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A la mierda la democracia

Juan Cuvi / Ecuador Today



Foto: El Universo



Súbitamente, Guillermo Lasso abandonó el discurso de la democracia para volver a la política pragmática. Es decir, al discurso de la fuerza, ese terreno en el cual las élites de este país se sienten a sus anchas. Si toca entrar a la segunda vuelta –concluyen– no será por los resultados en las urnas, sino porque se crean las condiciones para imponer una decisión final.


Bastaron 24 horas para que los asesores de Lasso le advirtieran sobre los riesgos que trae implícita la democracia. Por ejemplo, sentarse en igualdad de condiciones con un representante de los sectores subalternos. Desde una concepción supremacista de las relaciones sociales, haberle cedido la iniciativa a Yaku Pérez fue un error monumental. La transparencia del proceso electoral se convertía, en tales circunstancias, en un simple ornamento de la política pura y dura. Para Guillermo Lasso, revisar la mitad de los sufragios del 7 de febrero es una pretensión incompatible con la formalidad institucional. Las apariencias importan más que los derechos.


Los devotos, corifeos y seguidores del candidato de CREO hacen gala de una memoria híper selectiva, completamente discordante con la realidad. Una especie de olvido caprichoso: no recuerdan aquellos episodios incómodos para sus actuales aspiraciones. Haber paralizado una zona del norte de Quito durante varios días consecutivos, para denunciar un eventual fraude electoral en 2017, no implicaría un acto de presión sino una legítima defensa de la ley. Ese mismo recurso en manos de los movimientos sociales se convierte en un sabotaje.


Con el incumplimiento de su palabra a propósito del acuerdo del 12 de febrero, Guillermo Lasso acaba de reconocer que la disputa electoral con Yaku Pérez no descansa en las urnas sino en la confrontación política. En ese sentido, y sin proponérselo, reconoce la pertinencia de las movilizaciones sociales convocadas por el movimiento Pachakutik. Porque si él se atrinchera detrás de la sacrosanta muralla de la añeja institucionalidad política, tiene que aceptar que el asedio popular es una respuesta equivalente.


En efecto, ante la inminencia de un acto profunda e indiscutiblemente democrático, como rectificar las irregularidades electorales, las élites políticas, económicas y empresariales reaccionan desde la arbitrariedad. El esquema de dominación no puede ser cuestionado, mucho menos alterado. Lassistas, correístas y socialcristianos suscriben un pacto en el cual los parámetros de la política convencional no deben moverse. Al margen de la palabrería de cada bando, los intereses de los grupos de poder deben continuar intocables. Y únicamente Lasso y Arauz lo garantizan.


Que alguien desde los movimientos sociales (peor aún, desde el mundo indígena) se atreva a patear el tablero político resulta inconcebible. Hasta ahí no más llega la democracia.


https://ecuadortoday.media/2021/02/17/opinion-a-la-mierda-la-democracia/

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