¿TERCERA GUERRA MUNDIAL?
El atentado terrorista norteamericano en Irak que cobró varias vidas, entre ellas la del general iraní Qasem Soleimani, constituye un acto de provocación que abona a la conflictiva relación entre esos países.
A ese asesinato, que desencadenó las actuales amenazas de venganza y escaramuzas bélicas, anteceden varios impasses que datan de mediados del siglo anterior.
Durante ese tiempo los norteamericanos pudieron conservar su hegemonía en el Oriente Medio a través de la fuerza y la pragmática diplomacia que atizó conflictos étnicos, religiosos y políticos para naturalizar su presencia militar. Más su influencia está diezmada debido a la injustificada agresión contra Irak, Afganistán, Siria, etc., y también amenazada por otras potencias imperialistas que ganan peso específico en la región. Por si fuera poco, el proyecto de dominación yanqui no logra calmar la lucha popular que reclama la secularización de las sociedades islámicas, el cese de la ocupación y la propiedad de los recursos naturales.
Detrás del bombardeo se cuecen los intereses de las transnacionales por el saqueo de las reservas de combustibles fósiles (sólo Irán produce el 10% del petróleo mundial), se vinculan los apetitos de onerosas ganancias que podría alcanzar la industria armamentista, se prueba la urgencia del imperialismo yanqui por apropiarse del gasoducto que suministrará energía a toda Europa y por controlar el enclave comercial Oriente-Occidente.
Se suma a la conveniencia del posible conflicto bélico la intencionalidad de Trump para eclipsar el juicio político, de destitución del cargo, que pesa sobre sí, combinado con la agitación de un discurso chauvinista y populista que podría catapultar su reelección.
Pero no le será sencillo. La humanidad reclama paz y rechaza la posibilidad de una guerra mundial catastrófica, los pueblos del mundo condenan cualquier injerencia imperialista y se solidarizan con quienes luchan por su bienestar.
Trump no pueden seguir jugando al gendarme del mundo. Cada vez que los gringos ofrecieron libertad sembraron de sangre y muerte los territorios, una vez que impusieron su modelo de democracia saquearon las riquezas de los países dependientes.
La lucha por la paz no es amorfa, se inscribe en el combate al imperialismo y la urgencia de la transformación social.