Acontecimiento y estructura en Marx. Notas sobre La guerra civil en Francia
Franco Berardi “Bifo” / Sin Permiso
Foto: comunizar
El concepto de revolución no está elaborado específicamente en la obra de Marx: se podría decir, sostiene Franco Berardi “Bifo”, que la revolución ni siquiera es un concepto para él. Es un acontecimiento difícil de conceptualizar en términos estructurales. Habla de ello en los escritos históricos, en el Manifiesto Comunista y en La Guerra Civil en Francia. Este breve texto, publicado en Londres en 1871, recopila tres discursos pronunciados ante el Consejo General de la Internacional. Las páginas centrales del panfleto están dedicadas a la Comuna de París, cuyo 150 aniversario se cumple actualmente: contemporáneamente a los acontecimientos Marx captura su extraordinaria novedad, como manifestación autónoma de la clase obrera como sujeto político. La Comuna duró menos de cien días, pero marcó profundamente el imaginario político del siglo siguiente, hasta nuestros días. Ese experimento, «forma política descubierta, al fin», no es la manifestación de una tendencia implícita sino un acontecimiento impredecible, ya que determinada estructura no implica cada acontecimiento. Marx lo entiende, porque no era un determinista ni un doctrinario cascarrabias, un creyente dogmático de la necesidad histórica. Ciento cincuenta años después, con Bifo, volvemos sobre ese viaje encantado para descubrir algo que no esperábamos.
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Marx no habló mucho de revolución. El concepto de revolución no se elabora específicamente en sus obras. Me atrevo a decir que la revolución ni siquiera es un concepto para él: es un evento que difícilmente se puede conceptualizar en términos estructurales.
Marx habla de revolución en el Manifiesto Comunista de 1848 y en La Guerra Civil en Francia. Aunque el Manifiesto es más conocido, el otro escrito es relevante como un juicio maduro sobre el desarrollo de la fuerza política de la clase trabajadora.
Aunque sus obras anteriores fueron ampliamente conocidas y su nombre respetado por los insurgentes de la Comuna, Marx no influyó directamente en los acontecimientos de 1871. Las teorías de la conspiración de Blanqui y las utopías anarquistas de Proudhon prevalecieron más en la formación política de los comuneros. Pero esto no tiene mucha importancia para Marx: sabe que la lucha de clases es un devenir espontáneo más que un proceso conscientemente directo, y sabe que la posible emancipación del tiempo humano de las cadenas del trabajo asalariado no depende tanto de la dinámica estructural, del conflicto social, como del desencadenamiento imprevisible de los acontecimientos.
La tarea que Marx se asigna a sí mismo es la de interpretar los hechos como expresión de una dinámica inmanente, que trasciende la conciencia de los actores y la caprichosa variabilidad de los hechos. A pesar del papel decisivo que jugó Marx en la creación y dirección de la Asociación Internacional de Trabajadores, su perfil no es tanto el de un líder político, de alguien que lidera el movimiento y se dirige a las multitudes insurgentes como es el de un intérprete de signos, que vincula el desarrollo de la estructura inmanente con la evolución de la subjetividad social.
La biografía de Marx, y también su obra, giran en torno a dos tareas distintas y en ocasiones divergentes: la primera es construir un edificio teórico, la segunda es participar en los conflictos históricos de su tiempo, con especial interés en las primeras manifestaciones del nuevo actor político y social: la clase trabajadora. Los escritos teóricos a los que ha dedicado su energía intelectual, especialmente El Capital y los Grundrisse, además de los textos filosóficos juveniles, deben ser interpretados como el intento de extrapolar tendencias históricas destinadas a prevalecer en el largo plazo, mientras que los textos en ocasiones escritos en el contexto de los acontecimientos deben leerse en relación con los debates intelectuales y políticos de su tiempo
Marx no solo fue un filósofo, sino que, de acuerdo con su undécima tesis sobre Feuerbach, también fue un periodista, un organizador político y un polemista, en resumen un activista. Algunos de sus libros son colecciones de artículos (Trabajo asalariado y capital se publicó por primera vez en la Neue Rheinische Zeitung en 1847), otros son discursos pronunciados ante una audiencia de clase trabajadora (Salario, precio y ganancia es la transcripción de una serie de discursos pronunciados en la reunión de la Primera Internacional en junio de 1865).
El texto titulado La guerra civil en Francia, publicado en Londres el 13 de junio de 1871, es un documento breve de treinta y cinco páginas, resultado de la recopilación de tres discursos pronunciados ante el Consejo General de la Internacional en tres momentos distintos. Los textos, escritos originalmente en inglés, se inspiran en los acontecimientos que tuvieron lugar en París entre 1870 y 1871: acontecimientos que culminaron en la experiencia de la Comuna de París. El panfleto contiene consideraciones sobre la guerra franco-prusiana, la insurrección en París, la traición del gobierno de Thiers y muchos otros detalles. Pero las páginas centrales son las dedicadas a la experiencia de la Comuna: una apreciación de su novedad como manifestación autónoma de la clase obrera como sujeto político. En los años posteriores a su primera publicación, el folleto fue traducido al francés, alemán, ruso, italiano, español, holandés, flamenco, croata, danés y polaco, y relanzado por varios periódicos.
Marx percibe claramente la novedad absoluta de la experiencia parisina que duró menos de cien días, pero que marcó profundamente el imaginario político del siglo siguiente. Aunque gran parte del texto se concentra en hechos políticos y militares, lo que más interesa a Marx es el contenido social de la actividad diaria de los comuneros, particularmente la promulgación de medidas para el mejoramiento de la vida colectiva. De hecho, el día a día de la Comuna está marcado por la promulgación de leyes que sientan las bases de una transformación socialista de la producción y la vida colectiva. En una página del texto, Marx resume los primeros pasos de la Comuna:
“[…] «La bandera de la Comuna es la bandera de la república mundial». El 1 de abril se decidió que el salario más alto de un empleado de la Comuna, incluido por tanto el de sus propios miembros, no debería exceder los 6.000 francos. Al día siguiente la Comuna decretó la separación de la Iglesia del Estado y la abrogación de todos los pagos del Estado para fines religiosos, así como la transformación de todos los bienes eclesiásticos en patrimonio nacional; posteriormente, el 8 de abril se decidió prohibir en las escuelas todos los símbolos, imágenes, dogmas, oraciones religiosas, en definitiva, a «todo lo que pertenezca al campo de la conciencia individual», y la medida se fue aplicando paulatinamente. El día 5, en respuesta a los fusilamientos, que se producían todos los días, de los combatientes de la Comuna tomados prisioneros por las tropas de Versalles, se emitió un decreto de arresto de rehenes, pero nunca se llevó a cabo. El día 6 se sacó la guillotina con la ayuda del 137° Batallón de la Guardia Nacional y se quemó en público en medio de fuertes gritos de júbilo popular. El día 12 la Comuna decidió derribar la columna de la victoria en la plaza Vendôme, fundida después de la guerra de 1809 con los cañones tomados por Napoleón, y erigida como símbolo del chovinismo y el odio entre los pueblos. Esta decisión de ejecuta el 16 de mayo. El 16 de abril la Comuna ordenó realizar una estadística de las fábricas dejadas inoperantes por los industriales y la elaboración de proyectos para poner en marcha estas fábricas por parte de los trabajadores hasta entonces empleados en ellas y organizadas ahora en sociedades cooperativas, y para la creación de una gran unión de estas empresas. El día 20 se abolió el trabajo nocturno de los panaderos, así como el registro de los trabajadores que venía realizándose desde el Segundo Imperio exclusivamente por medio de sujetos designados por la policía, auténticos explotadores de los trabajadores. El registro se confió a los municipios de los veinte distritos de París. El 30 de abril se ordenó la abolición de las casas de empeño, que no eran más que una explotación privada de los trabajadores, en contradicción con el derecho de los trabajadores a sus herramientas de trabajo y crédito. El 5 de mayo se decretó la demolición de la capilla expiatoria construida como reparación por la ejecución de Luis XVI”.
Por primera vez en la historia, el problema del trabajo, en particular la reducción del tiempo de trabajo, pasa a ser el centro de la cultura que de forma paulatina se está conformando. Al mismo tiempo, por primera vez en la historia, la evolución de la lucha de clases aborda conscientemente el problema del estado. Estos dos niveles, transformación social de la relación entre trabajo y capital y transformación socialista del estado, deben ser examinados de manera diferente. El primero se refiere a la dimensión estructural que Marx exploró en sus textos teóricos, la contradicción fundamental entre trabajo y capital, la caída tendencial de la tasa de ganancia y la posible emancipación de la vida social del trabajo asalariado, que se inscribe en la evolución del intelecto general. El segundo nivel se refiere a la dimensión del acontecimiento: la voluntad individual y el consenso social no pueden reducirse a dinámicas estructurales. Esta dimensión escapa al análisis estructural y abre la puerta a la esfera impredecible de la autonomía subjetiva.
Veinte años después de la Comuna, y nueve años después de la muerte de Karl Marx, Friedrich Engels escribe en la Introducción a la nueva edición de La Guerra Civil en Francia: «El 28 de mayo, los últimos combatientes de la Comuna sucumbieron ante las abrumadoras fuerzas en la colina de Belleville, y no más de dos días después, el día 30, Marx leyó ante el Consejo General el documento en el que se expresa la importancia histórica de la Comuna de París con trazos concisos, contundentes y sobre todo tan verdaderos como ya no se ha vuelto a hacer en toda la enorme literatura sobre este tema». Reflexionando sobre la experiencia de la Comuna, Engels dice que «tuvo que reconocer desde el principio que la clase obrera, una vez que llega al poder, no puede seguir gobernando la vieja maquinaria del estado, que la clase obrera, para no volver a perder el poder recién conquistado, por un lado debe eliminar toda la vieja máquina represiva ya utilizada contra ella misma, y por otro debe asegurarse contra sus propios diputados y empleados, declarándolos sin excepción y en todo momento revocables».
Engels se preguntaba sobre el problema que más tarde Lenin intentó resolver, para bien o para mal: el problema de la relación entre la estructura y el acontecimiento, entre las dinámicas inscritas en el proceso general de producción (que conduce a la reducción del tiempo de trabajo y la emancipación de la sociedad del trabajo asalariado), y los giros impredecibles de la subjetividad social y la voluntad política. Lenin enfatizará la acción indeterminada de la voluntad política, y Gramsci, de hecho, en un artículo publicado el 24 de noviembre de 1917 en el periódico socialista Avanti, saludaría a la Revolución Bolchevique como una revolución contra El Capital en el doble sentido de la expresión. Un acontecimiento que rompe la cadena estructural conceptualizada por Marx. El acontecimiento de la Revolución Rusa, como el de la Comuna de París, no es predecible ya que no es un desarrollo necesario de la dinámica estructural inscrita en el proceso de producción. Además, Gramsci pretende decir que la Revolución Rusa puede considerarse una violación o una refutación de la creencia de Marx de que la revolución socialista debe desarrollarse primero en los países industriales más avanzados. Del mismo modo, la Comuna no es la manifestación de una tendencia implícita, sino un acontecimiento impredecible. El acontecimiento y la estructura no pueden describirse en términos de necesaria implicación mutua. La estructura no implica necesariamente todos los acontecimientos.
Según Franz Mehring, en la primavera de 1871 la policía de París hizo circular un informe según el cual Marx había expresado su desacuerdo con los comuneros, particularmente porque estaban más centrados en cuestiones políticas que en cuestiones sociales. Inmediatamente después, Marx respondió con un artículo publicado en The Times, en el que acusaba al informe policial de ser una invención insolente, una fake news, por así decirlo. Como persona con motivaciones éticas, como militante político, Marx se sintió plenamente comprometido con el apoyo a la Comuna de París. Sin embargo, ese informe policial no es ninguna tontería. Un policía inteligente que tal vez hubiera leído los textos teóricos de Karl Marx podría razonablemente adivinar que el filósofo riguroso no estaba de acuerdo con la simbología política de los comuneros y, por lo tanto, podría ignorar el acontecimiento en nombre de las predicciones estructurales implícitas en su teoría. Pero Marx no era ni un determinista ni un doctrinario cascarrabias. No esperaba en absoluto que el hecho histórico coincidiera con el análisis estructural y sus predicciones. No era un creyente dogmático de la necesidad histórica.
En el libro Communal Luxury , Kristin Ross señala que para Marx «lo que más importaba de la Comuna no eran los ideales a realizar, sino la propia existencia de ese experimento. Señaló que los insurgentes no tenían un modelo abstracto de la sociedad por venir. La Comuna era un laboratorio operativo de invenciones políticas […] en los días de la Comuna París no quería ser la capital de Francia sino un colectivo autónomo en una federación universal de pueblos»[1]. De hecho, Marx escribe:
“La clase obrera no esperaba milagros de la Comuna. No tiene utopías hermosas y preparadas para introducir «par dècret du peuple». Sabe que para realizar su propia emancipación, y con ella la forma más alta a la que la sociedad actual tiende irresistiblemente por sus mismos factores económicos, deberá pasar por largas luchas, por una serie de procesos históricos que transformarán las circunstancias y a los hombres. La clase obrera no tiene que realizar ideales, sino que debe liberar los elementos de la nueva sociedad de los que está preñada la vieja y decadente sociedad burguesa”.
En La Commune, Histoires et souvenirs [2] Louise Michel relata: «Una noche no sé cómo sucedió que los dos estábamos solos en la trinchera frente a la estación: el ex Zuavo pontificio y yo, con dos rifles cargados [...] tuvimos una suerte increíble de que la estación no fuera atacada esa noche [...] mientras realizábamos el servicio, yendo y viniendo en la trinchera, de repente me dijo: ¿qué efecto tiene sobre ti la vida que estamos haciendo? Y le dije, bueno, el efecto es ver que frente a nosotros hay un puerto al que debemos llegar. Y él respondió: el efecto que siento es el de alguien que esta leyendo un libro ilustrado de aventuras. Seguimos caminando de un lado a otro en la trinchera en silencio».
En esta escena, en esta breve conversación, podemos leer una metáfora del futuro movimiento revolucionario que estaba destinado a sacudir al mundo en el siglo XX. Una apasionada intelectual camina con un soldado vaticano que ha desertado de las filas de la coalición pro-francesa para unirse a la guardia de ese extraño experimento, un poco fuera del mundo, que nunca se había visto antes de la Comuna de los trabajadores. Y pregunta: ¿cuál es el significado de la experiencia que estamos viviendo? Y ella responde como una intelectual, como una militante política: estamos en un barco y estamos intentando llegar al puerto, para cubrir y construir una nueva tierra, un nuevo mundo. El soldado Zuavo niega con la cabeza, sonríe y luego responde con franqueza: no, no, para mí es como leer esos libros ilustrados que describen paisajes inimaginables y emocionantes rutas de huida.
En este diálogo nocturno podemos encontrar las semillas de dos enfoques diferentes de la historia que abarcaron el siglo XX.
¿Cuál es la historia, el esfuerzo por llegar a un puerto o un viaje encantado para descubrir algo que no esperábamos?
Notas:
[1] K. Ross, Communal Luxury, Verso, London 2015, p. 11.
[2] La Decouverte, Paris 2005, p. 170, prima pubblicazione nel 1898.
Franco Berardi “Bifo” (Bolonia, Italia, 1949) es un escritor, filósofo y activista italiano. Actualmente trabaja como docente en Bolonia y es un referente del movimiento autonomista italiano. Se graduó en Estética en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Bolonia. Antiguo militante del movimiento estudiantil italiano del 68. Colabora con las revistas Loop y Alfabeta2. Sus dos últimos libros han sido El trabajo del alma. De la alienación a la autonomía, Cruce Casa Editora, Buenos Aires (2016) y Fenomenología del fin. Sensibilidad y mutación conectiva, Caja Negra, Buenos Aires (2017).
Fuente:
https://www.sinistrainrete.info/marxismo/20052-franco-berardi-bifo-evento-e-struttura-in-marx.html
Traducción: Ana Jorge
https://www.sinpermiso.info/textos/acontecimiento-y-estructura-en-marx-notas-sobre-la-guerra-civil-en-francia
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