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Yo puse mis palabras en tus libros, el tiempo a mí me puso en otro lado


Irreversible es no haber vivido, no dar cuenta en el horizonte, siempre próximo de la muerte, qué teniendo la chance, no nos dimos cuenta o no nos animamos.

Inexorable no es el destino, sino cada uno de los pasos, que damos al marchar hacia la finitud inmediata, que un buen día se nos presenta y nos dice, hasta acá has llegado.

Irreparable es no haberse entregado, en cuerpo y canto, a los abrazos del amor, que sentimos, más allá de sí este hubo o no de resultar correspondido, igualado o vivenciado en sintonías parejas, concordantes o disonantes, al son del haber dado el corazón a destajo.

Inimaginable es saber qué sin razón ni explicación alguna, así como venimos nos vamos, pero no jugarnos en el mientras tanto, por nuestros deseos, y pese a que se transformen muchas veces en pesadillas mundanas, rotarlas, dislocarlas para llevarlas al campo, fértil o yermo, de los sueños más encumbrados.

Imperdonable sería pretender que las palabras, se traduzcan en algo más que la vibración, que la energía, que genera en el éter, al leerlas, al pronunciarlas, al incorporarlas a nuestro reto diario, que vanamente creer que la vida es acumular números o seguir condicionado por lo que el otro, como muerte, nos conmina a obedecer callados.

Incuestionable, es seguir el fuego interno, el ardor encendido de la existencia, la llama pulsional que un día se apaga, atravesando mares, ríos, vientos y todo tipo de tempestades que se nos presentan a diario, para decirnos que no podemos, que no nos es dado, que no tuvimos suerte y, soplando con soberbia, nos palmean creyendo que nos conformarán con resignación santa y un gracias por intentarlo.

Inapelable es sentir, con el cuerpo acabado, con las palabras presas en los libros, libres en tus interpretaciones, en tus lecturas, en tus citas, en tus recuerdos, que hemos corrido el punto final hasta el infinito, que no hubo poder político, social o revolucionario, ni destino inexorable, mucho menos tutela o mandato, para condicionarlas y borrarlas de la experiencia de lo humano.

Insensato, sería no expresar, que desde mí experiencia mundana, tanto dolor, tanto vacío, tanto odio recibido en lo diario y cotidiano, no ha valido un segundo Máximo, a quién amaré hasta el infinito, incluso cuando, el tiempo me funda en mis palabras y no necesite de sudarios para saber que he vivido pese a todo y sin que me importe, ni donde, ni cuando, mis vocablos signifiquen ese algo, por el que estuve de paso.

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