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Los asesinos de los Alfaro


Parecía que la revolución liberal radical se consolidaba y con ello la dirección del alfarismo; sin embargo, en la primera década de siglo XX, el Partido Liberal se encontró con dos fracciones antagónicas: por un lado el liberalismo radical y por otro lado el liberalismo moderado o reaccionario que pactó con el conservadurismo; ya para 1911 el liberalismo se encontró dividido entre los placistas y los alfaristas.

El Banco Comercial Agrícola fue el epicentro de la conspiración contra los Alfaro, abarcó a periodistas, comerciantes, terratenientes, “intelectuales” y sobre todo a la Iglesia que conjuntamente con los “liberales de paso corto” no iban a correr el riesgo de que la revolución afecte a sus sagrados intereses: la propiedad de la tierra.

El segundo mandato de Alfaro hasta 1911, presentó importantes acontecimientos que significaron la precipitación de su popularidad, sucesos como el fatídico 25 de abril de 1907 generó la severa crisis con la “intelectualidad liberal” y estudiantil, de la cual aprovecharon los sectores conspiradores y religiosos para consolidar el complot y aún más grave la confabulación hacia el exterminio total de lo que fue el alfarismo radical.

El inicio de la “Hoguera Bárbara” fue con el Golpe de Estado del 11 de agosto de 1911, Freile Zaldumbide asumió el mando presidencial y nombró a Leonidas Plaza como General en Jefe del Ejército, lo que significó la subordinación del Ejecutivo al mando del Jefe del Ejército y al liberalismo de derecha.

El gobierno que regía el país ese momento era encarnación inequívoca del liberalismo de derecha vinculado al latifundismo. El presidente encargado Freile Zaldumbide era uno de los más ricos terratenientes, al igual que los ministros Carlos R. Tobar y Carlos Rendón Pérez, los dos primeros de la Sierra y el último de la Costa. Octavio Díaz, ministro de Gobierno, era un partidario abierto de la fusión liberal-conservadora. Y la espada del régimen, general Plaza Gutiérrez, era un rico latifundista de nuevo cuño, merced a un matrimonio de conveniencia (Albornoz, 2019)

Con el Golpe de Estado de 1911, se configuró a nivel general de la sociedad una correlación de fuerzas en pro y contra del alfarismo radical, desde el Estado se garantizaba, con Plaza, el exterminio del radicalismo a nombre de la paz frente a los diversos levantamientos que se presentaron contra el golpe.

Se generó la activación de la “Comisión de Paz” integrada por Cónsules de Inglaterra, Estados Unidos además de C. Benjamín Rosales, E. Game y Durán Ballén; fue sin embargo Plaza quien utilizó, los tratados de paz, como plataforma política.

A pesar de esta Comisión, se instauró un Consejo de Guerra, preparando la ofensiva final, traicionando el proceso de conciliación y el incumplimiento de los acuerdos con la complicidad de los embajadores y delegados internacionales sobre todo de los EEUU.

En el prólogo de las Obras Escogidas de Eloy Alfaro publicadas en 1959, Elías Muñoz dice:

En el asesinato de Alfaro no tiene menos intervención la posición de los agentes diplomáticos de los grandes países imperialistas, Estados Unidos e Inglaterra, que impidieron a los respectivos cónsules tomaran medidas para exigir el cumplimiento del armisticio por el cual estaba asegurada la vida de Alfaro, Montero y más líderes del liberalismo.

Plaza era hombre de plena confianza de Yanquilandia y no es difícil, dada su inescrupulosidad, que haya hecho ofreci­mientos generosos para lograr apoyo. Roberto Andrade cree que se había puesto en contacto con negociantes yanquis para vender Galápagos, razón por la que una vez llegado al poder luego de los arrastres, hizo múltiples gestiones con ese fin y hasta buscó cómplices entre los gobiernos latinoamericanos para realizar el siniestro plan.

El periódico La Prensa de Lima, decía que el Ogro del Norte “se ha cruzado de brazos ante las cenizas de Alfaro”, porque recibió del placismo “la más sólida oferta de venta del Archipiélago de Galápagos”. Y en el diario La Crónica de la misma ciudad, se afirmaba que Plaza “salió de Nueva York llevando en su portafolio un contrato yankee para el saneamiento de Guayaquil y otros contratos yankees para empréstitos a tipos leoninos (Albornoz, 1999).

Es así que con “permiso” del Imperialismo y la instigación permanente de la prensa anti-alfarista como: El Comercio, El Telégrafo, La Prensa, El Guante, El Grito del Pueblo Ecuatoriano, etc; las bestias sedientas de sangre prepararon todo el terreno para en 1912 violaran las más elementales leyes de todos los códigos humanos, desconociendo sin empacho las Capitulaciones de Durán, avaladas con las firmas de los cónsules de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Las declaraciones de la prensa de ese entonces expresaban:

El 10 de Enero, en Quito, “La Constitución” publicó:

“Ayer lo decíamos y hoy reiteramos nuestra aseveración categórica: Es imposible la vuelta del alfarismo en el Ecuador. Y si él viene, será para que el pueblo de Quito haga con esa gente lo que el pueblo de Lima hizo con los Gutiérrez (asesinados, arrastrados y colgados de faroles, en Lima, en 1872)”

El diario placista “La Prensa” de Quito y escrito por la “plana mayor del placismo, en su editorial del 11 de enero, titulado La Víbora en Casa, agregaba:

(...) con aire de Soberano del Congo viene a pacificar sus dominios, y dirige circulares y da órdenes hasta al Gobierno de Quito, olvidando el imbécil que no impunemente se ultraja la moral... ¡Esta es la víbora que tenemos entre nosotros, oh ecuatorianos, y a esta víbora es preciso triturarla!

En otro editorial “El Comercio”, al enterarse de la vuelta de Eloy Alfaro dice:

Así, no ha de ser esta nueva traición a la patria la que de prestigio, ni en el Pueblo ni en el Ejército, a un hombre execrado y aborrecido. Será por el contrario (la llegada a Guayaquil de Alfaro), un poderoso estímulo para acabar de una vez para siempre, con todos estos elementos nocivos a la República. Tal vez la Justicia haya unido a Montero con Alfaro para ejercer sobre ellos sus inexorables vindicaciones (Diezcanseco, 2003)

El 25 de enero del 1912 en Guayaquil, fue asesinado el general Pedro Montero, el Tigre de Bulubulu, donde humillaron y jugaron con sus restos mortales. Este fue un cobarde asesinato que se encuentra embarrado por la impunidad y complicidad de un grupo de soldados del vergonzosamente recordado Batallón Marañon, bajo la misma justificación: “la efervescencia popular, la colectividad de la responsabilidad del asesinato”.

“El Consejo de Guerra acababa de pronunciar su veredicto (16 años de prisión y degradación militar)... La soldadesca disfrazada arremetió rabiosa y feroz, contra el inerme preso; dando voces de muerte, en el mismo recinto en que actuaba el tribunal a presencia del General Plaza y de sus principales subalternos. Montero, que jamás había temido la muerte, se irguió en el momento del supremo peligro... y el Teniente Alipio Sotomayor, oficial de guardia en el local del Consejo de Guerra, le disparó un tiro de pistola que hizo blanco. El Comandante César Guerrero, Ayudante de Campo del General Plaza, disparó también su revolver al mismo tiempo sobre la inerme víctima, la que cayó de bruces...”(Peralta, 1953, 227)

Este fue el preludio de lo que en tres días después sería el destino de los Alfaro.

Para el 28 de enero de 1912, Eloy Alfaro, Flavio Alfaro, Medardo Alfaro, Ulpiano Páez, Luciano Coral y Manuel Serrano fueron trasladados al panóptico en la ciudad capital, posteriormente de un viaje en uno de sus mismos logros revolucionarios de unidad nacional: el ferrocarril transandino.

El camino hasta el Penal transitó en medio de los más peyorativos y despectivos epítetos. Al llegar al que sería su último destino, el capitán Alejandro Sierra, jefe del “Batallón Marañón” inmortalizará cual Pilatos estas frases: “He cumplido con mi deber. Los he entregado en el Panóptico, vivos. ¡Pueblo: ahora os toca cumplir con vuestro deber!”

El 28 de enero un disparo en la cabeza y otro en el pecho provocó la muerte de Eloy Alfaro, no conformes con ello los fanáticos arremetieron contra su cuerpo, lo ultrajaron, lo despojaron de su vestimenta e iniciaron el desfile de sangre al grito de “viva la religión” por las calles capitalinas hacia el Parque El Ejido. El resto de los Alfaro corrió con la misma suerte.

Es así como el placismo terminó con la vida de los más grandes y consecuentes revolucionarios, pese a ello la historia oficial ha pretendido culpar al pueblo sobre su participación en hoguera bárbara.

(…)Seamos Justos: los autores de este crimen, no fueron los quiteños civilizados; fueron los fanáticos, idiotizados por los sermones del púlpito, pues los hombres de sotana, estimaron que para el renacimiento del Poder Papal en el Ecuador era preciso que se inmolara al Jefe del partido radical, que vino a acabar con el oscurantismo en que vivíamos en manos del partido conservador.

Aquel 28 de enero, día oscuro en la historia nacional por el brutal crimen y la impunidad en la que ha quedado, retomamos nuevamente el juicio popular y sentenciamos con desprecio a los verdaderos asesinos de los Alfaro.

https://kaosenlared.net/los-responsables-de-la-muerte-de-eloy-alfaro/

https://kaosenlared.net/el-imperialismo-y-el-asesinato-de-alfaro/

Diezcanseco, Alfredo Pareja. La Hoguera Bárbara. Quito: Ed. Campaña Nacional Eugenio Espejo por el Libro y la Lectura, 2003.

Peralta José. “Eloy Alfaro y sus victimarios” Página 227. Edición Segunda. Corporación José Peralta. Cuenca Ecuador. 1953

DSC08161a - Biblioteca Nacional Aurelio Espinosa Polit

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