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Crisis sistémica y coronavirus

De la crisis del Coronavirus a la crisis climática

El primer reporte oficial de la enfermad infecciosa COVID-19, causada por Coronavirus, se dio el 31 de diciembre de 2019 en China, cuyo brote se localizaba en la ciudad de Wuhan y en particular en un mercado de fauna silvestre. A partir de esa fecha, se ha pasado de la epidemia (ya que el contagio estaba focalizado en dicho a país, y luego en Italia, Irán, Corea del Sur y España principalmente) a la mención de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud – OMS, el pasado 11 de marzo de 2020.

Las cifras de su expansión van en aumento, y hoy se contabilizaban más de 145 mil casos en 139 países y pasando ya las 5400 muertes[i]. El problema aquí es tanto la ausencia de una vacuna como el número de infectados que aún se desconoce (parece que el periodo de incubación puede ser de hasta dos semanas) y con ello la cadena de contagio. Todo ello en un momento de la historia con alto grado de conectividad social gracias a la masificación del mercado y del turismo, propio de un mundo globalizado. Por ello se ha venido diciendo que lo peor está por venir en las próximas semanas.

El pánico social se ha generalizado, las mascarillas protectoras[ii] y el gel de manos desinfectante están agotados hace semanas, y en algunos lugares ya empiezan a escasear alimentos en los supermercados[iii]. Previo a la declaratoria de pandemia, la OMS ya había realizado llamamientos a tomar medidas a todos los niveles para detener, contener, controlar, retrasar y reducir el impacto de este virus[iv]. Diferentes gobiernos han empezado a tomar medidas contundentes que pasan por las restricciones de concentraciones masivas de gente (e.g. manifestaciones, conciertos, congresos, centros de ocio, actividades académicas a todos los niveles, etc.), movilidad, declaratorias de “emergencia” o “alerta” hasta la suspensión de vuelos domésticos e internacionales. Parte de la vida cotidiana empieza a resolverse desde el mundo virtual gracias a la internet, pero a su vez se sienten los efectos sobre la economía real (e.g. reducción de ingresos en comercios, suspensión de producción industrial, despidos “temporales” de trabajadores…) y la especulativa (e.g. gran volatilidad de las bolsas de valores).

A la fecha ya empieza a mencionarse la posibilidad de una recesión económica en Estados Unidos y Europa como lo “pronostican” JPMorgan o Goldman Sachs. Lo anterior frente a varias economías europeas que aún no terminan de recuperarse de la crisis financiera de 2008 y sus repercusiones para grandes capas populares, como es el caso de Italia o España.

A pesar de la situación actual, y del peligro de aumento de contagios y de posibles muertes derivadas de ello, en el ámbito global existen otras problemáticas sanitarias que producen mayores efectos negativos cada año. No es comparable la escala temporal, dada la velocidad de contagio del COVID-19, pero sí es una reflexión que vale la pena tener presente en el actual debate omnipresente de la crisis del virus. En la presentación de la Declaración de la OMM sobre el estado del clima mundial en 2019[v], tanto el Secretario General de Naciones Unidas (Antonio Guterres) como el de la Organización Meteorológica Mundial (Petteri Talas) dejaron contundentes mensajes. Por ejemplo, en palabras de Guterres, “el coronavirus es una enfermedad que esperamos que sea temporal, con impactos temporales, pero el cambio climático ha estado allí por muchos años y se mantendrá por muchas décadas, y requiere de acción continua”; en palabras de Talas, “el virus tendrá un impacto económico a corto plazo, pero las pérdidas serán masivas si pensamos en el calentamiento global. Estamos hablando de un problema de mayor magnitud, con consecuencias en la salud de las personas y en nuestras sociedades mucho más graves». Desde los datos que señala la agencia de prensa de Naciones Unidas[vi], “el calentamiento global tuvo consecuencias sobre la salud, la comida y el hogar de millones de personas en el mundo. Además, puso en riesgo la vida marina y una gran cantidad de ecosistemas” y se presentan cifras como las siguientes:

  • En 2019, las altas temperaturas que se registraron en Australia, la India, Japón y Europa batieron todos los récords y afectaron negativamente a la salud y el bienestar de la población. En Japón, una intensa ola de calor provocó más de 100 víctimas mortales y 18.000 ingresos hospitalarios adicionales. En Francia, se registraron más de 20.000 visitas a urgencias para tratar dolencias relacionadas con el calor entre junio y mediados de septiembre, y durante dos importantes olas de calor se produjeron 1462 muertes en las regiones afectadas.

  • En 2019 se produjo un gran aumento en la cantidad de casos de dengue en todo el mundo. Las Américas identificaron más de 2.800.000 casos sospechosos y confirmados de dengue, incluidas alrededor de 1250 muertes. En los tres meses de agosto a octubre, el 85% de los casos fueron reportados en Brasil, Filipinas, México, Nicaragua, Tailandia, Malasia y Colombia.

Las señales insistentes de la crisis climática

En la Declaración de la OMM se menciona que, en 2018, la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera alcanzaron niveles récord contribuyendo al calentamiento global, y según datos preliminares, continuaron aumentando durante 2019. Al respecto, mientras las discusiones técnicas y decisiones políticas a futuro cuentan con el rol de los bosques tropicales en la captura de dióxido de carbono para mitigar el calentamiento global, recientes estudios científicos muestras que éstos, principalmente los de la Amazonía y los de África central, han acelerado su proceso fotosintético por mayor disponibilidad de CO2. Lo anterior tiene efectos en el ciclo de vida de los árboles, muriendo más temprano, y por ende reduciendo la capacidad de retener CO2[vii]. Si a ello le sumamos, la inacción política como la fracasada COP25 de Madrid[viii] y los efectos de la deforestación y los incendios masivos en Brasil y Australia, es esperable que las estimaciones hechas en el Acuerdo de Paris de limitar el aumento del calentamiento global a 1,5 °C es ya otro fracaso.

En cifras de la Declaración de la OMM, en 2019 se dieron olas de calor en Australia y Europa. Tales cifras, sumadas a las proyecciones de los próximos 5 años, resultarán con alta probabilidad en un récord de temperatura mundial anual sobrepasando el actual registrado en el período 2015-2019. A partir de los años ochenta, cada nuevo decenio ha sido más cálido que todos los anteriores desde 1850. A tal indicador se suman las alteraciones de los patrones de lluvia. En 2019 se dieron condiciones muy lluviosas en zonas de América del Sur con grandes inundaciones en el norte de Argentina, Uruguay y el sur del Brasil, siendo las pérdidas en los dos primeros por el orden de los 2500 millones de dólares. A su vez, también se dieron condiciones de pluviosidad anormalmente baja en la parte meridional de África, América Central y zonas de América del Sur y la sequía afectó a muchas partes del sureste asiático y a Australia, experimentándose el año más seco del que se tiene constancia.

A lo anteriormente mencionado hay que añadir que, en 2019, la actividad en cuanto a ciclones tropicales estuvo por encima de la media en todo el mundo y la temporada de incendios forestales fue superior a la media en diversas regiones situadas en latitudes altas, como Siberia, en la Federación de Rusia, y Alaska, en Estados Unidos, y se declararon fuegos en algunas partes del Ártico donde antes las llamas eran extremadamente raras. También en 2019 se registró otro récord, el del calentamiento de los océanos, lo cual tiene repercusiones generalizadas para el sistema climático y contribuye en más de un 30 % a la subida del nivel del mar a raíz de la expansión térmica del agua marina. A ello se suma la constante y prolongada pérdida de hielo marino en el Ártico. Tal cóctel produce que las zonas costeras e islas queden expuestas a inundaciones.

En 2019, las condiciones más secas de lo normal en el Corredor Seco de América Central y el Caribe provocaron incendios forestales en el norte de Guatemala y Honduras, con efectos adversos en el desarrollo de los cultivos, y contribuyeron a la desecación de algunos ríos en Honduras. Después de lluvias por debajo de lo normal de mayo a agosto de 2019, alrededor de 50.000 familias perdieron cerca del 80% de su producción de maíz en Guatemala. Pérdidas significativas de cultivos (hasta el 70 % y 50% para el maíz y el frijol, respectivamente) también se informaron en Honduras bajo condiciones secas similares. En septiembre de 2019, el Gobierno declaró una emergencia debido a la pérdida de cultivos básicos, con más de 100 000 personas en riesgo de hambre.

En la Declaración de la OMM se menciona que en 2019 “7 de cada 10 millones de nuevos desplazamientos internos se debieron a desastres meteorológicos y climáticos” y “Cientos de millones de personas se vieron afectadas por la contaminación atmosférica”. Lo anterior es una cuestión central que pone de relieve los efectos dramáticos del sistema económico imperante que ha logrado romper, en apenas cientos de años, el delicado equilibrio que por millones de años se había logrado en las interacciones biogeoquímicas en las capas de la Tierra (e.g. geosfera, hidrosfera y atmósfera). Por una parte, los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos trajeron consecuencias en la seguridad alimentaria en el cuerno de África, donde aproximadamente 22,2 millones de personas padecieron de un elevado nivel de carestía de alimentos, y se reportaron pérdidas significativas de cultivos (hasta el 70 % y 50% para el maíz y el frijol, respectivamente) en Honduras, con más de 100 000 personas en riesgo de hambre. En El Salvador, se estima que más de 70.000 hogares se vieron afectados por la falta de alimentos y agua potable. Por otra parte, los Estudios recientes coinciden en señalar que la tasa anual de mortalidad prematura global asociada a la contaminación atmosférica puede ser del orden de los 9[ix],[x] millones de personas/año. Dicha contaminación (principalmente de sustancias como el ozono -O3, amoníaco NH3 y óxidos de nitrógeno NOx) también tiene impactos negativos directos en vegetación y fauna, calidad del agua y del suelo, y la prestación de servicios ecosistémicos que ellos soportan[xi]. En definitiva, una afectación que también tiene repercusiones en la humanidad al considerar nuestra dependencia de los recursos naturales que nos provee el planeta.

[i] Casos globales de Coronavirus (COVID-19) registrados por el Centro de Sistemas Científicos e Ingeniería de la Universidad Johns Hopkins (JHU) de los Estados Unidos. Fuente: https://coronavirus.jhu.edu/map.html (consultado el 14/03/2020 a las 11:30 horas del portal web).

[ii] El 3 de marzo la Organización mundial de la Salud alertaba sobre la escasez global de equipos de protección personal lo cual ponía en peligro al personal sanitario: https://www.who.int/es/news-room/detail/03-03-2020-shortage-of-personal-protective-equipment-endangering-health-workers-worldwide .

[iii] Acaparamiento de alimentos en España (https://www.elplural.com/sociedad/escasez-alimentos-supermercados-madrid-miedo-coronavirus_234890102) o Australia (https://www.telesurtv.net/news/coronavirus-medidas-prevencion-pandemia-errores-20200312-0026.html )

[iv] Declaración de la OMS (09/03/2020) al pasar los 100,000 casos de coronavirus: https://www.who.int/es/news-room/detail/07-03-2020-who-statement-on-cases-of-covid-19-surpassing-100-000 .

[v] Declaración de la Organización Meteorológica Mundial sobre el estado del clima mundial en 2019. Disponible en: https://youtu.be/XPatA5EQtc0 .

[vi] Nota de prensa de Naciones Unidas con ocasión de la rueda de prensa dada para presentar la Declaración de la OMM sobre el estado del clima mundial en 2019. Fuente: https://news.un.org/es/story/2020/03/1470901 .

[vii] Hubau, W., Lewis, S.L., Phillips, O.L. et al. Asynchronous carbon sink saturation in African and Amazonian tropical forests. Nature 579, 80–87 (2020). https://doi.org/10.1038/s41586-020-2035-0 .

[viii] La COP25 consigue un acuerdo mínimo para reducir las emisiones y fracasa en la creación de un mercado de carbono. https://www.publico.es/sociedad/cop25-preacuerdo-cumbre-clima.html.

[ix] Lelieveld, J., Pozzer, A., Pöschl, U., Fnais, M., Haines, A., & Münzel, T. (2020). Loss of life expectancy from air pollution compared to other risk factors: a worldwide perspective. Cardiovascular Research. https://doi.org/10.1093/cvr/cvaa025 .

[x] Burnett, R., Chen, H., Szyszkowicz, M., Fann, N., Hubbell, B., Pope, C. A., … & Coggins, J. (2018). Global estimates of mortality associated with long-term exposure to outdoor fine particulate matter. Proceedings of the National Academy of Sciences, 115(38), 9592-9597. https://www.pnas.org/content/115/38/9592.

[xi] Agencia Ambiental Europea. Calidad del aire en Europa – Reporte 2019. EEA Report No 10/2019. Enlace https://www.eea.europa.eu/ds_resolveuid/aa20d8e001774ca7a438cdfc12f8d22a .

https://semanariovoz.com/crisis-sistemica-coronavirus-i/

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