¡ESO SÍ ES VIDA!,
Pedro Pierre / vía correo electrónico
Foto: redes sociales
La pandemia nos está robando la religión, es decir, las expresiones religiosas de la fe cristiana. Estas nos pueden ser sólo virtuales durante mucho tiempo. En contrapartida feliz aparecen llamadas y documentos para que regresemos al Jesús histórico y a lo esencial de su mensaje que es el Reino. Si no vamos por allí, las parroquias, los grupos y los movimientos se van a quedar vacíos, como sectas sin rumbo.
Por eso el papa Francisco ha lanzado, hace un año, un apremiante llamado a volver a las fuentes de la fe cristiana. De eso trata su Carta titulada “Todos somos hermanos y hermanas”. Es a la vez un grito de alarma para no dejarnos llevar por esta borrasca mundial de la actual pandemia y una invitación a vivir y luchar por lo que vale verdaderamente la pena.
En una primera parte reconoce el papa que la situación mundial es cada vez más catastrófica para los pobres y la naturaleza: los ricos y sus instituciones se hacen cada vez más ricos a costa de los pobres y las naciones pobres que se hacen cada vez más pobres y los más golpeados por la pandemia. La naturaleza soporta un castigo criminal. Además siguen las guerras, las desigualdades, el hambre, las migraciones y la destrucción del medio ambiente. Frente la vida en peligro de extinción el papa nos propone un camino común hacia una única meta: la “hermandad universal” porque “somos una sola y misma unidad”.
En una segunda parte, el papa nos presenta una lectura novedosa y llamativa de la parábola del ‘buen samaritano’ que es la historia de una extranjero -un samaritano de Palestina- que, al estar de viaje, encuentra un hombre asaltado y malherido, abandonado al borde del camino. Mientras varios viajeros pasan de largo, él se compadece, se detiene, se acerca, cura sus heridas y lo lleva a una hostería para que se restablezca, pagando los gastos correspondientes.
La novedosa interpretación del papa consiste en describir a quienes representan los distintos personajes, sin limitarse a una visión individualista. El papa desvela que la parábolas se puede aplicar a organismos, instituciones, multinacionales, gobiernos que son los actuales asaltantes de los pobres, de sus países y hasta de sus continentes. Así el viajero pasa a ser no sólo una persona individual robada y golpeada por unos delincuentes comunes, sino todos los colectivos nacionales e internacionales que se dedican a la dominación de los países pobres y al saqueo de sus materias primas. Los viajeros de la parábola que pasan de largo, representan tanto a personas individuales como a entidades colectivas que miran indiferentes los pueblos y continentes despojados y castigados por la voracidad internacional, de la cual se hacen los cómplices y encubridores. Entre ellos, el papa incluye a los creyentes que se limitan sólo a rezar y realizar cultos individualistas y espiritualistas. En cuanto al ‘buen samaritano’, él representa a personas, organizaciones, instituciones, países que actúan solidaria y eficazmente para remediar estas situaciones vergonzosas. El papa hace también notar que a veces unos ‘ateos’ son más preocupados y eficaces que muchos cristianos indiferentes a los demás.
En la tercera parte el papa nos señala varios caminos para lograr la hermandad universal, que enfrenten y superen el despojo, el empobrecimiento, la miseria y la muerte de decenas de países y centenares de millones de personas. Son 4 los caminos señalados por el papa Francisco. Uno es el compromiso individual de la “fraternidad sin frontera”: cada uno de nosotros y nosotras debemos hacernos hermanos y hermanas de todo aquel que sufre sin mirar su país, su raza, su religión, su ideología… Luego viene el compromiso colectivo de la “amistad social”, expresión novedosa del papa que nos invita a no limitarnos al grupo restringido de nuestras amistades cercanas, sino a abrirnos amigablemente hacia espacios cada vez más grandes. Un tercer camino, más sorprendente todavía, es el “amor político”. El papa contradice nuestras evaluaciones negativas de la política y nos invita a trabajar de hecho y de corazón en las transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales de nuestros países y de sus estructuras neoliberales que están al origen de las desigualdades y el saqueo actual.
Termina el papa diciéndonos que estas 4 opciones deben ser animadas por una “espiritualidad liberadora”, o sea, una mística transformadora que pone a los pobres como los mayores protagonistas de un cambio de estructuras al nivel mundial mediante sus organizaciones sociales, ayudados por la solidaridad de profesionales, instituciones y países que han descubierto que su profesión y un servicio deben favorecer las grandes causas de la humanidad.
Con esta Carta el papa nos conecta con el humanismo que Jesús de Nazaret puso en marcha y que abarca a todas las personas y todas las dimensiones humanas y sociales. El papa llama este humanismo integral el Reino de Dios. A ver si nos dejamos tocar el corazón y la conciencia, todas y todos los que queremos vivir plenamente por una causa que nos supera y nos hará feliz al mismo tiempo. Decía Jesús: “He venido para que tengan vida y vida en abundancia”. Apostemos por esta “hermandad universal mediante una fraternidad sin frontera, una amistad social, un amor político y una espiritualidad liberadora”… Eso fue la causa de Jesús por la que vivió, murió y resucitó… abriéndonos el camino de una felicidad personal mediante una transformación mundial tan urgente y necesaria. ¿Quién nos puede entrar en esta dinámica?... sino el indiferente, el cobarde, el individualista, el vago, el malvado… porque “¡eso sí es vida!”
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