para llegar a este punto?
Sí. Yo soy el chivo expiatorio, pero el propósito fundamental es destruir el Acuerdo de Paz, la posibilidad de reconciliación y seguir viviendo de los réditos que genera la guerra. Eso está claro en quienes han manifestado que van hacer del acuerdo trizas. Están sectores de extrema derecha, entre ellos el uribismo y también una camada del bloque del poder dominante, quienes son los propietarios de intereses económicos en este país. Y está también, sin lugar a dudas, el departamento de Estado de Estados Unidos.
Los medios de comunicación son instrumento que no operan solos, ni los periodistas. Hay dueños de medios, hay propietarios de medios y aquí, lo sectores económicos, grupos como Prisa, grupos como el Aval, son los que tiran las líneas editoriales y lanzan las estrategias para destruir o convalidar a una persona.
SN: Entremos en materia: usted ayer se posesionó en la Cámara, en la Comisión Séptima y en la Plenaria. Hubo rechazo de parte de muchas bancadas y fue curioso que una que está con el proceso de paz, criticara su posesión. Cómo lo recibió el rechazo –del uribismo se esperaba– de la bancada de la Alianza Verde?
El montaje que hizo la fiscalía y la DEA no era solo para extraditarme. Ya lo he dicho, es para destruir a nuestro partido, es para destruir la posibilidad de paz. Esto que ocurrió ayer tiene que ver también con ese mismo montaje, ese es el show político, mediático, de pronto para ascender o para lograr réditos electorales. Lo lamentable de todo esto, porque era previsible con el uribismo y otros sectores que siempre han adversado el proceso de paz, es que algunos sectores del Partido Verde que, llamándose demócratas, se han llevado por delante principios esenciales del derecho como el del debido proceso o la presunción de inocencia. Eso es de lamentar y les hago un llamado a que reflexionen: yo no les estoy pidiendo que me defienden, pero creo tener los mismos derechos que cualquier ciudadano en Colombia.
SN: En una entrevista de marzo pasado usted decía: “la JEP es una trampa para colocarnos en las manos de una justicia penal ordinaria que es venal y corrupta”. Y luego añadía que se iba a venir una persecución judicial terrible. Eso antes de que la Fiscalía ordenara su captura. ¿Usted cree en el sistema judicial colombiano?
Desde antes de venirnos de La Habana, yo fui un crítico acérrimo del sistema judicial colombiano y por eso cuestionamos el ius puniendi y de ahí se decidió que el Estado no podía ser juez y parte, menos después de terminar una confrontación tan terrible como la que ha habido y persiste en Colombia. Por eso se crea la Jurisdicción Especial para la Paz como un parámetro para que se pudiera, entonces sí, hacer un cierre judicial alrededor de todos los que participaron del conflicto, pero eso lo han ido transformado. Este acuerdo, el de La Habana, es el único acuerdo de este tipo que se transforma todos los días, que se somete a revisión y a cambios sin que se consulte a la contraparte del Estado, que fueron las Farc. Y eso es lo que se llama perfidia, en términos de derecho internacional.
Aquí se ha pisoteado el pacta sunt servanda, se ha pisoteado el principio de buena fe y eso, en carta blanca, es perfidia y es un crimen, un delito de estado.
SN: Pero según la respuesta que acaba de dar, ¿la respuesta sería que sí? ¿que confía en los procesos judiciales colombianos, en el sistema jurídico actual?
Yo quiero confiar. La JEP se creó para eso y es nuestro juez natural. Pero mira todos los cambios que le han hecho. La ley estatutaria, Néstor Humberto Martínez le metió la mano como le dio la gana para convertirla en el cadalso de las Farc. Vamos a ver cómo van a proceder los magistrados de la JEP y ahora en mi caso, vamos a ver cómo va a proceder la Corte Suprema de Justicia. Hasta ahora ha sido garantista, espero que lo siga siendo. Yo no pretendo que me den gabelas, sino que se actúe en derecho, que haya un debate probatorio justo y ajustado a la técnica judicial y al derecho.
SN: En relación con la Corte Suprema, si la Corte decide ordenar nuevamente su captura por encontrar evidencia –dado el caso– que lo vincule a delitos de narcotráfico, una de las cosas que genera en la opinión pública es el temor de que se vuelva a activar el discurso de la conspiración y del montaje. Cómo garantizar que esto no sucederá y que acogerá la decisión judicial?
Es que desde antes de mi captura yo me enteré del montaje que se estaba haciendo y me enteré que me iban a capturar. Yo permanecí aquí en Bogotá porque decidí enfrentar esos hechos con la certeza de que nunca van a encontrar ninguna prueba. Yo sabía que me iban a capturar y lo anuncié. Me quedé porque tenía certeza absoluta.
SN: ¿Cómo se enteró que lo iban a capturar?
Tengo buenas fuentes dentro de la Fiscalía, pero no te puedo decir cuáles son. Pero me enteré, como me enteré también de que el Presidente iba a dar un golpe aquel viernes 17 de mayo, que desde Catam iba a anunciar mi extradición por decreto.
DA: Cuando a usted le preguntan por Iván Márquez, por El Paisa, por Romaña, que hoy nadie sabe dónde están, usted ha hablado de la necesidad de restablecer la confianza para que el proceso retome cauce y ellos vuelvan ser partícipes directos, cotidianos y en espacios abiertos del proceso de paz….
Sí, en espacios porque ellos siguen insistiendo en la construcción de paz.
DA: Ok, pero ¿qué tiene que pasar para que ellos y ustedes como partido consideren que esa confianza está restablecida? Porque hay una realidad que tiene que ver con los plazos de la JEP. Si esos plazos no se cumplen, incluso así quieran retomar el proceso después, no van a poder entrar. O no con las mismas reglas.
Lo fundamental es que cesen los asesinatos. Tenemos más de 120 excombatientes bajo tierra y alrededor de 400 dirigentes comunitarios asesinados desde que se firmó la paz para acá. Eso tiene que parar, acá hay una crisis humanitaria terrible y el Estado no la para. Yo insisto en que existe la guerra sucia en Colombia. Por otro lado tiene que concretarse lo que se acordó: proyectos productivos que tienen que ver los procesos de reincorporación están paralizados. Hay si acaso lo poco que la comunidad internacional ha aportado, pero el gobierno colombiano no se ha echado el compromiso al hombro. La reforma rural integral está paralizada y el Acuerdo en sí está traicionado por el momento. Debe haber muestras y no de persecución.
Por el momento ni Óscar (El Paisa) ni Iván han incumplido con la Jurisdicción Especial para la Paz porque las versiones voluntarias son eso, voluntarias, y se pueden hacer por interpuesta persona a través de abogados.
DA: ¿Pero hay conciencia de que hay un plazo que, al vencerse, podría marcar un no retorno?
Sí, para cualquiera de nosotros hay plazos sin retorno, incluso para ti. Todos estamos sometidos, se supone, a un Estado de Derecho. Si se da un incumplimiento, pues la justicia opera. Pero por el momento no hay ningún incumplimiento.
“Con Rodrigo Londoño (Timochenko) tenemos diferencias”
SN: Siguiendo con el tema de la justicia, hace poco más de un año y antes de que fuera capturado, usted también defendía la idea de convocar una Asamblea Nacional Constituyente para blindar la paz y los acuerdos. ¿Usted se mantiene en esa posición?, porque cierto sector del uribismo habla de su libertad como una señal de que es necesaria una Constituyente…
Al país se le debe una Asamblea Nacional Constituyente, pero donde el Constituyente primario que es el pueblo pueda manifestarse realmente alrededor de puntos esenciales de la reforma estructural que requiere el Estado. No puede ser una Constituyente manipulada como la que pretende el uribismo.
SN: ¿Dónde estaría la diferencia?
La diferencia es que hay que abrir compuertas de democracia para que mediante un sistema que genere confianza pueda realmente participar la ciudadanía de manera informada.
SN: Hablemos brevemente del video –el que lo compromete en el caso por narcotráfico– para hacer algunas claridades. Usted ha mencionado que en esa reunión ustedes estaban hablando sobre unos negocios de proyectos productivos. Ese era el tema de conversación. ¿Qué proyectos estaban discutiendo? ¿Cuál era el fondo de esa negociación?
El gobierno sabe de esos proyectos porque el acercamiento que hizo Marlon Marín tenía el conocimiento pleno del doctor Rafael Pardo (exalto consejero para Posconflicto) y de otros funcionarios de su oficina. Eran granjas econativas, de proyectos productivos agrícolas. Siempre se habló de eso. Nunca hay una frase mía, una insinuación, que indique que yo estoy metido en negocios delictivos.
DA: Una pieza clave, de eso que usted describe como un complot, es justamente Marlon Marín. ¿Qué interés para usted tendría Marlon Marín en el supuesto montaje?
No te sabría decir porque el acercamiento que yo tengo con el personaje es a raíz de esos proyectos y de temas de salud y de todo lo que tenía que ver con la reincorporación. Yo no me alcanzaba a imaginar que él pudiera estar involucrado en negocios sucios, de lo contrario nunca me hubiera reunido con él. No sé hasta dónde él pueda ser un agente o un instrumento que de manera premeditada tuvo que ver con lo que ocurrió.
SN: Para dejar de lado las suspicacias y tener claridad. Ustedes hablan de 15 millones y dice que van a hacer una entrega de cinco y hablan de una caja fuerte. ¿Me podría explicar cuál es la relación de todo eso?
No. Yo no puedo convalidar eso porque conmigo no se habló de eso. Ni yo hablo de dinero, ni de recursos ni nada de eso. Por eso te digo que ahí hay mucha manipulación. Los técnicos me dicen que hay más de 15 manipulaciones y ediciones del video y que hay voces sobremontadas.
SN: Pasando a otro tema, recientemente hubo una carta…
Ahora, toma en cuenta que ese video jamás ha sido llevado como pieza probatoria ni al proceso que me adelantó la JEP, ni a este que se me está adelantando.
SN: Como le decía: Hace unas semanas Iván Márquez escribió una carta en la que decía y cito: “Fue un grave error haber entregado las armas”. ¿Usted coincide con esa postura?
Entre revolucionarios nosotros debemos ser críticos y autocríticos. El mismo Jean Arnault (exjefe de la misión de la ONU para la verificación del proceso de paz en Colombia), cuando hizo un balance de un año de lo que había sido la implementación, puso esa observación. Del apresuramiento en la entrega de las armas y eso no permitió que existiera una garantía de cumplimiento por parte del Estado. Pero ya como se dice: a lo hecho pecho. Ocurrió y ahora tenemos que buscar vías de superación de esas fallas.
DA: Hay un par de temas clave sobre los que se ha sentado la crítica al Acuerdo de Paz. Los opositores al acuerdo han encontrado en el narcotráfico y el reclutamiento y abuso de menores terrenos políticos en los que resuenan con fuerza. ¿Usted no cree que para el acuerdo existe cierta prisa por resolver estos asuntos jurídicamente para que la discusión política pueda destrabarse y diversificarse? ¿No es prioritario que por medio de la JEP haya verdad al respecto?
A mi modo de ver, el establecimiento actúa de manera falsa. No tiene interés por la infancia, no tiene interés por las víctimas. Es un discurso político para las galerías, porque si tuviera ese interés, hubiera propiciado la reforma a la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. Se interesaría por la cantidad de infancia que deambula en las calles mismas de Bogotá padeciendo miseria, hambre. Los niños de la Guajira, los niños del Chocó. Es una mentira. Es también acción mediática para el desprestigio político de la insurgencia.
De todas maneras, nosotros hemos estado siempre abiertos a responder por las faltas, por los delitos, por los errores que se hayan cometido durante la confrontación. La situación de confrontación es diferente a cuando hay paz. Muchos de los menores que estaban en nuestros campamentos lo estaban en condición de refugiados, porque los paramilitares habían asesinado a sus familias o las habían desplazado. Eso hay que tomarlo en cuenta.
SN: ¿Pero no hubo reclutamiento de menores?
Reglamentariamente el reclutamiento de menores es a partir de los 16 años. Por eso hemos pedido que se abra el caso en la JEP y si alguien violentó esa reglamentación, pues hay que sancionarlo. Para eso se creó la Jurisdicción. En la política de las Farc, el reclutamiento era a partir de los 16 años y ya durante los acuerdos, nos acogimos incluso al protocolo facultativo que subía la edad a los 18 años, pero ya no hubo más reclutamiento. Entre otras cosas, el ingreso a las Farc era voluntario.
SN: Hace poco, un miembro del partido Farc en la región caribe le decía: “La implementación del Acuerdo no va bien y Rodrigo Londoño es la cabeza y le cae una responsabilidad. Aquí hay unas diferencias grandes frente a cómo se ha conducido el partido, frente al discurso que hemos adoptado”. Se lo dijo a La Silla Vacía. ¿Usted coincide con esas apreciaciones?
Aquí hay opiniones diversas y hay debates, pero en últimas las decisiones se toman colectivamente. Es decir, las responsabilidades aquí son sobre todo, colectivas. La responsabilidad de que el Acuerdo no se haya cumplido está fundamentalmente en cabeza del Estado, eso no lo podemos perder de vista. Rodrigo Londoño es el presidente del partido, hay una dirección y es la que está conduciendo el proceso.
SN: Entonces, ¿cuál es su percepción de cómo Rodrigo Londoño ha conducido el partido?
Tenemos diferencias. Indudablemente las tenemos pero hacen parte del debate político e ideológico dentro de cualquier organización democrática como es el partido de la rosa.
“Mi asilo es la muerte”
SN: ¿Podría decir cuáles son las diferencias?
Por ejemplo, para mí el proceso no va bien. Está en una situación de crisis profunda, está andando el pantano de los acuerdos fallidos y tenemos que ponernos las pilas porque si no esto va a fracasar totalmente. De pronto la percepción de él es diferente. Pero repito, es un problema de percepción.
DA: ¿Y ustedes se han planteado la posibilidad de debatir el mando del partido, tienen los mecanismos?
Sí claro, es un partido democrático. Ahora a finales de mes hay un pleno y ahí se debatirá y se tomarán decisiones. Luego está el Congreso, que debe darse entre agosto y diciembre.
SN: Recientemente conversamos con el senador Lozada y decía que pronto iban a tener una reunión en el partido para tomar decisiones sobre si van o no a las elecciones regionales…
Ese es uno de los puntos de debate.
SN: ¿Cuál es su posición?
Que no hay garantías. Se debe participar, pero en acciones de convergencia. Indudablemente a nosotros nos van a aniquilar físicamente. Esa es una decisión de Estado. Es la percepción que yo tengo. Nos están matando como patos, de a uno en uno. Me imagino que después se va a profundizar esto. Se está asesinando a base social que ha respaldado el proceso de paz, eso es una realidad. Eso no me lo he inventado yo. Es más, las Naciones Unidas han hecho un señalamiento directo por la forma en la que se fustiga a la militancia. Ustedes lo pueden ver en el caso del presidente, cómo a mí me fustiga poniéndome en una posición difícil de perseguido político.
SN: ¿Usted podría precisar, en su lectura, desde qué lugar del Estado se está persiguiendo a los excombatientes de las Farc?
Ese asesinato que hubo de un compañero nuestro por una patrulla militar (se refiere al caso de Dimar Torres en el Catatumbo) es una muestra de que la institucionalidad sigue comprometida en la guerra sucia. Aquí no se ha cambiado la doctrina de la seguridad nacional. Y mientras esa doctrina no varíe, la concepción de enemigo interno prevalece.
SN: ¿O sea que según usted, al menos la Fuerza Pública estaría comprometida?
Sí. Yo no confío en la Fuerza Pública.
DA: Usted dice que el presidente Iván Duque lo ha fustigado y lo ha puesto en una situación de perseguido político…
Y de peligro de muerte. Y la vicepresidenta también.
DA: ¿Lo dice porque ha pensado en el asilo como posibilidad?
No. Mi asilo es la muerte. Yo voy a combatir hasta que me alcancen las fuerzas.
SN: Recientemente usted dijo, en relación con su intento de suicidio en la cárcel, que “yo he pensado en entregar mi vida por la verdad”. ¿Cuál es su idea de verdad en relación con el conflicto armado?
Lo que máximo se ajuste a la realidad y la realidad nuestra es que el conflicto surge por la inconformidad que deriva de la miseria, de la justicia social, de la desigualdad y de la exclusión política. Esa es mi verdad. Mientras eso no se supere, las razones del conflicto no van a desaparecer.
DA: Usted ahora sale a plenaria y sabe que va a un lugar en el que es rotundamente resistido y que se va a encontrar un escenario de mucho rechazo ¿Cómo procesa eso en el fuero interno? ¿está nervioso? ¿se siente intimidado?
No, yo no soy intimidable. Con la misma tranquilidad que fui ayer, voy hoy. En algún momento se tienen que sosegar, porque si se van a salir cada vez que yo llego, pues van a completar las siete faltas y tienen que irse todos del Congreso (se ríe).
DA: Usted era o es cercano a Simón Trinidad, quien fue extraditado en 2004 acusado de narcotráfico. ¿No teme convertirse en un nuevo Simón Trinidad?
No. Yo jamás me voy a dejar extraditar. Eso no va a ocurrir. Yo voy a luchar aquí hasta las últimas consecuencias.
La entrevista ha terminado. Santrich habla con algunos asesores que habían escuchado pacientes la entrevista. Dos camionetas con motor de tractor y piel de tanque de batalla arrancan con el ahora congresista rumbo a su nueva oficina.
Nosotros también arrancamos para la nuestra.
Atrás va quedando el partido y las paredes con una cara repetida. Manuel Marulanda hace presencia en cada rincón de la sede: fotos y cuadros y más fotos de Tirofijo lo siguen a uno con la mirada por los distintos pisos de la casa.
Atrás van quedando las banderas blancas con la rosa roja. Atrás los retratos del Mono Jojoy. Atrás los de Jacobo Arenas, los Alfonso Cano y de Iván Ríos.
Atrás va quedando la sala de conferencias y de juntas —el atril y la consola de sonido—. Atrás queda el afiche con la frase de Carlos Lozano Guillén, antiguo miembro del Partido Comunista, acompañado de su foto:
“La paz debe desterrar la violencia del ejercicio de la política y la lucha social”.
https://pacifista.tv/notas/entrevista-santrich-timochenko-extradicion-montaje-arrogante-narcotrafico/