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¿Por qué las izquierdas de Ecuador no apoyamos a Andrés Arauz?

Varios / Rebelión




Foto: Portal Diverso


Ecuador enfrenta la segunda vuelta entre Andrés Arauz, candidato del progresismo conservador auspiciado por Rafael Correa y Guillermo Lasso, de la derecha liberal. En ese trance político, PACHAKUTIK, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE, el Frente Unitario de los Trabajadores, FUT, el movimiento de mujeres y un gran número de organizaciones sociales y políticas de la izquierda ecuatoriana llamamos a VOTAR NULO. Esto motivó un escrito de Boaventura de Souza Santos donde señalaba su “perplejidad” por esta decisión: ¿por qué no votar por Andrés Arauz? “Si Arauz es de izquierda, al menos en comparación con Lasso, sería de esperar que las energías se canalizaran para derrotar al candidato de la derecha”. Boaventura dice que el debate debería centrarse en el programa y no en “la integridad de los candidatos”. Y, desde el punto de vista del programa, Arauz está a la izquierda de Lasso.


Aparentemente el Programa de gobierno es lo fundamental para juzgar las decisiones electorales. Pero ¿cómo valorar cuál es dicho programa? ¿Exclusivamente leyendo el documento presentado ante el organismo electoral? ¿Algún candidato escribe en su programa que enviará presos a sus detractores y que los perseguirá presionando al sistema judicial si es necesario? Los programas de gobierno de Andrés Arauz y de Guillermo Lasso deben juzgarse a partir de sus antecedentes y su trayectoria política. Y aquí el problema central es que la ubicación “a la derecha” o “a la izquierda” de ambos candidatos es contradictoria. La trayectoria de Lasso y Arauz revela que, a pesar de las muchas formas en que eufemicen sus planes privatizadores, están comprometidos con la agenda económica de las grandes empresas. Los dos candidatos, aunque no digan nada al respecto en sus documentos escritos, están comprometidos con la sistemática ofensiva para desmantelar las organizaciones populares que enfrentaron radicalmente el neoliberalismo en las décadas de 1990 y 2000. Si es cierto, como dice Boaventura de Souza Santos, que “son las fuerzas de izquierda las que defienden firmemente la democracia liberal”, a pesar de sus limitaciones, entonces, el gobierno de Rafael Correa, con su sistemática política de restricción en las libertades públicas, debilitamiento de la organización social y persecución judicial de los luchadores populares, no podría considerarse de izquierdas. El “lawfare”, el uso del sistema judicial contra sus opositores, fue practicado bastante prolijamente por el correísmo en el gobierno. Lasso por su parte ha defendido e impulsado las jornadas represivas del gobierno de Moreno, respaldando abiertamente a las autoridades represivas en “defensa de la empresa y la tranquilidad social”.


Guillermo Lasso promete reducir la presencia del Estado y convertirlo solamente en guardián de las ganancias empresariales. Ayer el correismo garantizó las prebendas a los empresarios vía condonación de impuestos, hoy Andrés Arauz promete hacer todos sus esfuerzos para completar la tarea y destruir las principales herramientas políticas que los sectores populares tienen para enfrentar el avance de la agenda neoliberal, y otras injusticias (como la penalización del aborto, por ejemplo). Una muestra apenas. Hace unos días se reveló que Andrés Arauz fue separado por el gobierno de Lenin Moreno del Banco Central del Ecuador, donde era funcionario, usando la insólita figura de “renuncias obligatorias”. Ahora Arauz dice que fue despedido y que la “renuncia obligatoria” es inconstitucional. Pero no dijo nada cuando Rafael Correa inventó tan creativa y neoliberal figura para burlar los derechos laborales en el año 2011; la aplicó a más de 7 mil funcionarios públicos y la dejó en manos de los nuevos gobiernos para que pudieran utilizarla a voluntad y desmantelar el sindicalismo público.

El programa de ambos candidatos se ubica “a la derecha” en distintos campos. A la luz de las políticas de ajuste fiscal y atraco a los fondos de la seguridad social aplicadas por Rafael Correa cuando se eclipsó la bonanza de las materias primas en 2014; ni siquiera el estatismo económico que a veces se considera “de izquierdas”, está garantizado con Andrés Arauz. Ambos coinciden en el rentismo extractivista.


Boaventura de Souza Santos supone que la decisión de los movimientos populares en Ecuador es el resultado de la tensión entre el “movimientismo” de estos grupos que rechazan participar en el Estado, y la política de aprovechar el poder estatal para impulsar la transformación social, propia de los progresismos. Piensa que en Ecuador los grupos que enfatizan la búsqueda del “reconocimiento étnico cultural” no se concilian con quienes buscan “redistribución social y económica”. Pero se equivoca. Las izquierdas ecuatorianas, de la mano con el poderoso movimiento indígena y la renovada presencia de las mujeres, combinamos la lucha en las calles, en las plazas, los campos y las comunidades locales, con la participación electoral al menos desde 1996. No hay rastro de John Holloway en esta trayectoria, aunque el desencanto frente a los progresismos en efecto alienta el abstencionismo político y electoral; por no hablar de las legítimas dudas y desconfianzas ante el manejo de los más recientes resultados electorales, donde se marginó de la segunda vuelta al candidato de PACHAKUTIK, Yaku Pérez Guartambel, mediante procesos irregulares. El liderazgo de la CONAIE en el levantamiento de octubre de 2019, contra la agenda neoliberal y la construcción de una propuesta de política económica alternativa, repleta de todos los temas redistributivos, debería ser suficiente para demostrarle a Boaventura de Souza y a todos quienes insisten en esa “tensión”, que los movimientos populares ecuatorianos están plenamente comprometidos con ambas agendas, las de la justicia etnico-cultural y las de la justicia económica.


Lo que en realidad está detrás del llamado a la independencia política y el voto nulo, es que hoy, por primera vez en los cuarenta años de democracia representativa liberal, tenemos la posibilidad cierta de construir un polo alternativo que enfrente las crisis económica, sanitaria, cultural y social, que estamos atravesando. El voto nulo no es una posición abstencionista, refleja un hecho fundamental: constituimos una fuerza que representa los intereses de las y los ecuatorianos. Nos preparamos con la fuerza y autonomía de la organización social, para enfrentar al adversario que venga, vestido del ropaje de la represión y división, o recostado sobre el egoísmo de banqueros y neoliberales.


Nuestros pasos políticos y organizativos van en esa dirección, formulando estrategias claras tanto frente al próximo gobierno como en la Asamblea Nacional, en donde se tienen que impulsar leyes que nos saquen de esta crisis y que no la hagan recaer sobre el pueblo. En este camino es indispensable el fortalecimiento y unidad del movimiento indígena, de la CONAIE, del Pachakutik, y crecer el tejido social en la Costa y en las áreas urbanas. El creciente movimiento de mujeres nos da un ejemplo de cómo debemos fortalecer la autonomía popular y organizar una estrategia viable de avances sociales significativos. Otro ejemplo es el de la renovación y reinvención de la organización de las trabajadoras y trabajadores, la ampliación, apertura y consolidación de los sindicatos, la potenciación del Frente Unitario de los Trabajadores. En esas tareas, sea cual sea el gobierno que venga, solo podemos contar con nuestras propias fortalezas.


FIRMAN:

COMISIÓN DE VIVENCIA, FE Y POLÍTICA.

Xavier Guachamín, Pablo Ospina

COMUNA

Natalia Sierra, Napoleón Saltos

MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO DE LOS TRABAJADORES.

Carlos Rojas, Fernando López

MONTECRISTI VIVE.

Juan Cuvi, Alberto Acosta, Erika Arteaga


https://rebelion.org/wp-content/uploads/2021/04/izquierdasEcuador2021.pdf

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