CULPABLES // LA CULPA NO ES ....
CULPABLES
Aunque tarde, la justicia llegó. Después de una década de autoritarismo, despilfarro económico y corrupción institucionalizada, la sentencia de los jueces de la Corte Nacional determinó la culpabilidad de Rafael Correa, Jorge Glas y otros dieciséis sujetos por su participación en el caso Arroz Verde.
La mayoría de los juzgados deberán cumplir ocho años de cárcel, ofrecer disculpas públicas al pueblo ecuatoriano, resarcir integralmente el perjuicio económico hecho al Estado, adicionalmente ellos perderán los derechos políticos por lo que no podrán participar como candidatos en los próximos veinticinco años, etc.
A pesar de los malabares jurídicos, los intentos de fuga de los procesados, la destrucción de grilletes electrónicos, la imputación de jueces y fiscales; el correísmo no logró eludir sus responsabilidades con los sobornos solicitados a empresas para financiar las distintas campañas electorales.
Por delante el correísmo podrá interponer varios recursos jurídicos en el país y hasta amenazan con llevar el caso al sistema judicial internacional para evitar cumplir la sentencia, más sus argumentos son débiles.
Es ridículo imputar la traición de Moreno cuando ellos mismos lo entronizaron en Carondelet, suena desesperado que cuestionen la justicia a la que Correa metió las manos, es increíble que impugnen la imparcialidad de los testimonios de quien antes fue considerada la hermana menor de Rafael. Ese papel de víctimas al que apelan los corruptos es un recurso cada vez más desgastado y solo tiene receptividad en sus aduladores.
Mejor deberían poner sus barbas en remojo, pues ese no será el único dictamen que Correa reciba por sus acciones y omisiones, hay varios casos que esperan ser investigados y juzgados por los que acumulará más años de prisión.
Este es un triunfo del pueblo que sigue en su lucha para derrotar a la impunidad y no debe ser usado como distractivo para que el gobierno eluda su ineptitud ante la emergencia sanitaria.
La sentencia también invita al régimen de Moreno para que se mire en el espejo del correísmo. Ningún caso de corrupción se puede tapar con un dedo, los recursos públicos durante una emergencia no deben ser el negociado de ciertas autoridades, la prepotencia no puede imponerse para acallar a quienes reclaman. Más temprano que tarde las élites pagarán sus culpas.
LA CULPA NO ES ....
La emergencia sanitaria está desbordada. Las cifras de contagios y muertes, por COVID-19, que entrega el gobierno de Moreno no son ciertas y la paciencia popular va colmándose ante las reiteradas negligencias del Estado.
En las frías estadísticas del régimen no se contabilizan las personas fallecidas que yacen sobre veredas y calles de Guayaquil, indignamente revueltos entre fundas de basura, mientras los cuerpos se pudren a la intemperie y propagan el virus.
El grado de indolencia del gobierno es tal que ni siquiera existen protocolos claros para el tratamiento de los cadáveres, dicen y desdicen que preparan una fosa común para arrojar los despojos de los muertos por coronavirus; esa simple posibilidad es una guía para proyectar la duración e intensidad de la pandemia irresponsablemente enfrentada.
En clínicas y hospitales la desesperación reina. Se multiplican los médicos, enfermeras y demás trabajadores de la salud que están infectados, los héroes y heroínas hasta ahora no cuentan con los suficientes insumos de bioseguridad. La capacidad instalada de clínicas y hospitales en la provincia del Guayas está rebasada, literalmente la gente está muriendo en los pasillos de las casas de salud y, si no se toman medidas más efectivas, es muy probable que esta situación se extienda a otras ciudades del país en los días venideros.
La culpa no es de los monos o guayacos, como los regionalistas quieren adoctrinar. El virus puede infectar sin discriminación de clase, social o de género, pero son los pobres quienes sufren las peores consecuencias.
No tiene sentido exigirle a esos miles de comerciantes minoristas que cumplan la cuarentena, cuando en sus hogares levantados entre cañas y sin servicios básicos hace falta el pan. Esos trabajadores del día a día, ellos que fueron garroteados por el modelo exitoso, no deben ser culpados de insensatos.
Los irresponsables son las élites que se enriquecieron con los sobreprecios en la década anterior, los miserables son los neoliberales que destartalaron la salud pública, los criminales son los ortodoxos que prefieren pagar la deuda externa antes que precautelar la vida, los insensibles son quienes aprovechan de la catástrofe para seguir con la corrupción y los negociados.
Pero la vida vencerá, esa victoria será obra de los pobres, de los trabajadores.
Francisco Escandón Guevara
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