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La guerra capitalista y su estrategia patriarcal


Es de conocimiento global que las guerras capitalistas, hoy intervenciones militares capitalistas, han sido un disparador de la acumulación y concentración de capital. La empresa de mayores réditos económicos incluye al negocio más oscuro y corrupto de venta de armas e insumo bélicos de todo tipo, el mismo que según estudios mueve cerca de 100.000 millones de dólares al año; la venta de medicamentos y vituallas médicas; la venta de drogas legales e ilegales; saqueo de los recurso naturales y sociales de los territorios en conflicto; venta de alimentos; pactos espurios para control de la población, etc. Lo dijo Naomi Klein, el capitalismo actual vive de la catástrofe social y natural, la guerra es la mejor manera de crear las dos y con ello garantizar el movimiento de capital que resuelva momentáneamente la sobre producción y la sobre acumulación. En el marco de esta estrategia económica se promueve guerras entre países, entre grupos culturales y religiosos, entre grupos poblacionales, entre corporaciones mafiosas (guerras de cárteles y de pandillas).

La estrategia de la guerra en general y de la militarista en particular es una dinámica propia de la dominación masculina, en la cual su violencia se radicaliza. En este sentido una guerra supone la presencia de dos sujetos enfrentados, dos machos enfrentados en una operación que mueve dos características típicamente masculinas (dentro de la construcción masculina históricamente dominante): la razón cínico-instrumental y la competencia despiadada. En la guerra se liberan las pulsiones más agresivas del ser humano para que se garantice su supervivencia por sobre la del oponente. El instinto de supervivencia vía liberación de las pulsiones agresivas determina acabar primero con el enemigo antes de que él acabe conmigo, para lo cual hay que utilizar todos los medios de ataque posibles. La razón se pone al servicio de la guerra, se vuelve un instrumento para la violencia contra el enemigo con la plena consciencia del daño que infrinjo en el otro. La competencia en la guerra se vuelve despiadada, pues se compite para acabar con el otro, para eliminarlo, este objetivo la hace no solo desleal sino inhumana. El capitalismo es, así, el sistema patriarcal y colonial que opera: Por un lado, como un estado de guerra permanente entre individuos, corporaciones y Estados que usan el instinto agresivo de la razón instrumental y la competencia salvaje para ganar y acumular. Por otro lado, como intervención violenta en contra de la naturaleza y la humanidad -lo femenino- . Estas dos operaciones hacen de este sistema una empresa de violencia machista y un sistema para la muerte.

Es importante señalar que la última guerra capitalista fue la segunda guerra mundial, después de ella lo que ha habido son intervenciones militares capitalista orquestadas por las potencias imperialistas en contra de poblaciones de distintos países y regiones. En la intervención militar, a diferencia de la guerra donde está claro el combate entre dos enemigos, se ejecuta una nítida violencia de un agresor en contra de la humanidad indefensa, lo cual es la muestra de la mayor violencia machista. El cinismo del poder político capitalista quiere hacer pasar la intervención militar de un violento agresor que no tiene enemigo alguno como una guerra entre dos guerreros que están en condiciones de igualdad en el combate, para así legitimar su violencia.

En atención al hilo argumental que se expone, está claro que a partir de las movilizaciones sociales desatadas desde octubre del año 2019, el discurso de las élites políticas que administran los estados en América Latina se empeña en configurar un enemigo de la democracia al que hay que declararle la guerra total. Vándalos, subversivos, conspiradores, narcotraficantes, terroristas, son entre otros los adjetivos con los cuales se intenta construir un enemigo que justifique un intervención militar, encubierta en una supuesta guerra entre el Estado y el terrorismo. Este es un viejo discurso inventado por el Estado norteamericano con el que se justificó la serie de intervenciones militares perpetradas por la OTAN en contra de los pueblos, que tuvieron lugar en las últimas décadas del siglo XX y las primeras del siglo XXI. Se busca de esta forma un nuevo ciclo del negocio militarista: la guerra de los Estados de América latina en contra de la población construida como el enemigo terrorista-comunista.

Ante esta estrategia guerrerista del Estado capitalista es importante desmotar la trampa patriarcal inherente a ella. En una guerra hay dos guerreros, hay dos machos que se enfrentan en un combate. Las movilizaciones sociales no son parte de ninguna guerra, la sociedad movilizada no es un macho de guerra, por lo tanto el Estado no tiene ningún contendiente y el uso de su violencia no tiene ninguna legitimidad. La sociedad movilizada no está en guerra contra el Estado, se moviliza en defensa de la vida; no ataca, se defiende de la violencia patriarcal del capitalismo colonial. El capitalismo busca instrumentalizar a la humanidad y a la naturaleza en sus rituales de violencia machista para ganar y acumular de todas las formas posibles. Ni la humanidad ni la naturaleza están en guerra, no son sujetos de guerra, no son dimensiones masculinas y mucho menos masculinidades violentas. No vamos entrar en la trampa patriarcal de la guerra, simplemente estamos defendiendo la vida social y naturaleza del proyecto de muerte del capital.

https://ecuadortoday.media/2019/12/13/la-guerra-capitalista-y-su-estrategia-patriarcal/

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