Auto reconstruyendo el sujeto revolucionario
En este nuevo siglo moderno y tecnificado, que deslumbra con luces y se adorna de “arrobas”, no sólo nos contaminan el aire (que ya es bastante), además nos contaminan las ideas. A la práctica de pensar se opone justamente la mejor alternativa elaborada por el sistema: no pensar, pues es dañino para el Orden (o en lenguaje criollo, el “Estado de Derecho”).
Hoy, cuando la solución a todos los problemas se busca en el universal “clic” de un botón, hablar de sueños revolucionarios y utopías posibles parece desalojado, relegado y anacrónico, como una vieja fotografía del pasado, mezcla de cándidos ideales e ingenuidad bien intencionada por cambiar el mundo, pero destinado al museo en este realismo pragmático de los últimos 15 años.
De ese museo, se extrae hasta la imagen del Che para incorporarla al mercado como objeto de culto y marketing, que se transa en las veredas y ferias (junto a las fotografías de algún protagonista de la farándula), transformada en un símbolo común que circula por la ciudad pintando bolsos, poleras y banderas deportivas, que por cierto generalmente buscan representar rebeldía, pero desprovista del valor profundo que le corresponde y que guarda la amenaza más temida por los poderosos de ayer y hoy: la construcción del sujeto revolucionario, el nacimiento del hombre nuevo.
En efecto, es el hombre nuevo, ese determinado tipo de hombres y mujeres, que con capacidad creadora y conciencia colectiva son capaces de convertirse en constructores del espacio y sus elementos. Ese hombre es el factor fundamental para el desarrollo de una nueva sociedad, abriendo paso al proceso que va germinando seres humanos justos, solidarios y alegres, reproductores de la humanidad que hoy se ve peligrosamente desplazada por el sistema neoliberal.
Pero hay que distinguir entre el hombre nuevo creado por las condiciones de la sociedad revolucionaria (del cual nos hablaba el Che), y aquel que se entrega a la lucha para poder construir la sociedad revolucionaria. Para que esa futura sociedad exista, otros tendrán que conquistarla en la lucha. En nuestro momento histórico, esta responsabilidad nos convoca; es la responsabilidad individual de la cual hoy depende la tarea de hacer revolución sin fatigarnos, porque ahí está el punto crítico entre el triunfo y la derrota.
El convencimiento de la necesidad de que, desde una vocación rebelde, valerosa y audaz, abordemos la construcción del sujeto revolucionario integral, que se forja tanto en lo cotidiano como en el compromiso organizativo, con la misma
consecuencia revolucionaria a cada paso y en cada nivel, es lo que nos aleja del discurso arrogante de los que enterraron en un museo los sueños. A la vez, revalidamos la heroica herencia de los que demostraron que la consecuencia es estrecho vínculo entre “decir” y “hacer”. La vigencia de estas ideas no es simple candidez juvenil--avanza con toda la fuerza de la razón! l
El compromiso no es sólo nuestra voluntad “puesta a prueba”, ni tampoco una invitación a luchar por medio de la propaganda emotiva. Por el contrario, se trata de comprender que la opción revolucionaria responde a la necesidad objetiva del pueblo excluido de alcanzar su dignidad luchando. En este proceso--que hoy involucra reconstruir un movimiento popular que navega bajo el fuego cruzado del clientelismo político (que impide regenerar el tejido social)--se configura el rol del militante, el sujeto de vanguardia, en su tarea individual de conducir, y en su tarea más fundamental y colectiva, que es transformarse en constructor.
Evidentemente, transitamos por un período histórico con condiciones materiales y sociales muy desventajosas, en que hasta la consigna del “cambio” ha sido apropiada por la derecha, y donde no es tarea fácil despertar conciencias que permanecen sumidas bajo el influjo del sistema. El carácter del período proporciona un escenario fértil para la dominación.
Para construir, el nuevo sujeto histórico, social y revolucionario debe ir paralelamente auto-construyéndose. Al mismo tiempo que actúa--desplegando mil esfuerzos en la lucha diaria, la actividad permanente junto al pueblo, y hasta el enfrentamiento directo y la autodefensa--debe siempre ir aprendiendo y sumando elementos a su condición de militante.
La formación y la moral del militante son condiciones esenciales para el desarrollo de la vanguardia, y por ende funcional al avance del proyecto revolucionario. Para el pueblo, representan la esperanza de ver un día el futuro desde una condición distinta, la esperanza de realmente vivir la libertad.
La conducta del militante no responde únicamente a una disciplina mecánica. La conducta revolucionaria nace de la esencia humana, el amor al pueblo, y la total entrega a la transformación social. La seriedad, la constancia, la responsabilidad, la disciplina, la generosidad, la moral y la confianza contribuyen a esta fortaleza ideológica.
Los componentes esenciales del “cuadro constructor” se sustentan sobre un pilar ideológico que se va enraizando paulatinamente, tejiendo una red que sostiene al militante, y que crece en el recorrido auto-constructivo. Ese crecimiento no tiene fin: exige alimentarse para siempre. El revolucionario no se detiene nunca en sus ganas de adquirir conocimiento y experiencia, no decae, se auto-educa, se auto-exige, sacrifica lo que tiene, y lo que no tiene lbusca o lo inventa en medio de la contienda.
Por la convicción que da sentido a la lucha del pueblo pobre, desafiamos el orden y asumimos el desafío de construir la fuerza necesaria para un camino de largo aliento. Por eso hablamos de auto-construirnos como los revolucionarios del nuevo siglo, para las jornadas que vendrán mañana, en la dura pero hermosa ruta de querer rebalsar de amor el mundo, bajo la estrella de la esperanza insobornable, buscando el despertar de aromas y colores que sólo puede dar la revolución. La actitud en el trabajo diario (que es un adelanto del ejercicio concreto de construir la nueva sociedad) es de vital importancia, que supone la entrega superior del revolucionario, que se convierte en la expresión viva de los que se adelantan a su tiempo, entregando todo, comprendiendo a cada paso lo que antes no se entendía: dar hasta la vida para seguir viviendo....
pte
http://www.archivochile.com/Debate/debate_izqch/debatich0013.pdf