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Para salir de Gaza hay que estar enfermo, estar herido o ser rico

Chiara Cruciati. (Sin Permiso)




Foto tomada de Sin Permiso


Si das la espalda al paso fronterizo de Rafah y cruzas el claro hacia la derecha, junto a un par de minibuses con portaequipajes abiertos y decenas de maletas, verás a un grupo de hombres con petos de la empresa Hala. Fuman cigarrillos y se pasan una botella de agua de uno a otro. Más allá de ellos, a través de una abertura en el muro de hormigón, se ven más minibuses. Son los representantes de la empresa egipcia que monopoliza desde hace años el mercado de salida de la Franja de Gaza.


Con la ayuda congelada en la frontera egipcia, el tráfico en el paso fronterizo es ahora diferente. Hay palestinos que quieren entrar, para volver a casa, y palestinos que quieren salir. Bajo el gran arco que marca la frontera, Scott Anderson, jefe de operaciones de UNRWA en la Franja, nos dice que "si abrieran los pasos ahora, huiría la mitad de Gaza".


Muchos dicen que no lo harían, ya que abandonar Gaza significaría no poder volver nunca, como ya ha ocurrido antes. Pero es cierto que se trata de una ofensiva "extraña": no hay derecho a huir. Dos millones trescientos mil palestinos están prisioneros dentro. Salir es una empresa complicada y una cuestión de privilegio económico.


"Cada día salen entre 30 y 35 palestinos heridos", explica Mohammed Noseer, jefe de operaciones de la Media Luna Roja egipcia en Al Arish. "Sus familias vienen con ellos: estamos hablando de un máximo de 200 personas al día, a menudo muchas menos. Y luego están los que no necesitan atención médica: cientos más al día. Cada persona que se marcha tiene que coordinar sus planes con la COGAT (Administración Civil Israelí para los Territorios Palestinos Ocupados). Las autoridades israelíes realizan controles de seguridad para asegurarse de que no hay milicianos de Hamás entre ellos".

Si el autobús en el que viajan hacia el cruce del lado palestino no tiene autorización de la COGAT, dispararán contra él, sin previo aviso, añade Noseer. Sin luz verde israelí, no hay forma de salir de Gaza.


Pero también se necesita otra luz verde, la de los egipcios. Tras el inicio de la ofensiva israelí, el 7 de octubre, aparecieron listas de personas que evacuar, confeccionadas por Egipto, que garantizó la salida de sus propios ciudadanos, y por países extranjeros que consiguieron -tras semanas y con enorme esfuerzo- evacuar a sus ciudadanos y a sus familiares, si los había. Luego están los heridos o enfermos crónicos, que ya no tienen forma de recibir atención y tratamiento adecuados en el ruinoso sistema sanitario de Gaza.


Uno de ellos es Bisan. Tiene sólo 2 años y lleva una semana y media ingresada en el Hospital Italiano de El Cairo. La acompaña su madre, Samal. Bisan tiene problemas intestinales, y en su ciudad, Deir al Balah, han suspendido todos los tratamientos desde el comienzo de la ofensiva. "Fue el hospital el que denunció su caso", dijo su madre. "Formaron un comité. Recibimos permisos de salida del COGAT al cabo de tres semanas. Tuvimos suerte. Normalmente tardan más".


Samal dejó a otros tres hijos en Deir al-Balah; se quedan con su padre. Dice que espera encontrar un buen tratamiento y luego volver a casa. Jidana tiene otras esperanzas: llegar a Italia. Su hijo Ahmed tiene sólo tres años y medio y una pierna amputada. Está tumbado en una cama del Hospital Italiano, con una manta encima, de cara a la pared, sin mirar a nadie, concentrado en su teléfono. "Le amputaron la pierna en el hospital de Jan Yunis", dice Jidana. "Resultó herido en octubre, cuando bombardearon nuestra casa en Nuseirat. Atacaron de noche, mientras dormíamos. Cuando se despertó de la operación, me preguntó adónde había ido a parar su pierna".


En unas horas le llegará una prótesis provisional del Ministerio de Sanidad egipcio. Después, Jidana espera llegar a Italia. Ella también dejó atrás a dos hijas, que están en casa con su abuela. Su marido está en Suez con otra hija, también herida en la guerra. Jidana y Samal dicen que no tuvieron que pagar nada: el traslado fuera de Gaza es gratuito para enfermos y heridos.

"Los ministerios de Gaza ya no pueden hacer frente a las peticiones de ayuda. Han implosionado", afirma Marwan Jilani, vicepresidente de la Media Luna Roja Palestina, llegado de Ramala. "Incluso el Ministerio de Sanidad, que solía encargarse de los traslados de pacientes. Nosotros, la Media Luna, sólo nos encargamos del transporte, de acompañarlos en ambulancia hasta el paso fronterizo de Rafah".


Sin embargo, la salida real nunca es un hecho. Se nos ha informado de casos de gazatíes enfermos o heridos con permisos COGAT israelíes que han enviados de vuelta desde el lado egipcio de la frontera. Una vez más, por "razones de seguridad", una justificación que no es válida para las mujeres y los ancianos. Sin embargo, muchos enfermos crónicos han tenido que volver atrás, sin justificación, a pocos pasos de la frontera.


El resto -los que no están enfermos- tiene que buscarse la vida. Si miramos las cifras recogidas por las agencias de noticias internacionales, no son pocos: son muchos los que se van porque ya no pueden más. Y para ellos, las cosas se complican. Según fuentes humanitarias, no hay un procedimiento convencional: hay quienes consiguen acabar en listas externas, quienes intentan valerse de conexiones internas, ya sean políticas o de redes clientelares, y quienes lo hacen con la ayuda de agencias privadas. Aquí es donde surge el nombre de Hala. No es nada nuevo: desde hace al menos cinco años, la empresa egipcia tiene el monopolio de las salidas de la Franja. Las investigaciones de agencias de noticias independientes, como la egipcia Mada Masr, han descubierto las raíces de su éxito: clanes tribales del Sinaí con vínculos políticos con la inteligencia y el régimen egipcios.


Antes de que empezara la guerra, recurrían a empresas palestinas dentro de la Franja de Gaza. Ahora, el camino parece diferente: quienes quieran escapar de la guerra deben ponerse en contacto con Hala en su oficina de El Cairo o acceder a grupos de Telegram que no dejan rastro en papel. Los precios se han disparado: "Menores de 16 años, pagas 2.500 dólares; mayores de 16, 5.000 dólares", nos dice Nahed, recitando las cifras que a estas alturas los gazatíes se han aprendido de memoria.


Lo encontramos junto a los hombres de Hala. Es gazatí y toda su familia está dentro, desplazada desde el norte hasta Deir al Balah. Intentó sacarlos; no pudo, así que decidió entrar. Vive en los EAU y construye casas prefabricadas. "Los que tienen un documento de identidad palestino pueden entrar en Gaza pagando sólo los impuestos en la frontera. Para salir, tienen que pagar a Hala. Antes también los pagaban, pero diez veces menos". Señala una gran pila de maletas: "Estas no son mías. Las traen los de Hala. También comercian con los bienes que consiguen meter dentro. Ganan mucho dinero con el sufrimiento de la gente".


Según Sky News, durante dos semanas de febrero, Hala gestionó la salida de más de 4.600 personas. Su recaudación estimada fue de un millón de dólares al día. Las tasas se han disparado: antes del 7 de octubre, la gente pagaba un máximo de 350 dólares por persona para atravesar Rafah en un tiempo razonable. Hoy, para quienes no tienen doble nacionalidad y no pueden acceder a los procedimientos de salida por motivos de salud, su única esperanza de salir es a través de Hala: el tránsito normal lleva cinco meses suspendido.


Nahed está a punto de entrar. "No tengo miedo, walla. Cualquiera que tenga allí familia querría ir. Mi hijo Abdallah tiene 7 años. Me dijo que no quiere comida, no quiere juguetes, sólo quiere que su padre esté allí con él. Me dijo que los otros niños tienen allí a su padre con ellos".


il manifesto global, 9 de marzo de 2024


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