Mujer: Patriarcado y antropocentrismo
Jairo Armando Estrada Jurado / Revista Izquierda
Foto: Razón y palabra
159 años nos separan del 8 de marzo de 1857. En esa fecha las obreras textileras neoyorquinas entraron en huelga exigiendo igualdad salarial y reducción de la jornada laboral. Reprimiendo la huelga, el dueño de la fábrica Sirtwoot Cotton cerró las puertas y provocó un incendio matando a más de cien de ellas.
Distintas manifestaciones sociales toma- ron como referente aquella fecha. un año después, el 8 de marzo de 1858, las obreras neoyorquinas marcharon exigiendo derecho al voto, abolición del trabajo infantil y reducción de la jornada laboral. En 1910, Clara Zetkin convocó la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en la que se declaró el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.
La historia de la opresión de la mujer y su lucha por liberase es el resultado de un largo camino que se remonta muchos años atrás. Pero, ¿cómo acontece el proceso histórico que hace de la mujer un ser, un “otro” u “otra”, dominada y oprimida por una sociedad patriarcal, antropocéntrica y capitalista? ¿Cuál es el proyecto para la liberación de la mujer? Aunque estas preguntas han recorrido la historia de la izquierda y del movimiento feminista, provocando innumerables debates, teorías y proyectos políticos, este artículo constituye solo una aproximación general a estos amplios y complejos temas.
1 · Patriarcado, antropocentrismo, capitalismo a) El patriarcado puede definirse como “un modo de coexistencia que valora la guerra, la competencia, la lucha, las jerarquías, la autoridad, el poder, la procreación, el crecimiento, la apropiación de los recursos, y la justificación racional del control y de la dominación de los otros” (Maturana, 1993: 24). Es una cultura opresora, en la que priman la subordinación y la sumisión, y la que la mujer es la primera oprimida.
La infame historia de la dominación de la mujer por el hombre es milenaria. Cinco mil años antes de Cristo, las culturas indoeuropeas ya eran totalmente patriarcales. Los pueblos se- mitas, entre los que se pueden contar a los babilónicos, asirios, acadios y hebreos, eran también culturas patriarcales. Acerca de ellos, Dussel se pregunta: ¿Cómo llamaban estos pueblos al gran Dios del Cielo? El Padre, no le llaman la“Madre del Cielo”. “Madre” le llaman los pueblos agrícolas a la “terra mater”, “pacha-mama”. Pero los pueblos que han dominado en nuestra historia eran patriarcalistas y llamaban a Dios: “Padre de los Cielos”, de tal manera que hasta en la teología, el patriarcalismo ha penetrado, y el varón se ha atribuido la totalidad, haciendo del “Otro” (la mujer en este caso), oprimido, no un ante sí opuesto dialécticamente, sino lo incluido en una totalidad opresora (Dussel, 1987: 14). En otras regiones el patriarcado, impulsado por las invasiones y el colonialismo, empezó más tarde que en Europa y Oriente Medio. Varios autores coinciden en que el patriarca- do tuvo origen en los pueblos pastores. Maturana (1993) sostiene que con el origen del pastoreo surgió un enemigo, un depredador, que el pastor busca aislar y eliminar para defender a los animales domesticados, los cuales van constituyéndose en una forma de posesión. Este habito de aislamiento frente a otros animales, que se configuró en una característica conservada transgeneracionalmente como un modo de vivir cotidiano, involucró según Maturana
todo un entramado de transformaciones emocionales que llevaron a generar actitudes como la enemistad, la valorización de la procreación, así como la asociación de la sexualidad de las mujeres con ella, el control de la sexualidad de las mujeres como procreadoras por el patriarca, el control de la sexualidad del hombre por la mujer como posesión, y la valorización de las jerarquías y la obediencia, como característica intrínseca de la red de conversaciones que constituyó el modo de vida pastoral (Maturana, 1993: 35). Miesy Shiva (1986), citadas por Hathaway y Boff (2014), postulan que cuando los hombres comprendieron los procesos reproductivos de los animales tomaron conciencia de su propio papel generativo. Esto forjó un cambio en su relación con la naturaleza y una nueva división sexual del trabajo. En las sociedades nómadas, en regiones áridas, el papel de las mujeres como recolectoras de alimento llegó a ser secundario, por lo que se las relegó a un papel subordinado como cuidadoras de hijos. Así comenzó a desarrollarse, según Mies y Shiva, un nuevo tipo de producción basado en la coacción, el control, la manipulación y la guerra:
las mejoras en la agricultura empezaron a permitir a las aldeas producir excedentes y acumular riqueza […] esto hizo que, por primera vez en la historia, la guerra fuese económicamente conveniente. A menudo resultaba mucho más fácil usurpar por la fuerza la producción de otros que producir por sí mismo. Nació así la producción predatoria (en esencia, producción no productiva), en forma de conquista y pillaje. Se levanta- ron muros en torno a los poblados y se desarrollaron las artes de la guerra. Los hombres empezaron a hacerse con el monopolio de las armas (probablemente, debido a su tamaño corporal ya no tener que parir hijos), lo que llevaría a una nueva concentración del poder y el prestigio en sus manos y, en consecuencia, al desarrollo del patriarcado (Mies y Shiva (1986), citado por Hathaway y Boff, 2014: 106). En las comunidades agrícolas, el patriarca- do surge con la invención del arado. Boserup (1970) compara los sistemas femeninos y masculinos de cultivar la tierra, que corresponden al sistema africano caracterizado por la rotación de cultivos y al asiático caracterizado por el uso del arado. En África, la baja densidad poblacional y el fácil acceso a la tierra propiciaron una división del trabajo consistente en que los hombres rozaban la tierra mientras las mujeres cultivaban los alimentos. En Asia, la alta densidad poblacional, el difícil acceso a la tierra y el uso del arado propiciaron una menor participación de la mujer en las tareas agrícolas y una segregación mayor entre los sexos.
El arado permitió la generación de exceden- tes alimenticios que permitieron a los hombres dedicarse a tareas diferentes a las agrícolas. Las mujeres quedaron sujetas a la re- producción y al mantenimiento de la familia.
Con el tiempo, esto ocasionó la segregación de las mujeres del ámbito público.
b) El antropocentrismo considera que únicamente lo humano tiene valor intrínseco, mientras que todo lo demás que existe en el mundo tiene un valor relativo, importante solo en la medida en que sirve a los intereses humanos. El antropocentrismo constituye una visión que nos separa a los seres huma- nos del resto de la esfera de la vida, de la biósfera, la cual queda reducida a un entorno o medio natural desconectado de nosotros (Hathaway y Boff, 2014: 100).
La profundización del patriarcado favoreció el avance del antropocentrismo. Así, por ejemplo, el pensamiento ecofeminista de- muestra que la identificación de las mujeres con la naturaleza, impuesta por el patriarca- do, no constituye una simple coincidencia. La sociedad patriarcal valora lo masculino como superior, mientras que la naturaleza y las mujeres son consideradas carentes de valor, pasivas y objetos para ser explotados. Es a partir de esta construcción social que ha sido posible la explotación y dominación simultánea de la naturaleza y de la mujer, puesto que el patriarcado considera a una y a la otra inferiores al hombre.
Por eso, al referirse a las premisas de la ciencia moderna y a Francis Bacon como uno de sus representantes, Shiva plantea que desde la visión antropocéntrica se asume una forma masculina de agresión contra la naturaleza y sobre las mujeres:
En el método experimental de Bacon, hay una separación fundamental entre lo masculino y lo femenino, entre mente y materia, objetivo y subjetivo, racional y emocional. El suyo no era un método neutral’, ‘objetivo’, ‘científico’. Era más bien un modo peculiarmente masculino de agresión contra la naturaleza y de dominación sobre las mujeres y las culturas no occidentales. La severa prueba de hipótesis a través de manipulaciones controladas de la naturaleza y la necesidad de tales manipulaciones si los experimentos habían de ser replicables, fue formulado por Bacon en metáforas claramente sexistas. Tanto la naturaleza como el proceso de investigación científica aparecen conceptualizados en formas modeladas en la violación y la tortura – en las formas más violentas y misóginas de relación con las mujeres. Y esta modelación fue propuesta como una razón para valorizar la ciencia (Shiva, 1996: 241). La ciencia moderna antropocéntrica es, entonces, un proyecto patriarcal en el que las mujeres y pueblos aborígenes –a quienes también identificó como más cercanos a la naturaleza y, por lo tanto, como menos racionales y valiosos– se convirtieron en objetos. c) El capitalismo es un sistema económico y social en el que la vida, el trabajo, la escala de valores y la sociedad en su conjunto se encuentran dominadas por relaciones subordinadas a la racionalidad económica, determinada a su vez por la valorización y acumulación de capital. La mercancía es la célula básica del capitalismo. Por eso, este sistema justifica la expansión de la sociedad merca til a nombre de la ficción de la libertad y del individualismo del homo economicus.
Los orígenes del capitalismo se remontan al colonialismo y la esclavitud, a la persecución de mujeres con la “caza de brujas” en Europa y a la Revolución Industrial. Estos procesos remodelaron la imagen de la Madre-Tierra y la transformaron en una maquinaria carente de vida y en fuente de materias primas al ser- vicio del capital. Simultáneamente surgieron nuevas y más refinadas formas de patriarca- do que sirvieron para alcanzar nuevos niveles de explotación (Hathaway y Boff, 2014). El capitalismo no puede existir sin el patriarcado, porque su acumulación se basa en el pillaje de los recursos producidos por la naturaleza, en el trabajo no pagado a las mujeres, a las clases y razas explotadas.
La sociedad patriarcal valora lo masculino como superior, mientras que la naturaleza y las mujeres son consideradas carentes de valor, pasivas y objetos para ser explotados. Es a partir de esta construcción social que ha sido posible la explotación y dominación simultánea de la naturaleza y de la mujer, puesto que el patriarcado considera a una y a la otra inferiores al hombre. 2 · Liberación de la mujer El patriarcado difiere de una comunidad a otra. Existen subculturas patriarcales según el camino trasegado por la historia de los pueblos.
Grosfoguel plantea que mediante la expansión colonial el hombre europeo, capitalista, militar, cristiano, patriarcal, blanco y heterosexual llegó a América estableciendo varias jerarquías imbricadas. Así, “las nociones europeas de sexualidad, epistemología y espiritualidad se exportaron al mundo como criterio hegemónico para racializar, clasificar y patologizar a la población en una jerarquía de razas superiores e inferiores” (Grosfoguel, 2006: 26).
En este sentido, la mujer no es la única oprimida. Patriarca- do, antropocentrismo y capitalismo han generado un variado abanico de opresión que incluye a mujeres, niños, niñas, obre- ros, campesinos, afros, indígenas, gais, transexuales y comunidades enteras. ¿Qué hacer ante esta totalidad opresora?
En 1843 Flora Tristán habló por primera vez de que la opresión no era un asunto de género sino de clase. Por eso la liberación de la mujer supone la liberación del hombre como especie y la instauración de un orden humano más justo y más allá del capital.
El ecosocialismo y el ecofeminismo están tejiendo alternativas para una nueva organización social que tenga como finalidad fundamental la producción de vida y su sustento, en la que las relaciones económicas tanto entre los humanos como entre éstos y la naturaleza sean recíprocas y no jerárquicas.
Fuentes ʝ Boserup, Ester (1970). El papel de la mujer en el desarrollo económico. st. Martins Press. nueva York. ʝ Dussel, Enrique (1987). Liberación de la mujer y Erótica Latinoamericana. Editorial nueva América, Tercera Edición, Bogotá. ʝ Grosfoguel, Ramón (2006). “La descolonización de la economía política y los estudios poscoloniales”. En: Tabula Rasa, no. 4: 17:48, enero-junio de 2006. Bogotá. ʝ Hathaway, Mark y Bof f, Leonardo (2014). El tao de la liberación. Una ecología de la transformación. Trotta, Madrid. ʝ Maturana, Humberto (1993). Amor y juego: fundamentos olvidados de lo humano. Desde el patriarcado a la democracia. Editorial Instituto de Terapia Cognitiva, santiago de Chile. ʝ shiva, Vandana (1996). “Recursos”. En: sachs, W. Diccionario del desarrollo, una guía del conocimiento como poder. PRATEC, Perú.
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