¡INVENCIBLES!
Pedro Pierre / vía correo electrónico
Foto: somos del mismo barro
“En medio del odio encontré en mí interior un amor invencible. En medio de las lágrimas encontré en mi interior una sonrisa invencible. En medio del caos encontré en mi interior una tranquilidad invencible… En mi interior hay algo muy fuerte.” Son palabras dirigidas al escritor francés Albert Camus (1913-1960). Llaman la atención por este escritos se declaraba no era creyente.
En estos tiempos de crisis y confusión, es bueno meditar estas palabras y preguntarnos si hemos entrado en nuestro ‘interior’ para descubrir “lo invencible” sembrado en cada uno de nosotros. Claro que tenemos nuestras fallas, nuestras maldades, nuestros vicios, nuestros pecados… pero en lo más hondo de nosotros esta la semilla de lo invencible que es de Dios y que es Dios mismo. Este Dios, cuando nos mira, mira este espació invencible y no deja de creer en nosotros y en esta capacidad de superarlo todo.
Y nosotros, ¿creemos en nosotros, en nuestra capacidad de vencer y superarlo todo? Nos desanimamos en la primera caída, perdemos la esperanza con los primeros golpes, esperamos milagros de un Dios lejano y negociamos con él. ¡Qué poca fe en nosotros, qué poca fe en Dios presente en nosotros mismos!
También debemos decir: ¡Qué poca fe en los demás! Un individualismo mortal nos separa los unos de los otros. Con la envidia y la ambición nos destruimos entre todos. ¿Por qué hemos llegado a tal degradación de nuestra personalidad y de las capacidades de los demás? Hemos creído las sirenas del materialismo y del consumismo y les hemos confiado nuestra felicidad sin darnos cuenta que eso no es más que un espejismo. Además nos hemos imaginado que individualmente vamos a solucionar nuestros problemas, alcanzar nuestras ilusiones y realizar nuestros sueños… cuando todo esto sólo se logra juntos y cuando nos unimos, porque sólo así somos ‘invencibles’.
Ser ‘invencibles’ es nuestra realidad interior, nuestra realidad divina. Es juntos que podemos hacer realidad esta superación individual y colectiva. Por eso decimos que la vida es relación. Es la relación amorosa de pareja que hace posible la vida. Es la relación de paternidad y maternidad que hace crecer la vida tanto de los hijos como de los padres. Es la relación amistosa que nos abre a nuevos horizontes profesionales y culturales. Es la relación amigable con la naturaleza que nos revela la sabiduría para vivir y convivir armoniosamente entre todos. Es la relación estupefacta con el cosmos que nos llena de infinito y nos acerca a lo inalcanzable. Es la relación tranquila con nuestra intimidad que posibilita nuestro encuentro con Dios.
Eso es la fe. La fe es creer en nosotros. La fe es creer que Dios habita en nosotros. La fe es creer que Dios todo lo habita. La fe es creer que somos invencibles porque así nos cree Dios: El no duda de nosotros. Sabe que él está escondido en cada uno y quiere despertar: Quiere que despertamos a su presencia y a su fuerza invencible de vida y de amor. ¡Olvidemos el cielo, el infierno y el purgatorio inventados para asustarnos y mantenernos sumisos y paralizados! Es tiempo de despertar a nosotros y a la fuerza invencible de la vida y del amor en nosotros. Por eso decimos que hemos sido “hechos a imagen y semejanza de Dios”. La vida es ahora y no mañana. El amor es ahora y ni en el cielo de la imaginación que nos hace ignorantes de lo esencial. Somos esencialmente ‘invencibles’: Hagamos explotar esta capacidad sembrada en nosotros. Cambiar es siempre posible. Convertirnos a lo mejor de nosotros es nuestro destino. “¡Nada ni nadie nos puede separar del amor de Dios!” decía san Pablo.
En estos tiempos de crisis social y religiosa nos hemos dejado confundir y aislar los unos de los otros. Volvamos al camino de nuestra interioridad, de nuestra esencia indestructible: Eso es la espiritualidad. La religión con sus ritos, sus templos, sus ministros sagrados, sus dogmas intocables nos ha desviado del encuentro con nosotros y con Dios en nosotros. Volvamos al Jesús de los caminos de Galilea que empezó a hacer acontecer una realidad nueva que llamó “el Reino de Dios” con los más pobres. Quiso despertar lo ‘invencible’ de cada persona para hacer una gran comunidad planetaria que viva del amor. Por eso no murió para siempre, sino que sigue presente en todos los que despertamos a nuestra espiritualidad profunda y nos unimos para convertirla en más vida, más fraternidad y más felicidad. Dejemos de lados los demonios del consumismo y de la acumulación de bienes que nos esclavizan y nos oponen los unos a los otros…
Comencemos a creer que somos ‘invencibles’ porque así nos ha creado Dios y porque nos habita afín de hacerlo posible con nosotros. Volvamos a creer en la Comunidad como medio para alcanzarlo de manera más certera… Ya monseñor Leonidas Proaño lo escribió hace 50 años en su autobiografía: “Creo en el hombre y en la Comunidad”. Él es nuestro maestro, el profeta de América Latina, el padre de la Iglesia de los Pobres.
¡Invencibles! ¿Las y los habré convencidos? Espero a lo menos haberles abierto la puerta hacia su esencia divina, una verdad indestructible.
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