Ecuador: “Hay una vía que no es ni el progresismo ni la derecha neoliberal”
Alejandra Santillana / Contrahegemonía
Foto: telesur
Entrevista a Alejandra Santillana de Ecuador. Especial para Contrahegemonía
El 11 de Abril hay elecciones presidenciales y legislativas en Ecuador y Perú. Además acaba de ser suspendida para Mayo la elección de constituyentes en Chile. Desde Contrahegemonía lanzamos una cobertura especial de estos procesos a medida que se vayan desarrollando. Intentamos dar cuenta de mucho más que el acto electoral. Buscamos la intersección de la disputa institucional con el impacto de la pandemia, las nuevas estrategias represivas y la profundización del capitalismo en su fase neoliberal y agudamente extractivista.
Sobre todo queremos dar cuenta de las resistencias, los procesos de movilización y los debates al interior de las corrientes emancipatorias, en particular de aquellas que buscan una superación del predominio feroz del capital. Desde las luchas ambientales, feministas, anticoloniales, contra la explotación y la opresión en todas sus expresiones. Lo haremos desde notas y reportajes realizados especialmente para Contrahegemonía e incorporando notas de otros medios que permitan una mirada más abarcadora de esos procesos. Seguimos buscando tozudamente pensar y repensar prácticas de poder popular para un proyecto socialista. Te invitamos a acompañarnos en esa búsqueda.
CH: Formas parte, según sabemos, del movimiento feminista. ¿Cómo es la situación hoy de ese movimiento en Ecuador, cómo te incorporaste a él y qué tipo de feminismo reivindicas?
Alejandra: Hola, mi nombre es Alejandra Santillana Ortiz. Soy parte de RUDA Colectiva feminista, que es un colectivo aquí en Quito. El feminismo que abrazamos, que construimos entre todas, es un feminismo anticapitalista y antineoliberal y por lo tanto antirracista y anticolonial. También el último tiempo hemos caminado hacia ciertas discusiones y ciertas definiciones sobre el antifascismo. Es un feminismo que se enmarcaría dentro de la discusión de los feminismos interseccionales, pero también de los feminismos que hablan de transformarlo todo y cambiarlo todo. Yo tengo 41 años, entonces llegué al feminismo luego, mis primeras experiencias políticas están vinculadas con el movimiento indígena ecuatoriano y con las organizaciones estudiantiles, y de todo lo que se fue gestando como parte del campo popular organizado del Ecuador.
Pensando en cómo es ahorita la situación del feminismo, es una situación muy compleja, son o somos unas organizaciones feministas que veníamos o vienen acumulando una serie de procesos y sosteniendo la calle en estos años. Y compartiendo la calle con otros actores y sujetos políticos que en estos últimos años han estado presentes, desde el movimiento indígena pasando también por los estudiantes y jóvenes y por organizaciones de trabajadores y trabajadoras. Desde una mirada más general entiendo que hay una situación generalizada de crisis del campo popular organizado ecuatoriano. Creo que hay una crisis de las izquierdas en varios sentidos, y también una crisis en general de lo que estamos construyendo como militancias y como horizontes. Si bien es cierto que el Ecuador es un país que se caracteriza por estar en las calles, por más de 30 años las organizaciones históricas han sostenido las calles en este país, y hemos atravesado varios momentos de desobediencia, interpelación, impugnación del poder del Estado, que algunas veces ha implicado el derrocamiento de presidentes. Sobre todo en la primera etapa neoliberal. En otras ha implicado levantamientos y paros, como el que vimos en el año 2019, y ha habido la constante de enfrentar a las elites y su proyecto político, oligárquico o burgués en sus distintas versiones. Ese campo popular organizado tiene una crisis subyacente desde hace un tiempo y en ese marco podemos ubicar las organizaciones feministas, sobre todo las que están en Quito. Quisiera hablar de todo el país, porque hay particularidades, pero en Quito hay una predominancia de organizaciones feministas y de colectivos que tienen una impronta de clase, pequeñoburguesa, que si bien por momentos logran desbordar su propia condición de clase y construir perspectivas en la calle y movilizaciones más masivas, creo que en otros ratos esa condición de clase ha implicado una ideologización, es decir, una configuración bastante ideologizada al interior del movimiento feminista. Una división del trabajo, donde hay unas que tienen que encargarse de la reproducción material de la vida y gestionar espacios de cuidado con otras, que son las que están más vinculadas con sectores populares. Luego otras organizaciones que hacen política pero que no tienen como horizonte la construcción de tejido organizado, menos tejido popular. En esa medida son feminismos que atraviesan la gama desde el “vamos a quemarlo todo”, que suena bien pero que al mismo tiempo no nos plantea qué hacemos y para qué quemamos todo y cómo transformamos, qué poder construimos, cómo construimos, qué hacemos. Por otro lado, espacios que son entre feministas y no declarados feministas pero sí antipatriarcales que están muy vinculados con la política del Estado y ponen el Estado en el centro. El Estado en sus versiones distintas, es política pública, reforma institucional, elecciones, etcétera. Y pues ahí estamos otras, que lo que hacemos es tratar de construir menos en el mainstream y más en procesos de feminismos campesinos, comunitarios. Soy parte del Instituto de Estudios ecuatorianos y del Observatorio del Cambio Rural y la relación con el movimiento indígena y con las mujeres del campo ha sido como una constante en más de veinte años. Y eso ha significado que construyamos también otro tipo de estrategias, otro tipo de espacios de formaciones políticas y de redes de cuidado con mujeres que no son las que necesariamente aparecen en esos feminismos más del debate de la coyuntura, digámoslo así. Yo siento que ahí también hay una crisis compleja.
CH: ¿Cuál es la situación en Ecuador en estos momentos tomando en cuenta la pandemia, la crisis socioeconómica y la acción represiva del Estado?
La situación actual del Ecuador es muy crítica, es un país que tiene varios problemas estructurales que condicionan la capacidad y el tipo de gestión que se puede hacer frente a una crisis. Entonces el Ecuador está asistiendo ahora a una crisis en términos generales porque el capitalismo es así, una crisis multidimensional. Pero específicamente una crisis económica que está atravesada por la gestión neoliberal del gobierno, que utiliza la retórica de la crisis para justificar políticas de ajuste estructural. Entonces es una crisis que ha implicado la firma del acuerdo con el FMI, y por lo tanto el cumplimiento de todos esos requerimientos. Ya sabemos cómo es el Fondo Monetario, y eso implica disminuir la inversión social, reducción del Estado, intento de privatización de varias áreas y sino al menos tercerización. O colocar relatos sobre la importancia de la privatización, por ejemplo, del sistema de salud. Precarización y flexibilización laboral, leyes como las del apoyo humanitario, que lo que hacen es minar los derechos laborales y configurar un modelo de precarización sostenido fundamentalmente por el trabajo de las grandes mayorías y de quiénes en algún momento tenían trabajo. Porque esa ley ha implicado también la justificación de despidos, hay más de 1 millón de desempleados en un país tan chiquito como éste. Tenemos una situación bastante complicada y deteriorada en relación con lo que tiene que ver con el agro y con el sostenimiento de la vida, un sistema de salud pública que está paulatinamente y agresivamente desmantelándose, el incumplimiento de una serie de derechos básicos. Toda esta gestión de la crisis a partir del neoliberalismo y las políticas de ajuste estructural del gobierno de Lenin Moreno, se ven constreñidas o limitadas aún más porque el Ecuador tiene una economía dolarizada. Por lo tanto, los costos de producción en el país son muy altos, es un país que tiene un patrón de acumulación primario-exportador-rentista y por lo tanto no hay capacidad de industrialización instalada. Hay problemas siempre en las balanzas de pagos, precisamente por el tema de la salida de divisas. Entonces es una economía chiquita que no define lo que pasa en el mercado mundial aunque está todo el tiempo a merced de lo que pase en el mercado mundial. El precio de las materias primas, etcétera. Y eso arroja al final que el patrón de acumulación tenga como un correlato en las elites que son también rentistas. Sin embargo también, y eso es importante para entender la conflictividad interna, las elites en el Ecuador que son sobre todo las de Guayaquil y las de la sierra, que han ido combinándose la rotación del poder y la representación en el Estado, son elites que tampoco han podido construir un proyecto nacional. Esa rotación del poder, esta imposibilidad, deja fisuras que se corresponden con un tipo de campo popular que desde siempre ha estado organizado con capacidad de interpelación al Estado, pero también de reformas y de transformación al interior de éste. Por eso es que las movilizaciones son exitosas y la gente asumimos que saliendo a la calle podemos conseguir cosas, porque siempre hemos podido conseguir cosas. Entonces en relación a la segunda pregunta, el Ecuador en este rato está atravesando una crisis multidimensional, una crisis específica en términos económicos, una crisis sanitaria. Nuevamente estamos con unas cifras elevadísimas de COVID y de una cero capacidad instalada en los hospitales y de posibilidades inclusive de acceder a la vacuna, pero además está pasando por una crisis económica gestionada desde la política neoliberal, en dolarización, y que retoma elementos represivos.
Nuevamente nos declararon que estamos en estado de excepción por 30 días, hay restricciones a la movilidad, hay una suspensión del derecho a la asociación en varios sentidos. Finalmente lo que nos muestran es el proyecto de clase detrás de estas medidas. Los malls y los centros comerciales están abiertos, no pasa nada, pero los parques tienen que estar restringidos. La gente tiene que salir a trabajar, sectores como los trabajadores y trabajadoras del delivery no paran nunca, pero en cambio hay otras áreas que tienen que parar. Entonces ahí vemos esa composición de clase. Además no se justifica una medida como la del estado de excepción si no es por entender que van a haber elecciones en este país y este gobierno necesita algún tipo de control militarizado y policial en las calles por si acaso cualquier cosa. Ése es un sinsabor eterno, somos uno de los países que han tenido más estado de excepción en pandemia, conjuntamente con Chile.
CH: En el marco del proceso electoral: ¿Qué escenario se visualiza tomando en cuenta la candidatura de Arauz, la de Lasso y –según entendemos– una alta incidencia del voto nulo en las encuestas? ¿Cuáles son los ejes de discusión en la campaña?
En relación a esta tercera pregunta sobre el proceso electoral me parece que es importante contarles algunos elementos, sobre todo para lectores/as que no son propiamente ecuatorianos, y esto tiene que ver con lo que decía anteriormente. Es decir, la dinámica del conflicto y de cómo entender los escenarios actuales tiene que necesariamente remitirnos a una mirada centrada en el tipo de elites y su relación con el Estado con características particulares del Ecuador. Son elites que no han construido un proyecto nacional, son elites que rotan la representación del poder en la institucionalidad, son elites vinculadas con la acumulación primario-exportadora y por lo tanto rentistas. Son elites que han tenido, por la presión de la movilización, cierta permeabilidad a incorporar el conflicto en el ámbito legal y de la estructura del Estado. Esas elites en este momento han pasado por un proceso de transformación pos caída del muro de Berlín. Sí en algún momento pensaron en un proyecto nacional y en el Estado-nación, sí tenían un proyecto respecto de la política, de la democracia, ahora son unas elites fragmentadas, que transitan entre lo oligárquico y lo burgués. Y que además de eso no tienen un proyecto ni siquiera de Estado, ahora son repetidoras del Fondo Monetario Internacional y de ciertas nociones en relación al Estado como un espacio de subsidio para su renta.
Por otro lado, existe un campo popular organizado que tiene algunas limitaciones y que está atravesando de todas maneras cierta crisis, pero que al mismo tiempo ha tenido la capacidad de sostener las calles durante 30 años, interpelar, impugnar y ampliar la discusión del conflicto político en el Ecuador, mostrar el carácter de las elites y de su proyecto, de sus distintos proyectos, digamos. Esa vía de movilización no significa sin embargo que haya una capacidad de representación o correspondencia en el plano de las elecciones. Ahí es importante pensar en que el conjunto de actores políticos en el Ecuador, que está ahora o que estuvo expresado en la primera vuelta electoral ahora tiene un tipo de expresión en la segunda vuelta electoral. Dicho esto, las elites neoliberales, de derecha, más claramente, antiderechos, conservadoras, vinculadas con el capital financiero-bancario, son elites que tuvieron varios candidatos de los 16 binomios que se presentaron en primera vuelta. Pero tuvieron su representación máxima en Guillermo Lasso, un banquero que se benefició obviamente del feriado bancario, o de lo que ustedes llamarían “corralito”, un tipo que ha estado muy vinculado con la gestión de este gobierno específicamente y un tipo que tiene diálogo directo con el FMI, con los organismos multilaterales, con los Estados Unidos, etcétera. Además de que no es la primera vez que se lanza de candidato a las elecciones presidenciales. Por otro lado, está Andrés Arauz que es parte de este partido político cuya principal figura es Correa y que se forma posteriormente a la ruptura interna de Alianza País y del desmarcamiento del proyecto de Lenin Moreno y de una política más neoliberal. Andrés Arauz es representante de esta continuidad del progresismo, es un candidato joven, su binomio es un binomio anti-derechos, reconocido anti-derechos, Carlos Rabascall. Y Arauz plantea algunos elementos que podrían ser interesantes para la reactivación económica, ciertos niveles de redistribución, una política un poquito más nacionalista, que habla sobre algunos elementos de cuidado, de cierto tipo de economía, etcétera. Pero que tiene el gran problema de tener la sombra del progresismo, que en el Ecuador es un progresismo que se diferencia del resto de progresismos en América Latina. Se asemeja en otras cosas, pero que es muy importante caracterizarlo para entender de qué proyecto político estamos hablando.
Rafael Correa asume la presidencia en el año 2006 y recoge gran parte de la agenda que habíamos planteado como organizaciones durante más de 20 años y retoma algunos de los elementos que mostrarían un carácter posneoliberal y nos sitúa y nos autodenomina como proceso revolucionario de la revolución ciudadana, como un proceso de recuperación del Estado y de recuperación de la capacidad de gestión del Estado fundamentalmente nacionalista y de retomar la inversión social del país. Sin embargo es un proyecto, y eso yo les invito a pensar, que si se compara con el neoliberalismo efectivamente es un proyecto interesante, porque recupera esa inversión social. Si en cambio se compara con los proyectos de las izquierdas y sus capacidades de organización o de un proyecto político como el de la CONAIE, pensado en términos de plurinacionalidad entonces es un proyecto interesante pero conservador en relación a muchas de las problemáticas y los planteamientos que formula la izquierda. Una izquierda y unas organizaciones que no son marginales para la dinámica política del Ecuador. El del progresismo es un proyecto que está asentado sobre los altos precios de la materia prima y por lo tanto la ampliación de la capacidad de negociación del Estado con las propias elites. Es un proyecto que se afirma en todas las actividades extractivas, el Ecuador es un país petrolero, Correa se planteó la entrada a la minería, se reactivaron varios espacios de agronegocios y desarrollo toda una política agresiva en los territorios que además son de pueblos y nacionalidades indígenas.
En esa época ganaron mucho los ciento diez grupos económicas más importantes del Ecuador producto de la circulación del capital y de las divisas pero también producto del subsidio del Estado en acuerdo con los empresarios. Lo que está detrás de Correa no es el capital clásico del neoliberalismo sino son capitales que están más vinculados con la producción nacional, con la entrega de servicios y que con el pasar de los años en esa década van modificándose y entran a jugar otro tipo de capitales vinculados con proyectos extractivos y cierto control de las cadenas productivas y capitales traslatinos. Es un gobierno que, si bien aumento la inversión social, no resolvió los problemas de desigualdad estructural que tiene este país y redujo la pobreza como en el resto de los países de América Latina –neoliberales o no- que también redujeron la pobreza producto de la cantidad de plata que entró por la venta de materias primas en el mercado mundial y los altos precios. Es un gobierno que si bien logró cierta recuperación del Estado en la presencia en términos de infraestructura, de carreteras, centros de salud, escuelas, etc, tuvo una política bastante conservadora en lo que tenía que ver con la discusión de la educación. El proyecto del correismo es un proyecto basado en la idea de meritocracia y por eso es de corte elitista, bastante improvisado, que dejo de lado el debate con los gremios de maestros y maestras y que militarizó muchas zonas donde se cometieron varias violaciones de derechos humanos contra los pueblos indígenas. Hay varios muertos en la etapa correista vinculados con proyectos extractivos, militarizaciones de zonas sobre todo en la cordillera sur del país, discursos del gobierno avalando la entrada de los militares y que desarrolló una política de criminalización y judicialización de la protesta, es decir tuvimos después de diez años de correismo más de 800 casos de criminalizados acusados de terrorismo, rebelión, sabotaje y de ampliación de causales en el código penal.
Esa política sistemática de criminalización de la protesta lo que nos muestra es que hay un tipo de progresismo que se construye en el caso ecuatoriano al que le incomoda la presencia del campo popular, que le incomoda la capacidad de autonomía y de independencia política de las organizaciones. Es un progresismo que no construyó una sola organización que se sostenga a lo largo de todos estos años, es decir los pocos intentos de construcción de organización y de política de masas están vinculadas al momento electoral entonces es un gobierno limitado para la construcción del tejido social, es limitado para la comprensión de varios elementos, del extractivismo pero también de todos los derechos de las mujeres.
El gobierno de Correa construyó parte de su aval con la iglesia católica, promovió un código integral penal que prohíbe abortos inclusive en casos de violación, asignó protagonismo a representantes del Opus Dei y grupos anti derechos para la prevención y erradicación del embarazo adolescente. Hace poco no más Correa sacó una entrevista donde nos dice que nosotras abortamos porque somos unas frenéticas sexuales y practicamos una especie de hedonismo, cuando el aborto clandestino en este país sigue siendo la segunda o tercera causa de muerte materna.
Recordemos que es el primer gobierno que firma un tratado de libre comercio con la Unión Europea en la historia del Ecuador cuando antes de Correa no habíamos firmado ningún TLC y eso abrió la idea de que ahora hay que formar TLC con los Estados Unidos. Es el que devuelve al Fondo Monetario para la revisión de nuestras cuentas en el Banco Central, nos endeudamos con Goldman Sachs de una manera absurda además del endeudamiento agresivo con China y el pago por adelantado de barriles de petróleo y los retrocesos en términos de agro, el haber abandonado y enterrado el proyecto de reforma agraria, los anuncios de Correa de que tenemos que reformar la Constitución para que demos cabida a los transgénicos. En fin, son muchos aspectos pero sobretodo el tema de la criminalización es algo jodido, pensemos que Ecuador es un país chiquito en donde la Confederación de Naciones Indígenas que es la organización más fuerte que tenemos en el país vio como 120 de sus dirigentes fueron criminalizados y así van subiendo los criminalizados acusados de terrorismo en el etapa de Correa Eso además de los conflictos en relación a su propio territorio son lo que explican muchas de las posiciones de la CONAIE, que fue muy dura y crítica con el gobierno de Correa. Sin embargo fue una de las protagonistas del levantamiento de octubre del 2019 y de haber conseguido exitosamente que el decreto 883 de eliminación de los subsidios a los combustibles se retire. Esa CONAIE y su propuesta de movimiento político que es Pachakutik, que existe desde 1996 y que además ha ganado muchos gobiernos locales alternativos, tuvo como propuesta para estas elecciones el candidato Yaku Pérez. Yo tengo muchas críticas a Yaku en muchos sentidos, nos conocemos desde hace mucho tiempo, de la calle, de las movilizaciones pero es un candidato elegido y legítimo del movimiento indígena que entra a participar de estas elecciones con un proyecto y una propuesta diferente y es muy interesante ver que antes del anuncio del Consejo Nacional Electoral Yaku Pérez estaba por pasar a la segunda vuelta ¿qué nos muestra eso? Que en el Ecuador las posibilidades en términos de alternativas y posibilidades reales en las elecciones no son solamente la derecha neoliberal o el proyecto progresista,
En el caso del Ecuador es interesante pensar que hay una vía que no es ni el progresismo ni la derecha neoliberal y es una vía que le disputa sobretodo al progresismo esas áreas donde el correismo no logra imaginarse un proyecto de izquierda, revolucionario, emancipatorio o transformador contra el extractivismo, los feminismos y todo un proyecto plurinacional que está directamente anclado en la CONAIE. Pienso en las palabras de un investigador llamado Mario Unda que caracteriza la idea de este progresismo de Correa como una forma populista contraria a un proyecto de autonomía e independencia del campo popular organizado. Busca que el Estado sea árbitro del conflicto social y el único espacio de representación político posible. Eso genera muchos conflictos porque el Estado no es eso y hay otro proyecto diferente que, con todas sus contradicciones y todos sus problemas, intenta construir un ensayo de un proyecto político no progresista y tampoco de la derecha. Y a pesar de que no haya pasado la segunda vuelta electoral lo que si tenemos es un Pachakutik como la segunda fuerza política, al correismo de Arauz como la primera fuerza política y una composición de la asamblea donde la derecha se ve fragmentada y disminuida y eso sigue siendo un elemento interesantísimo a nivel regional. Esto va a implicar que Pachakutik y otras fuerzas deban tener claridad sobre cuál es la política de alianzas en base a una agenda mínima innegociable y otra negociable. Ese es el escenario en el que nos movemos y ese el escenario que se proyecta en las elecciones del 11 de abril y es por eso que la CONAIE, Pachakutik se han pronunciado por el voto nulo ideológico así como otras fuerzas de izquierda del país.
Entonces, sobre la pregunta específica sobre que se está disputando. Las encuestas muestran que Arauz sea muy probablemente el que gane las elecciones. Aunque las cosas en el país han sido muy complicadas, así que no podemos afirmarlo categóricamente. Pero Arauz recogería un voto de castigo hacia las derechas, hacia las elites y a su gestión de la crisis. En ese voto de apoyo a Arauz seguramente estarán sectores populares, indígenas, las mujeres; todos esos sectores que no quieren que gane la derecha neoliberal y el voto duro del correísmo. ¿Quiénes votaran por Lasso? Ahí también hay un voto heterogéneo, como quienes están de acuerdo con la gestión de esto, la derecha anticorreista, pero también sectores, que no quiere que vuelva a ganar el correísmo, aunque es cierto que no se han pronunciado ninguna de las organizaciones históricas. Por otra parte, tenemos la propuesta del voto nulo, ideológico, de las organizaciones de todo el marco del campo popular organizado; el Frente popular pasando por el FUT, por la CONAIE, Pachakutik, ECUARUNARI y un montón de otras organizaciones, que han planteado que el voto nulo ideológico reafirma la idea de que el campo popular tiene capacidad de producir su propio proyecto político y que este no está representado ni por la herencia del correísmo de Arauz y sus intentos de modificación, en peores condiciones que el 2006, ni tampoco en la derecha neoliberal.
CH: ¿Cuáles son los ejes de discusión en la campaña?
Primero, quiero decir que los debates han sido lamentables, de un nivel político y de discusión bastante bajo; pero definitivamente esta la gestión de la crisis económica, la crisis de la pandemia covid, la recuperación del Estado, o su privatización, y también están en discusión las herencias de la derechas neoliberales y las del progresismo, y sus diez años. Nosotros no olvidamos que Lenin Moreno fue el candidato del correísmo, ni que fue vicepresidente de Correa por muchos años, y creo que ahí hay muchos elementos.
Mucha gente cuando opina del Ecuador, dice que la CONAIE debería o no debería; o mejor dicho, supone que las organizaciones deberían votar por Arauz, porque no hacerlo implica jugar a la derecha. Esa es una mirada sumamente reduccionista, que no nos permite comprender la complejidad de este momento en el Ecuador, y las situaciones que se han ido desatando en estos últimos años. Uno podría preguntarse, como dice un investigador del Instituto de Estudios Ecuatorianos, Stalin Herrera, ¿por qué la organización más grande y más importante de los últimos 40 años del Ecuador no está con Arauz? Y la explicación no es que están financiadas por la CIA, o que ahí están las derechas enquistadas, (un argumento que ha tomado mucha fuerza en la región en las lecturas progresistas) ni podemos caer en la deslegitimación diciendo que los dirigentes indígenas no son lo suficientemente indígenas, (argumento, que por otra parte es sumamente racista); sino que es un momento para entender. No están por la criminalización y judicialización de la protesta, no están por los proyectos extractivistas concretos en sus territorios, no están por toda un política de deslegitimación de las organizaciones históricas del Ecuador y no están porque hay finalmente un ensayo de construir un proyecto político, con todas sus ambivalencias, pero que no sea en la limitada matriz del progresismo nacional y popular ni la lamentable propuesta de las elites.
Dicho esto, habrá que ver qué pasa: una victoria del correísmo, del progresismo, vía Arauz implica también enormes desafíos. Estamos en una crisis y una crisis en dolarización es muy difícil de gestionar y de procesar. No estamos en el mismo momento ni en el mismo contexto político latinoamericano que cuando asumió Correa. Muchas de las cosas que existían hace 13, 15 años ya no existen. Estamos en un contexto de crisis, o acercándonos a una crisis cíclica del capital. Estamos en recesión, producto de la pandemia con un precio de las materias primas por muy bajo, y con limitaciones muy concretas en términos de las salidas hiperconservadoras que hay en el mundo. En ese contexto hay que ver qué es lo que hace efectivamente la propuesta araucista en el Ecuador; su cierta y relativa independencia de Correa, veamos si es tan independiente como el sostiene y que va a corregir los problemas y los errores que asume que se han cometido durante el correísmo. Yo tengo mis dudas, y mis grandes interrogantes, porque no hemos visto que haya una política de autocrítica dentro del correísmo y del progresismo, sino una eterna delegación de la responsabilidad; y mucho menos no hay una política que tenga un mínimo de empatía, de estrategia y de respeto para el campo popular organizado. Pero al mismo tiempo ya no es una fuerza hegemónica, a pesar de que puede ganar las elecciones presidenciales y a pesar de que son la primera fuerza en la asamblea legislativa, no es ni de lejos la fuerza política que fue en el 2006 o lo que fue durante los diez años del correísmo. Eso significa que están obligados a negociar con otras fuerzas políticas, y ahí habrá que ver, entonces, cuales son los términos de negociación y con quien se sientan a negociar. Recordemos que el correísmo no tuvo ningún empacho de negociar con la derecha en el ámbito legislativo y le dio la espalda al movimiento indígena. Habrá que ver si ahora la política de alianzas implican un dialogo con las organizaciones y con el bloque de Pachakutik; y para Pachakutik lo mismo esto es un reto enorme. Ninguna fuerza puede gobernar o legislar solas, de esta manera Pachakutik tiene que definir unos puntos mínimos y una agenda que corresponda con su proyecto político en una diversidad enorme de posiciones y eso también es un reto. Entonces habrá que ver qué es lo que pasa específicamente.
CH: En tu caso y en el de los espacios donde militas ¿tomaron una posición respecto al proceso electoral y si es así en qué consiste? ¿Se puede salir de la polarización correismo-anticorreismo que pareciera predominar hoy en Ecuador?
Pues, mi colectiva no se pronuncio en relación al tema electoral aunque yo sí apoyo el voto nulo porque creo que es una manera de rechazar dos herencias políticas que no son un proyecto del campo popular organizado desde las izquierdas. Nosotras estamos tratando de construir una política feminista que no coloque al Estado en el centro, pero tampoco que dé la espalda a la coyuntura, porque sabemos que eso es fundamental. Creo que nuestra posición ha sido más pedagógica en ese sentido, mas de reflexión, a que cosas estamos asistiendo y que cosas no funcionan para nosotras tampoco como feministas anticapitalistas. Y una de esas cosas es que estamos en un escenario de polarización acelerada, de binarismo, de reduccionismo, de una incapacidad para ver matices en el debate actual, una mirada moral de la política. Para nosotras es fundamental construir otra línea que ponga varios elementos en debate. Y uno de esos tiene que ver con los matices en la discusión política. Con Yaku hubiera sido más fácil recuperar esos matices, porque obligaba al correísmo a explicarles al progresismo araucista, cuales son los grandes elementos de izquierda y planteamientos en el pleito político y de campaña; y obligaba a Yaku Pérez y a Pachakutik y a las organizaciones a redefinir y ajustar una propuesta menos ambigua en relación a varios aspectos, como la misma política económica y obligaba a tener posiciones en esos múltiples grises que al progresismo no le interesa debatir.
Sin embargo, la polarización se vuelve a instalar, porque nuevamente asistimos a un debate entre derecha neoliberal y progresismo populista autoritario, entonces eso reduce las posibilidades de nuestro debate. Y esa reducción se corresponde con un proceso de crisis generalizada del campo popular, que yo creo que es una crisis programática, es una crisis de sostenimiento de tejido organizativo y generación de nuevo tejido. Yo creo que es una crisis que no logra resolver y construir nuevos elementos, pero que también puede ser un ensayo para poder construir algo superador.
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