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Entre Escila y Caribdis. Un homenaje a Augusto Salazar Bondy

Francisco Tomás González Cabañas. / vía correo electrónico



Foto: pinterest


“Hay una democracia espontánea, vigente y actuante, que no alcanza, sin embargo, la sanción oficial, y una democracia institucionalizada, cuya vigencia es a duras penas formal” (Salazar Bondy, A. “Entre Escila y Caribdis: Reflexiones sobre la vida peruana”. Casa de la cultura del Perú. Pág. 24. Lima. 1969).

Un 6 de febrero de 1974, el filósofo y educador Augusto Salazar Bondy, ingresaba a la inmortalidad que sostuvo, frenéticamente, por intermedio de sus obras, pensamientos y accionar educativo, que casi medio siglo después y pandemia mediante, siguen siendo desafiados en su posibilidad de concreción por problemas estructurales, culturales y filosóficos que los detallaba con precisión meridiana el autor:

“La existencia de un gran número de locales inadecuados, desprovistos de las más elementales condiciones de higiene escolar; un gran déficit de material didáctico, inclusive del más simple; insuficiente reclutamiento de maestros; mala preparación de muchos de los que están en actual servicio y niveles de remuneración muy bajos, no sólo incapaces de servir de aliciente para la expansión del magisterio sino inclusive de asegurar un nivel decoroso para quienes se dedican a la función docente. Pero hay un defecto cualitativo que es todavía más grave: la educación no está concebida de acuerdo a las exigencias de la sociedad ni planeada en función de su desarrollo futuro. Fiel reflejo de una política que ha sido conducida dando las espaldas a las demandas del país, esta educación, deficitaria como es, significa un gran dispendio de las energías nacionales” (Ibídem, pág 24).

Conceptos claves como “dominación y liberación” de Salazar Bondy, se reconvierten en la actualidad, en la coyuntura de la hegemonía y las restricciones sanitarias, en “seguridad y libertad” que los estados, prestos para dictaminar los confinamientos y demás aspectos invasivos que alteran el statu quo de lo público y lo privado, delegan en cada uno de los seres humanos, para dejarles en verdad, la responsabilidad de sus vidas, de la posibilidad de contagio, de no acceder a una cura o fiabilidad de una vacuna, escondiendo el pantagruélico fracaso de lo colectivo.

“La pérdida del ser libre del hombre es su destrucción o su alienación...puesto que los pueblos pueden desaparecer de la historia, la libertad está expuesta a ser destruida; puesto que, en última instancia, el hombre como especie podría ser aniquilado, la libertad es una realidad contingente…La ignorancia, la servidumbre, la parálisis y la disolución sociales, la extrema necesidad que condena al hombre a las conductas instintivas elementales, son algunas de estas variedades de la reducción de la libertad que alienan al ser humano”(Ibídem, pág 146).

Tal como lo definió Vidarte, y lo advertía Salazar Bondy, es el escenario de la “horda”. No hay más norma, normatividad ni normalidad que la supervivencia.


Continuamos en la complejidad, tal como los marinos, de estar entre los dos monstruos marinos mitológicos que nos azuzan de cada extremo.

Escila y Caribdis caras de un mismo destino que nos venimos forjando, entre otras cosas, por no recordar, no pensar, ni actuar en base a los que lo han hecho, desde hace valioso tiempo atrás hombres y mujeres de la talla de Salazar Bondy, quiénes antes de escribir sobre lo particular de la condición humana, la supieron observar, analizar y pensar desde las referencias dejadas por la tradición de la dinámica filosófica, de la filosofía en función de estado, de gobierno o cómo égida del poder.

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