DÍA DEL AMOR Y DE LA AMISTAD
Foto: Ballenita si
Pedro Pierre
Comenzaremos por esta frase del papa Francisco: “Pasemos del ‘yo’ ridículo al ‘nosotros’ universal”. Allí está la clave del éxito tanto de la amistad como del amor. Muchas veces la amistad y el amor se limitan a un gran egoísmo. Buscamos nuestra felicidad individual en vez de la felicidad del otro: eso sólo puede terminar en la desilusión y el fracaso. Confundimos ‘ilusión’ con ‘enamoramiento’ y ‘egoísmo’ con ‘amor’. Soñamos en una felicidad ilusoria: no amamos al otro por lo que es, sino por lo que nos aporta.
La primera calidad de la amistad es la solidaridad. Con el amigo o la amiga se comparte los momentos agradables, las ilusiones, los proyectos. Se comparte también los momentos de dolor, de fracaso, de pena: se siente como propio el sufrimiento del otro. La segunda calidad de la amistad es la fidelidad. En la historia bíblica, la frase de Rut a su amiga Noemí es significativa: “Adónde tú vayas iré yo y adónde tú vivas viviré yo. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Dónde tú mueras, allí también quiero morir y ser enterrada yo”. La mistad se nutre de solidaridad y de fidelidad. Por eso tenemos pocos amigos, porque son dos exigencias fundamentales.
Luego la amistad se abre al amor conyugal y al amor a los demás. La relación sexual pasa a ser la celebración del amor y el fortalecimiento de la solidaridad y de la fidelidad. Los hijos son los frutos del amor mutuo. El amor que no es fiel y solidario, termina en fracaso y sufrimiento. Por eso que la violación es la mayor destrucción íntima de las personas.
En cuanto al amor a los demás, eso es el sentido de la vida. “El que no ama a nadie se roba el aire que Dios le dio desde su nacimiento”. Vivimos para el crecimiento de nuestra vida personal y el fortalecimiento de la vida de las personas y de la naturaleza. La maldad comienza cuando se deja de amar a los demás y se consume cuando les quitamos derechos y dignidad. A esta encierro egoísta y mortífero le hemos dado un nombre: el infierno. Infierno en que se aísla uno y infierno que hace sufrir y destruye a los demás.
Ahora el papa Francisco no provoca al amor hacia todas y todos, y hacia la naturaleza. En su última Carta encíclica sobre “Todos somos hermanos y hermanas” nos convoca a la ‘hermandad planetaria’: pasar del ‘yo’ ridículo a. ‘nosotros’ universal. Además nos indica los caminos para lograrlo, con sus expresiones siempre llamativas: ‘la fraternidad sin frontera, la amistad social y el amor político’. Para alcanzar poco a poco todo eso, nos sólo es necesario unirnos y luchar juntos; nos indica que se necesita una espiritualidad liberadora, es decir, encontrar en lo más íntimo de nosotros la semilla de estos propósitos, saber que somos capaces de desarrollarlos plenamente y ponerle el nombre de Dios, misterio de vida, de amor y de felicidad que anida en nosotros y en el universo.
En la escuela y la universidad, en el catecismo y las Iglesias, bien poco se nos enseña a vivir así y sentirnos felices. El sistema neoliberal nos ha reducido a maquinas productoras de bienes materiales y de ilusiones equivocadas… ¡Y cuántos nos dejamos seducir por este demonio que se viste de ángel y que termina destruyéndonos! El mismo papa nos lo dice también: “O somos hermanos o todo se derrumba… No es tiempo para la indiferencia". Dejemos de ser indiferentes y cómplices de tanta maldad y tantas injusticias… Cada vez más gentes no aguantan más. Ayudémonos a encontrar los caminos de la amistad y del amor, y la decisión de luchar personal y colectivamente por más fraternidad y más justicia. Los derechos humanos son los derechos de Dios. “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el campo del opresor”, nos recuerda el obispo surafricano Desmond Tutu.
La amistad y el amor están al servicio de un gran proyecto que sentido y alegría a nuestra existencia: el de hacer crecer en dignidad a la persona amiga y al amor de nuestra vida, el de alcanzar con los demás ser una gran familia con nuestros derechos alcanzados, el de descubrir que allí está el secreto de verdadera felicidad y de la comunión plena con Dios.
Que los regalos que ofreceremos este próximo 14 de febrero sean llenos de verdadera amistad y de verdadero amor. Así nuestras palabras, nuestras rosas y nuestras muestras de felicidad tendrán sabor y aroma de eternidad.
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