LAS GUERRAS CAMPESINAS EN EL ECUADOR
LA ALIANZA OBRERO CAMPESINA
Reseña histórica de la lucha campesina y obrera en el Ecuador.
(Tomado de “Nuestra Política en el Movimiento Obrero. MIR. Enero 1985, Segunda Edición)
INDICE Introducción
Capitulo i. América un volcán insurrecto
Capitulo ii. La guerra de Túpac Amaru
Capitulo iii. Las instituciones coloniales de servidumbre y esclavitud
Capitulo iv. Las guerras campesinas en el ecuador
Capitulo v. Nuestros precursores
Capítulo vi. La guerra campesina de Fernando Daquilema
Capítulo vi. La revolución liberal y la lucha social
Capitulo vii. La clase trabajadora y el proletariado Capitulo ix. La ofensiva de los agroindustriales Capitulo x. La reforma anticomunista
PARTE 3.-
CAPITULO IV. LAS GUERRAS CAMPESINAS EN EL ECUADOR
Hasta hace muy poco tiempo, el papel de las luchas de los pueblos de la América precolombina, en la resistencia a la conquista, y la colonización; así como su protagonismo en las guerras de la independencia, era soslayado. En la historia de nuestra América no se ha dado el justo lugar que los hombres y mujeres del pueblo, y a su batallar en las diversas etapas de la lucha por la libertad de nuestra América. Pese a ello, destaca Rumiñahui.
Las luchas anti-colonialistas son reseñadas como pequeños tumultos. A los grandes levantamientos se los ubica como movimientos carentes de objetivo; dejando así a los hombres y mujeres de los pueblos indios fuera de la causa emancipadora.
Los historiadores vieron en las luchas contra el vasallaje, y contra el colonialismo interno, ausencia de objetivos y carencia de razón, porque la explotación colonial, habría terminado con las guerras de la independencia; tratando de ocultar que en las repúblicas, se prolongó la esclavitud feudal, y se profundizo su explotación en el nuevo modo de producción capitalista.
Hoy, las luchas campesinas, tienen cada día un fuerte carácter anti-capitalista y anti- imperialista, aunque se las presenta como obra de agitadores profesionales, y no como resultado de la miseria del indio y el montubio.
Sublevaciones 1578, 1592
A partir de 1570 se reseñan acciones campesinas que tienen el carácter de verdaderas insurrecciones. Contra los repartimientos; es decir contra el reparto de los indios de las comunidades entre los hacendados, mineros, obrajeros, que realizaban las autoridades españolas, de tiempo en tiempo. Tales levantamientos se dieron en distintos lugares, y sobresalen los de Ávila y Archidona, los de Lita, Quilca, y los de Quijos de 1587. En 1797, las sublevaciones de Chambo, Guamote, Columbe, Píllaro, San Miguel, y Tulcán.
En contra de los impuestos. 1600
Desde 1600, los levantamientos, las protestas, son una clara negativa a aceptar la autoridad del rey, negándose a pagar impuestos: en 1611 los Malambas, en Esmeraldas. En 1615 en Otavalo Imbabura; 1619, nuevamente los Malambas y los Tomolos.
Primeros motines de los trabajadores 1623
A partir de 1623, comienzan las sublevaciones en los obrajes. En Latacunga, los obrajes de la pólvora en 1768. En el obraje de San Idelfonso, en Ambato en 1771; en San Felipe, Latacunga, y en Otavalo en 1780.
En 1637, la ciudad de San Francisco de Borja, es atacada por los llamados indios Maynas, son las luchas de las comunas contra las mitas
Las luchas del campo a la ciudad. 1700
En 1700, las sublevaciones se multiplican, se lucha contra todas las formas de dominio español; en 1764, contra los impuestos.
En Guano en 1766 contra los abusos de los blancos. En 1778, contra los censos.
Ambato, inscribe el lema "mejor morir baleados que de hambre".
En 1784, en las minas de Calpi, San Luis, y San Juan, bajo el grito de "lo que hemos de morir en las minas, hemos de morir aquí".
Entre el independentismo y el retorno al incario
En 1800, comienzan los movimientos independentistas y anti-monárquicos. En 1803 el movimiento libertario de Cecilio Taday y Julián Quito, en las regiones de Columbe, Guamote.
Las luchas contra los herederos del colonialismo
En 1868, en Guano; en 1871 Yaruquíes, Punín, Calpi, al mando de Fernando Daquilema, levantando su programa agrarista, igualitario y democrático.
Luego de la participación india en las guerras alfaristas, nuevamente volvieron a hacer escuchar su voz en 1921, en toda la provincia de Chimborazo. Y por la recuperación de la tierra, en 1960, 1970, 1980, 1990; en 1994 contra la nueva Ley Agraria, y hoy contra la ley de aguas y de minería.
He aquí un pueblo que como volcán ha permanecido siempre latente en su lucha emancipadora, en su lucha libertaria. Quinientos años no han sido suficientes para derrotar al pueblo indio, a los habitantes de nuestra América, a nuestra raza sometida, pero jamás vendida. El pueblo indio de América despierta para hacer escuchar sus reclamos, para exigir sus derechos, para tomar un puesto en la construcción del progreso de nuestra América.
CAPITULO V. NUESTROS PRECURSORES
La conquista del Tahuantinsuyo, no habría alcanzado éxito de no haber mediado la división del imperio Inca entre las casas reales de los Hanan Cuzco. No habrían logrado su propósito de no haber contado con el apoyo que les brindaron ciertas nacionalidades.
Con la conquista de nuestras tierras, los peninsulares impusieron una serie de instituciones esclavistas, y una organización social y política que permitiera al impero español dominar y explotar a los indios de América. En esta labor destaca el papel del clero y la iglesia, que aplicaron los métodos de la Inquisición.
El héroe de la resistencia nacional, Rumiñahui, batalló a lo largo de nuestra patria, convirtiéndose en uno más de los tantos guerreros de lucha popular. Pero el héroe de la resistencia nacional y el ejército revolucionario no podían triunfar, por diversas causas. No porque los españoles sean mejores combatientes, sino porque la técnica militar del
conquistador era superior. El armamento del conquistador, cambio las condiciones de la guerra, y correspondía a la expansión de la naciente economía capitalista.
El héroe de la resistencia nacional, aunque le asistía la razón en su lucha, luchando contra la historia, contra el progreso. No podía triunfar, en el arte militar. Su triunfo sería y será en la historia política, porque las victorias de aquellos luchadores de la resistencia nacional, son aún hoy banderas de combate contra el agresor capitalista, que somete y saquea a nuestra patria. Allí se levanta Rumiñahui como el primer precursor de nuestra emancipación.
De la lucha de resistencia nacional, quedan las lecciones para nuestro pueblo; de que, sin la unidad de la nación, es decir, sin la unidad de los explotados y oprimidos del campo y la ciudad, no se puede resistir y peor aún vence al invasor, no se puede vencer al explotador.
La carnicería del conquistador, en lo que hoy es nuestra patria, se mantiene viva en el recuerdo del pueblo, lo mismo que los ejemplos de aquellos que se alzaron en armas contra el extranjero opresor, contra la esclavitud, con el vasallaje. Por eso, a lo largo de la historia, encontramos a nuestro pueblo levantándose en sucesivas insurrecciones, que van preparando su fuerza, uniendo su propósito y desarrollando su unidad revolucionaria.
Fueron los levantamientos populares que tuvieron como protagonista a los indios, negros, mestizos y cholos, los que antecedieron a los de los criollos nobles y aristócratas terratenientes. Fueron las mujeres comerciantes, las que se levantaron contra los colonialistas.
En 1803, a 22 años de la gesta libertaria de Túpac Amaru, se levantaron los pueblos de nuestra patria, con un programa igualitario, democrático, libertaria y agrarista.
Por ser terratenientes, los objetivos de los condes y marqueses frente a España, no podían encontrar unidad con los objetivos del indio frente al colonialismo y al sistema de esclavitud. A lo largo de la historia de nuestro país, la lucha contra las instituciones feudales: mitas, obrajes y las cargas tributarias impuestas por la corona, la administración criolla y el clero, fue permanente, pues éstas instituciones no desaparecieron, sino que se fueron perfeccionando, fue el nombre el que cambió1.
Si bien, Espejo, de origen indio, levantó su pluma para organizar la lucha de emancipación, no menos cierto es que fue otro letrado, Cecilio Taday, quien comenzó los preparativos insurrecciónales, a fin de lograr un levantamiento amplio y vasto en su extensión -de Cuenca a Pasto.
En efecto, los precursores Tomás Asitimbay y Antonio Obando son los iniciadores de los movimientos revolucionarios de nuestro pueblo y del pueblo indio. Movimiento que ha de durar por más de un cuarto de siglo. De ellos tomará la bandera Cecilio Taday y le dará un contenido diferente en amplitud y objetivos. Por eso, las proclamas anti-monárquicas, claras y concisas son las levantadas en las guerras campesinas.
Fueron éstos quienes se levantaron contra la política del conde de Carondelet, de nuevos tributos a los indios, tributos que significaban la muerte. La mita de obras y caminos, no era sólo una terrible pesadilla para las comunidades indias, sino también los nuevos impuestos, para desarrollar la obra pública de la Real Audiencia de Quito.
El silencioso y efectivo chasqui, lleva y trae noticias y acuerdos de los diversos pueblos y comunidades indias. Pero la ira del pueblo indio comenzó a hacerse sentir ya el 28 de febrero y tomará cuerpo el 7 de marzo de 1803. Pese a los esfuerzos por retardarla, para su mejor organización, la insurrección se precipita.
1 Huasipungo, concierto, arrimado, yanapa, partidario, hortelenía.
Cecilio Taday une los esfuerzos y el odio de la raza india, que encuentra en las nuevas leyes civiles y religiosas la causa de su miseria y muerte. Es él quien interpreta la verdadera intención de los decretos y leyes de la Real Audiencia, es él quien demuestra al pueblo indio que, con esta ley, los blancos "quieren quitarles a sus hijos". Es él quien ve, que la rapacidad de la clase dominante y su política de impuestos sobre el pueblo indio, significa -en esencia- que se quiera cobrar impuestos por el agua, el aire, los bosques, etc.
Es Cecilio Taday, quien demuestra al pueblo indio que la hora ha llegado, que antes que el explotador los mate y destruya su raza, era menester prepararse y pasar a la acción, a fin de reivindicar la libertad, la igualdad, y, sobre todo, la democracia, la misma que no podía existir sino se devolvía la tierra de sus mayores a sus verdaderos dueños, los pueblos indios.
Es Taday quien traza la estrategia de la sublevación anti-colonialista, es él quien ve con agudeza que se puede derrotar a los españoles, criollos, nobles y más explotadores, mediante una estrategia de sucesivos levantamientos que vayan cercando a las grandes ciudades. Una estrategia de guerra que, liberando el campo, imponiendo un cerco a las grandes ciudades, tomando y reivindicando su poder en los pequeños poblados, someta a las grandes urbes. Es
él quien ve que había que destruir el poder colonial atacando a sus representantes, las autoridades eclesiásticas y civiles.
En efecto, el levantamiento se extiende, partiendo de los anejos de Pulicante, Samán, Caguán y Naubug, todos ellos en las estribaciones de Yaruquíes. Luego, toman fuerza en Columbe, Cebadas y Licto, para más tarde tomar su verdadera dimensión en Guano, Punín, Chambo, Licto y hacer el centro de su acción revolucionaria en Guamote, con lo cual se extendían el movimiento por lo menos a cuatro provincias de lo que hoy es el Ecuador.
A Taday se une el insigne capitán Julián Quito, guerrillero indomable y verdadero conductos de las tropas insurrectas a lo largo de los levantamientos, y de quien aprendieron los indios sus principales tácticas de lucha: combatir en ventaja desde las lomas, nunca aceptar combate en las planicies, hacer centros de resistencia en los pasos de caminos, y evitar que el enemigo se desplace por caminos y carreteras, destruyendo para ello puentes y cerrando vías.
Fue el gran capitán, quien enseñó a sus combatientes que aun en desventaja se podía combatir al ejército colonialista. Él enseñó que el armamento del opresor se lo puede primero inutilizar, luego apropiar y finalmente superarlo con la creación popular en el arte de la guerra; por ello, que aconsejaba que ante los disparos del ejército todos sus combatientes debían botarse al suelo a fin de no dar cuerpo, ante las balas de cañón aconsejó salir de su perímetro, ya que éstas podían causar daño en las planicies, nunca en las montañas y cerros.
Julián Quito, proclamaba el programa de la insurrección, y de su organizador, el ideólogo Cecilio Taday, al afirmar que "todo esto era de los indios y hay que recuperarlo". Arengaba a los miembros de las comunidades diciéndoles que debían interesarse, y que el indolente será muerto y su casa quemada. Así, Julián Quito define la causa revolucionaria, y su programa de libertad, igualdad y recuperación de las tierras como una causa sagrada.
Este proceso insurreccional fue derrotado por los colonialistas, y a él no se sumaron los criollos ni los nobles que buscaban la independencia de nuestra patria; y se explica que no hayan dado su apoyo, porque ésta era una revolución profunda, que afectaba no sólo los intereses y el dominio de la Corona, sino también el poder de criollos, nobles y de la iglesia. Si bien fue derrotada, solo fue sofocada completamente en dos años.
En la batalla de Tanquis, los combatientes encabezados por el gran capitán Julián Quito gritaban desde las montañas "vengan mestizos, aquí les esperamos para darles palo". Perdieron la batalla y comenzó una cacería feroz y sanguinaria. Perecieron nuestros próceres en la misma forma de sus antecesores, en medio de torturas, y las ejecuciones. Nunca dijeron nada, nunca delataron a nadie, nunca se retractaron de su causa, murieron con dignidad.
Julián Quito nunca fue apresado, se convirtió primero en guerrillero, siguió combatiendo y más tarde se hizo leyenda; todavía su brazo y su voz resuenan con el tiempo y su llamado de justicia ánima la lucha emancipatoria de los explotados del campo y la ciudad.
Con el asesinato de Taday, de Lorenza Abimayay se cierra un capítulo de la lucha anticolonialista de nuestro pueblo. Los colonialistas pensaron en más de una ocasión que capturaron a Julián Quito, pero los numerosos hombres que fueron asesinados, y dijeron ser Julián Quito, sabían que éste seguía bregando en las montañas.
Nuevamente la historia se abre para nuestros pueblos, sus protagonistas son los mismos explotados, los mismos oprimidos, los mismos despojados de vida y porvenir, los indios y cholos, los modernos trabajadores de la hacienda y la industria capitalistas.