LOS PRESIDENCIABLES
A la puerta de las nuevas elecciones proliferan varias precandidaturas que buscan relevar a las autoridades de elección popular. Particularmente los aspirantes a la Presidencia suman más de dos decenas, entre ellos está el sucesor de Moreno.
Esa dispersión se aclarará una vez inscritas las candidaturas. Hay varios ilustres que no tienen siquiera organización política que los cobije, en otros casos deberán someterse a los procesos de democracia interna y existe un sinnúmero de globos de ensayo con intereses de impulsar alianzas, forzar binomios presidenciables o encabezar las listas de asambleístas.
Estas indefiniciones son parte de la incertidumbre electoral en la que no hay favoritos. Pero en estricta dimensión de la correlación de fuerzas actual, hay tres tendencias y cuatro candidaturas que podrían polarizar los sufragios.
La derecha tradicional está dividida en dos opciones. CREO postulará por tercera vez al banquero Lasso, cuya aceptación en los sondeos de opinión están estacionados, pues el ancla de sus posibilidades es el cogobierno con Moreno. La otra candidatura de esta tendencia, auspiciada por los socialcristianos, podría ser Sonnenholzner, para quien el reto de desmarcarse del actual régimen es complicada por su prolongada participación en un gobierno neoliberal, corrupto e inepto. De ganar cualquiera de estos candidatos se mantendrán las políticas fondomonetaristas.
La segunda tendencia de derecha y tercer candidato es el cuadro del correísmo, que antes deberá flanquear la imposibilidad de que Rafael sea candidato (a vicepresidente o asambleísta), la suspensión del registro electoral, las disputas internas, etc. Su estrategia electoral será la apelación al recuerdo del caudillo traicionado, útil para el fanatismo del voto consolidado, pero no para la mayoría de sufragantes que vinculan correísmo con corrupción, violación de libertades públicas y despilfarro económico.
La otra tendencia, de la izquierda social y política, aún debe definir el candidato que la represente, será un indígena. Su éxito está vinculado a la unidad de las fuerzas populares, a la definición de un programa anticrisis alternativo, a la incorporación de su base social en la campaña y a la estrategia proselitista esperanzadora de que el pueblo será gobierno.
¿Siguen las élites o gobiernan los de abajo? En febrero del año 2021 se sabrá