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Tejiendo con las letras y con las voces diciendo


Siempre he sentido que la poesía

al igual que la tierra, el agua, el fuego nos ha juntado en diferentes tiempos,

y así hemos ido tejiendo vida para nuestra propia vida,

y así hemos podido reencontrarnos, reconstruirnos,

revivirnos y seguir criándonos con dignidad.

Y creo que, con este sentimiento colectivo, de corazón grande como el del Imbabura, empezó la historia que les voy a contar hoy.

El nombre de Monseñor Leonidas Proaño, el de la Fundación Pueblo Indio del Ecuador, y el de Nidia, su gestora, siempre fueron muy cercanos a la lucha de los pueblos y nacionalidades indígenas.

Quiero decir que con Nidia nos conocimos hace muchos años en medio de los levantamientos y las largas caminatas que emprendimos por seguir estando, y siendo lo que somos, seres humanos. Ambas, ya canosas pero con el mismo corazón para continuar haciendo algo por nuestros pueblos nos saludamos ¡a los aaaños!

Tantas, muchas lunas y soles pasaron antes de volver a Pucahuaico, a la capilla de Monseñor Proaño, y mirar el altar donde está tayta Imbabura, uno de los apus protectores de nuestros pueblos. Ahí nos aguardaba, inmenso, con su corazón negro, y su ventana que, para nosotros es invisible.

Ya todas las y los poetas estábamos convocados por la poesía para la celebración del 31 aniversario de la pascua de Monseñor Proaño, el obispo de los indios, el obispo rojo o el obispo de los pobres, como se le conoce a este activista de la teología de la liberación, muy respetado y querido por los pueblos de estas tierras.

Sus palabras quedaron en la memoria y lucha de los más mayores, pero nosotros las podemos recordar a través de su oralidad, quienes hacemos poesía, desde las lenguas llamadas “minorizadas”, sabemos que la poesía es insurgente, es subversiva porque es sensible, y ese es el punto de encuentro.

“Considero que el evangelio es subversivo y en ese sentido yo no me avergüenzo de proclamar un evangelio que aspire al cambio de las mismas estructuras de pecado existentes actualmente en la sociedad”, decía Monseñor.

Entonces, desde diferentes puntos del país y de Colombia muchos habíamos emprendido nuestros viajes para estar en el recital de poesía en lengua materna que se dio el pasado sábado 17 de agosto, en el lugar sagrado donde están sembrados los ancestros.

Como pasado el mediodía, ya estábamos listos. Los saludos, las conversaciones durante el almuerzo ya traían mucha esperanza; una vez más lo que hoy llamamos arte, y que para nuestros pueblos es una forma de vida cotidiana, de relacionamiento con la naturaleza y los seres espirituales que la habitan, nos juntaba.

Estábamos para seguir tejiendo nuestras palabras y nuestras voces. Resplandeciente estaba el sol acompañándonos. Grandes dirigentes como tayta Rafael Pérez, de Tunibamba, ejemplo de lucha, nos dieron un gran abrazo de bienvenida. Grandes fueron esos momentos.

Algunas ya nos conocíamos otras nos estábamos conociendo; personalmente me emocionó conocer más voces de la poesía Kichwa y Shuar. Al mismo tiempo conocer a los hermanos Kamëntsa de Colombia, con quienes no sentimos ninguna frontera, porque tenemos la misma historia, porque nuestro territorio es su territorio y su territorio es nuestro también. Fue reanimador saber de Kori, la poeta más joven de todos, me dio mucha alegría recordando el camino andado.

Estábamos ya todos, aprovechamos para mirar el paisaje, para compartir con la gente de Pucahuaico, que poco a poco empezaba a llegar. Se dice que la poesía no convoca, es verdad, casi siempre somos pocos, pero aquí si convocó, la capilla, de fachada blanca, estaba llena, y sobre todo había muchas niñas y niños.

A las dos de la tarde iniciamos el recital. Poemas en sonoridades distintas, palabras consejo, cantos, pedidos, agradecimientos, versos de sanación, ecos de instrumentos ancestrales despertaron en nosotros conciencia y sentimientos de resistencia. ¡Aún estamos vivos! ¡aún estamos aquí! ¡no morirán nuestras lenguas! ¡no morirá nuestra memoria! pensé por momentos, ya que cada uno de nosotros algo estábamos haciendo.

Fueron tres horas que estuvimos haciendo tejido y tomándonos la palabra, nuestra palabra.

Al final, más que la entrega de diplomas, nos llevábamos muchas ganas de seguir tejiendo tal como otras tejedoras tejen con hilos y barro.

Para todos, lo más importante vino después, el sabernos agradecidos por este espacio convocado para ser comunidad a través de la poesía. Los viejos amigos que hace mucho no habíamos visto, la nueva gente que conocimos, las conversas y agradecimientos por los versos, todo vino bien. Pero sobre todo esa intención de tayta Polivio para no dejar ahí el encuentro fue muy importante.

Entonces, el compartir unos canelazos fue un momento colectivo, íntimo, bonito; ya que las bebidas de plantas sagradas para los andino-amazónicos es un pretexto para hacer círculo, conversar, acordar, y luego hacer. Tuvimos mucho tiempo en la cocina de la capilla para dar nuestros pensamientos y sentires. Así, ya con la ausencia del sol y luego de una larga discusión nació TSERE, TEJIDO DE LA MEMORIA COMUNITARIA DE LAS NACIONALIDADES Y PUEBLOS , con el objetivo de hacer crecer la poesía y la literatura en lenguas indígenas.

Sabíamos todos, que muchas redes y tejidos se han formado y se habían deshecho rápidamente; sabíamos que nuestras ocupaciones quizá no permitirán caminar tan rápido como quisiéramos, pero expresamos nuestras esperanzas de contribuir al criar esto que nació en la Capilla de Mons. Proaño, en Pucahuaico, a propósito, también, de la declaración por parte de la Unesco, del 2019 como año internacional de las lenguas indígenas, justamente por el estado de vulnerabilidad en que se encuentran las lenguas en toda Abyayala.

¿Por qué dejar esos saberes antiguos y actuales? Si:

tejen nuestras abuelas el barro rojo

tejen nuestros padres con los hilos del arco iris

con los cabellos del maíz y de la luna

teje allá el cuidador del universo las estrellas

tejen los árboles sagrados sus raíces

para sostenerse y para amarse

todos sueñan para tejer

al pie de los montes sagrados

o en las calles de las grandes ciudades

nosotros también tejemos las palabras

tejemos memoria

tejemos voces

soñamos y tejemos

tejemos y soñamos

-escucha los consejos de las abuelas

así sabrás cómo tejer-

decía mama Saransig y tejía

-ellas antes fueron jaguares

igual que nosotras-

decía y tejía

tejía y decía

decía y tejía

Así fue que soñamos nosotros también, así es como empezamos este tejido llamado Tsere, que es un espacio abierto al que llamamos a todos los creadores de las nacionalidades y pueblos a sumarse a esta minga, con pensamiento y corazón colectivo.

Ya con la noche todos salimos de Pucahuaico, con la protección de las mamas y de los taytas que saben escuchar nuestro corazón y nuestras palabras. No fuimos a la quebrada roja, pero Nidia me contó que ahora es una quebrada seca, que antiguamente quizá sus piedras eran rojas, y que ahora, pocas veces tiene agua; yo me conmoví mucho, la madre tierra ha cambiado ha “enfermado”, y no tomamos conciencia de ello, pensé. Lo que toca es seguir soñando y accionando. Así fue que nació el Manifiesto de las y los poetas de las nacionalidades y pueblos en el 31 aniversario de la pascua de Monseñor Proaño.

Guayaquil, 23 de agosto del 2019

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