¿Por qué 17 candidatos a la presidencia?
Foto: Plan V
A todos ha escandalizado este nuevo record del país: 17 binomios participarían en las próximas elecciones de febrero de 2021.[1] ¿Por qué tantos candidatos presidenciales en un país pequeño como el Ecuador? Por las mismas razones por las que tenemos registrados 283 organizaciones políticas en el Consejo Nacional Electoral (8 Partidos Políticos, 16 Movimientos Nacionales, 72 Provinciales, 167 Cantonales y 20 parroquiales). Por las mismas razones que tenemos el record mundial de 19 Constituciones aprobadas y algunos ya están pensando en la Constitución número 20 (¡¡¡), como si cambiando las leyes en el papel se puede cambiar la sociedad. Por las mismas razones por las que, a través de estos 180 años de existencia del Estado, hemos tenido cerca de 40 golpes de estado, cuartelazos o dictaduras civiles y militares. Por las mismas razones por las cuales hemos elegido al 60% de los asambleístas actuales con problemas con la justicia, según su propio Presidente, y así se puede enumerar otros acontecimientos que demuestran una sola realidad: el Ecuador es un Estado fallido. “Ecuador: Una Nación en Ciernes” se titula una excelente obra histórica de los sociólogos Rafael Quintero y Erika Silva, es decir un Estado en formación, que no ha madurado, que no termina de constituirse como tal, como un Estado Nacional moderno, y parece que este problema continuará en el futuro.
Entonces, ¿cuáles son las razones de todas estas evidencias de fraccionamiento político extremo, ingobernabilidad y desestructuración social? Son al menos las siguientes:
Dice un conocido texto de Marx que “Tanto las relaciones jurídicas, como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que radican, por el contrario, en las condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel, siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de sociedad civil, y que la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política” (Contribución a la Critica de la Economía Política. 1859). Siguiendo este hilo conductor de la ciencia social, la razón principal de este extremo fraccionamiento político radica en una característica propia del capitalismo ecuatoriano que se denomina “heterogeneidad estructural”, y que no es sino la existencia de una matriz económica y social con una diversidad de formas de producción: capitalistas modernas, capitalistas atrasadas, precapitalistas, comunitarias, campesinas, artesanales, economía informal; matriz cruzada además por una diversidad étnica y cultural y subordinada a la dependencia del capitalismo central. En resumen, un capitalismo subdesarrollado, desigual y dependiente, sustentado en un modelo extractivista.
Esta estructura económica desarticulada tiene un origen histórico, no solo por la organización colonial pre capitalista sustentada en el sistema de hacienda, que tuvo sometidos a relaciones de servidumbre y/o semi esclavitud a la fuerza de trabajo indígena durante tres siglos, sino que, después de la independencia, no se consolido un capitalismo nacional con un mercado interno integrado. Todo lo contrario, la vía de desarrollo capitalista primario – exportador (vía oligárquica le llamará Agustín Cueva), termino generando un problema regional Costa – Sierra y con ello se desarrolló una oligarquía agro exportadora y bancaria rentista, cuya base de reproducción estaba en el mercado externo y que nunca logro en constituirse en una clase nacional hegemónica. Si bien la Revolución Liberal significó un avance en el proceso de modernización capitalista, no logró destruir a la clase terrateniente serrana y el poder de la iglesia católica y pronto se confabularon las fuerzas reaccionarias para asesinar a Eloy Alfaro, el “viejo luchador”. Más de un siglo después de la independencia, para los años 60 del siglo XX, Manuel Agustín Aguirre decía de la sociedad ecuatoriana:
“Abigarramiento económico, abigarramiento político y abigarramiento social y cultural. Mosaico y taracea. Economía de retazos, de parches y remiendos, de etapas pasadas y presentes, contradictorias y contrapuestas, que no han podido cancelarse y ni superarse, y que coexisten, se hacinan en un amontonamiento de siglos. Economía envejecida antes de desarrollarse, aplastada, deformada por la presión de economías exteriores. Tipos de cultura que aún no han podido fundirse, asimilarse y unificarse plenamente. Política caótica y desorientada, al servicio de las oligarquías dominantes, democracia de papel y tinta, al margen de las grande mayorías eternamente condenadas y proscritas”[2]
Esta situación de base, se podría decir, tendrá dos efectos, en el ámbito de la estructura de clases y del Estado. En el caso de las clases sociales, y esta es una segunda razón, no se conformó una burguesía nacional, una CLASE NACIONAL que tenga en su ideario un proyecto de nación que logre el consenso de las otras fracciones y de los sectores subordinados y todos empujen por una nación soberana, cohesionada y democrática. Esto, que no ha existido en el Ecuador (y en América Latina), ha llevado a disputas políticas nacionales o regionales, a la ausencia de una hegemonía política en el Estado y a la imposibilidad de construir un proyecto nacional democrático inclusivo. Lo que existe históricamente y en la actualidad es un modelo oligárquico excluyente, con los mayores niveles de desigualdad social y una disputa por pequeños intereses económicos entre fracciones de una burguesía mercantil (exportadora-importadora) y financiera que vive de su vinculación al mercado mundial y al capital extranjero, antes que del mercado interno o de un modelo de acumulación de base nacional.
En una reciente entrevista al escritor Juan Valdano (El Comercio 06/9/2020), se pregunta. “¿Dónde está el estadista que mire al Ecuador como un todo, más allá de las diferencias regionales y los intereses de grupos?”. Precisamente, la ausencia de una clase unificada y más bien la presencia de un conjunto de fracciones (producto de ese abigarramiento económico y social) hace imposible pensar en el Ecuador como un país, como un proyecto de nación. Esta es la tercera razón, no se logró estructurar verdaderos Partidos Políticos de cuadros portadores de una filosofía política o representación ideológica de una clase, lo que ha primado en los procesos políticos nacionales es el caudillismo, los caciquismos locales, el personalismo o el populismo, cuando no el golpe de estado o dictaduras con la participación directa de las Fuerzas Armadas. Cada grupo defendiendo sus pequeños espacios de interés, 17 binomios sin un horizonte estratégico sino como un saco de alacranes que se pelean por desvalijar el país. Las ofertas demagógicas serán el nivel del debate político de estas “élites” que más bien avergüenzan a la sociedad. Esa es la “democracia” que nos convoca a votar cada cuatro años por personajes salidos de empresas electoreras, dizque de “primarias” que todos saben, incluido el TSE, que son una farsa.
Si pensamos que la sociedad es un todo orgánico articulado, lo que sucede en la economía se refleja en la estructura de clases y la “calidad” de esas clases se expresa en los procesos políticos, como se ha señalado. Pero hay una cuarta razón, como consecuencia de ese abigarramiento económico, de esa “burguesía inacabada”, como dice el intelectual boliviano René Zavaleta, aparece un actor central en la vida de nuestros pueblos: el Estado. Sin una verdadera burguesía que cumpla un rol progresista en la consolidación de la democracia, que haga las reformas necesarias para consolidar un mercado interno (la Reforma Agraria, por ejemplo), que lleve adelante un proyecto industrializador, que promueva políticas sociales redistributivas, etc., en ese contexto, el ESTADO (que en nuestros países aparece antes que la burguesía, como “copia” del modelo europeo y norteamericano con la independencia), pasa a convertirse en el actor protagónico que asume esas tareas. Después de la Revolución Liberal, con la separación de la Iglesia del Estado y el inicio del proceso de secularización, la construcción del Estado ha sido una tarea que ha seguido un camino sinuoso, según los intereses para mantener las condiciones del proceso de acumulación: del Estado laico (1895) se pasó al Estado oligárquico (1912-1925), luego al Estado regulador de la Revolución Juliana (1925-1932), al Estado desarrollista a partir de la década de 1960 (como respuesta de la “Alianza para el Progreso” promovida por los EE.UU. contra la Revolución Cubana), al Estado neoliberal (con Febres Cordero y Sixto Duran), al Estado neo desarrollista con Rafael Correa y al renacer del Estado neoliberal sometido al capital imperial (FMI-BM), con el gobierno actual. En cada caso han sido las políticas públicas las auspiciadoras de reformas sociales, con adelantos o retrocesos y en determinadas coyunturas que el Estado tuvo importantes niveles de autonomía (en dictaduras militares, por ejemplo), ha sido el actor fundamental en el lento desarrollo del capitalismo ecuatoriano. También ha demostrado su carácter de clase, al asumir los costos de la corrupción bancaria que nos llevó a la dolarización en 1999 o el rol de fuerza de represión en la última crisis política de octubre de 2019. Tampoco ha dejado de ser el botín político de grupos corruptos o mafias políticas que se enriquecen controlando instituciones a través de las cuales se realizan compras o inversiones públicas.
No se trata de un Estado capitalista moderno en una economía capitalista subdesarrollada, no es eso, es un Estado también subdesarrollado, desarticulado, descoordinado, burocrático, pero, por la debilidad de la burguesía o de sus fracciones, le ha tocado cumplir funciones básicas tanto para mantener las condiciones materiales y jurídicas del proceso de acumulación capitalista, las funciones de dominación e incluso funciones para crear o fortalecer a la burguesía, como lo fueron las políticas públicas de apoyo los procesos de industrialización, por ejemplo. Por todo esto, la disputa de estos 17 binomios por el control del poder del Estado es la disputa por la “torta” mayor, de ello depende su existencia…
¿Y los sectores populares? Su situación social y política es una quinta razón que nos ayuda a entender el fraccionamiento político, pues ellos mismo, como clases subordinadas, que también son producto de la misma matriz económica capitalista subdesarrollada y dependiente, presentan sus características propias, entre las cuales se destacan su débil proceso de constitución como clases subalternas que les permita dar el salto político a la organización social para ser actores y sujetos políticos en la lucha de clases. Un movimiento obrero que es representación de un débil proletariado, con los más bajos niveles de organización sindical, carcomidos por la ideología del paternalismo estatal, de burocracias sindicales estancadas y sin visión estratégica de clase, durante décadas sometidas a la ideología conservadora de la iglesia católica y del paternalismo estatal, el proletariado ecuatoriano no ha logrado constituirse en la clase que haga de contrapeso a las fracciones dominantes. El Movimiento indígena después de 500 años de explotación y dominación ha demostrado ser el movimiento social de los sectores populares más combativo y con capacidad de movilización, pero por su propia situación de ser un movimiento étnico cultural campesino, no son ni pueden ser los portadores de un proyecto nacional y popular y de dirigir una alianza política de los sectores populares, peor aún de conformar el Partido de las clases subalternas. Hoy son parte de la jugarreta democrática de la burguesía y ahí están participando, divididos y sin ninguna alianza política. Esto no niega que las clases populares han jugado un papel de vanguardia en las luchas sociales tanto en términos históricos como actuales, como se demostró en la reciente revuelta social de octubre de 2019, en la que participaron todos los movimientos populares tanto urbanos como rurales. Pero su extrema división en cinco centrales sindicales, una diversidad de movimientos sociales, la división de las fuerzas de izquierda y la falta de espacios de concertación, también hace que los sectores populares se vean atrapados en el fraccionamiento político y no avancen en el proceso de construcción de un proyecto político de clase desde los nacional popular.
Por todas estas razones, que son de carácter estructural, ha habido 19 Constituciones, 40 golpes de estado, ahora, 17 binomios de candidatos a la Presidencia y, sobre todo, la ausencia de una clase dirigente que nos represente como Estado y como nación (conducción política y moral de la sociedad, decía A. Gramsci) o de clases subalternas que asuman esa tarea. La construcción del Estado Plurinacional es una tesis que aún está por ver si se hace viable, pero, por las características antes indicadas y, sobre todo, por el capitalismo subdesarrollado y dependiente y el modelo de acumulación extractivista en el que se sustenta, no están dadas las condiciones para la construcción de un Estado de ese tipo. Mientras tanto el Ecuador seguirá siendo un ESTADO EN CIERNES….
[1] https://elpais.com/internacional/2020-10-09/ecuador-marca-un-record-de-candidatos-presidenciales-con-17-inscritos-para-las-elecciones-de-2021.html
[2] Aguirre, Manuel Agustín; “América Latina y el Ecuador”. Editorial Universitaria. Quito, 1959. Pág. 14.
https://coyunturauceiie.org/2020/10/11/por-que-17-candidatos-a-la-presidencia/