El 15 de noviembre de 1922, la importancia de contar con un programa político con independencia de c
El 15 de noviembre de 1922, es una fecha que ha pasado a la historia como uno de los peores y más trágicos episodios del movimiento obrero ecuatoriano, responde a una época determinada de la historia nacional y mundial, caracterizada por la dependencia económica ecuatoriana al mercado internacional.
El cacao fue el principal producto de exportación en los años 20, “coincidencialmente” los grandes dueños de las tierras productoras de cacao eran quienes manejaban el destino político del Ecuador: los Urbina, Plaza y Tamayo; los traidores del alfarismo.
Guayaquil, al ser puerto, se convirtió en el centro de gravitación económico - social. Estos factores aceleraron la dinámica del naciente movimiento obrero en esta ciudad.
Empero, consecuencia de la Primera Guerra Mundial, la economía ecuatoriana sufrió grandes recaídas en las exportaciones, las cuales intentaron ser solventarla con la devaluación de la moneda y el sacrificio de los sectores populares al introducir en su lucha un programa político de los sectores dominantes.
El historiador marxista, Albornoz Peralta, señala que “Según el banquero Emilio Estrada, la venta de cacao produjo s/.49.891.000 en 1920 bajando a s/.26.320.000 en 1922, es decir, a cerca de la mitad.
Sin embargo, la organización popular a través de los sectores de trabajadores se había fortalecido en espacios asociativos y gremiales. Con el apoyo de la Revolución Alfarista, desde 1895 hasta 1912, Alfaro y el cubano Miguel Albuquerque, impulsaron el movimiento sindical. Albuquerque fue quien además incentivó la Sociedad de Hijos del Trabajo en 1896, organización participe del 15 de noviembre de 1922.
El movimiento obrero ecuatoriano fue naciendo desde las pequeñas, pero importantes, asociaciones de artesanos.
Por otro lado, el comercio no solo llevaba materia prima, sino ideas y textos de distintas corrientes ideológicas: anarquistas, social democracia y comunistas formaron parte del amplio espacio de difusión
Las incipientes ideas de estas corrientes comenzaron a tener eco en medio de los trabajadores, la noticia de una revolución de los trabajadores en Rusia llenó de esperanza a los sectores explotados. Parafraseando a uno de los padres de la izquierda ecuatoriana, César Endara, “ni Lenin y ni los Soviets era analizados por los trabajadores pero eran sinónimos de victoria y libertad para el movimiento obrero”.
Distintos letreros en el 15 de noviembre eran alusivos a los Soviets; y de la misma manera, una de las organizaciones más importantes fue la Célula Lenin de la Ciudad de Guayaquil, partícipe del 15 de noviembre y posteriormente quien formará parte de la fundación del Partido socialista y comunista.
Del transcurso de la Revolución Alfarista a la matanza de noviembre de 1922, no es solamente un cúmulo de momentos que concluyen con un triste acontecimiento, es un proceso que desde el marxismo, significa el transitar de la “clase en sí” por su nacimiento como movimiento obrero hacia el acto simbólico del bautizo como “clase para sí” al iniciar la defensa de sus intereses como clase.
La matanza de Guayaquil, refleja además el alto grado de violencia de la burguesía y sus aparatos de coerción estatal que están a su disposición y que siempre los utilizaran cuando sus intereses sean “atentados”.
La historia ha demostrado que la clase dominante, no dejará de forma civilizada el poder y sus privilegios. Peor aún, el actuar espontaneo de las masas que daría como resultado un baño de sangre. La historia nos convoca al análisis exhaustivo de las condiciones concretas para realizar las mejores tácticas que permitan ejecutar los grandes avances para la revolución y el menor sacrificio para el pueblo.
La trascendencia del 15 de noviembre no está en sus conquistas gremiales, que no las tuvo, su trascendencia se presenta en el salto histórico cualitativo, en su esencia, en su bautizo que logró reconocerse y luchar para sí mismo como clase trabajadora. Esa es nuestra y mejor herencia.