PRIVATIZACIÓN PETROLERA // DEMAGOGIA Y AMENAZAS
Francisco Escandón Guevara / vía correo electrónico
Foto: Pichincha universal
Han pasado cincuenta años desde que la dictadura militar paseó sobre un tanque de guerra el primer barril de petróleo que se explotó de la Amazonía ecuatoriana y aún persisten las promesas de desarrollo vinculadas al extractivismo.
El gobierno de Guillermo Lasso en su propósito de duplicar la explotación petrolera en los próximos cinco años, hasta llegar a un millón de barriles diarios, firmó el Decreto Ejecutivo 95 que justifica la privatización a cambio de recursos para el Estado e inversión social en las zonas en dónde se desarrollen las actividades hidrocarburíferas.
El Decreto del banquero pretende convertir a PETROECUADOR en una compañía que se subaste en los mercados internacionales. Con ello, cada gobierno, aduciendo crisis, venderá progresivamente la empresa pública a corporaciones privadas, que en el futuro determinarán todas las políticas petroleras (precios de los combustibles, concesiones de pozos y campos, etc.) sin control del Estado.
Además, el gobierno de Lasso quiere retornar a los contratos de participación petrolera que beneficiaba a las transnacionales con 80 de cada 100 barriles extraídos. Este caduco modelo de contratación reemplazará a la fallida modalidad correísta de prestación de servicios que subsidia a las empresas privadas, pues éstas cobran una tasa fija por la explotación petrolera, incluso en momentos en que el barril de crudo se desvaloriza.
El régimen continuará con la venta de las estaciones de servicio de PETROECUADOR que inició Rafael. En adelante, las empresas privadas se aprovecharán exclusivamente de la rentable comercialización de combustibles, mientras que el Estado perderá su condición de regulador natural del mercado.
Lasso miente al ofrecer progreso y bienestar a cambio de la privatización del sector hidrocarburífero. El extractivismo no es la vía del desarrollo, no lo fue, ni lo será, pues la ampliación de la frontera minera-petrolera es proporcional a los enormes pasivos sociales y ambientales, además que alienta la creciente dependencia extranjera.
Urge detener el tren neoliberal, cambiar la matriz energética y promover la investigación de energías limpias y alternativas que sustituyan a las tradicionales. El futuro trasciende a los intereses privatizadores de las élites y del Fondo Monetario, el Ecuador necesita de una economía post petrolera.
DEMAGOGIA Y AMENAZAS
Luego de una oscura primera vuelta electoral, ensombrecida por el fantasma del fraude, Guillermo Lasso se vio obligado a modificar su estrategia de campaña. Reemplazó su estilo de banquero conservador por un informal look de zapatos rojos y por una serie de propuestas democráticas, vendidas demagógicamente, que le permitieron vencer al corrupto correísmo.
Cincuenta días después de la envestidura presidencial, el ejercicio del poder evidencia una desvalorización de la palabra del presidente. Una cosa es lo ofrecido en campaña electoral y otra lo que está haciendo en el gobierno.
Durante el proselitismo político, Lasso se comprometió a eliminar los exámenes de ingreso a las universidades, pero ahora su secretario del SENESCYT lo excusa aduciendo que malinterpretaron al presidente y cumple su orden al sustituir la vieja prueba estandarizada por una que nuevamente restringirá la oportunidad a la juventud de estudiar.
En campaña, el candidato de la banca, prometió que reintegrarían a los maestros despedidos a sus puestos de trabajo y además ofreció un aumento salarial a los docentes. Ahora retrocede, ante la Corte Constitucional el gobierno manifestó que el presupuesto entregado a educación es gasto y no inversión, por lo que exigió que se declare inconstitucional la Ley Orgánica de Educación Intercultural.
Otra de las tantas promesas fue la pactada con los campesinos. El banquero aseguró a los agricultores (maiceros, arroceros, bananeros, etc.) que el día mismo de su posesión fijaría un precio justo oficial a sus productos para evitar injusticias durante la comercialización. Actualmente esa promesa la reemplazó con la amenaza de represión.
En conclusión, la invitación al Gobierno del Encuentro que generó expectativas y le permitió tempranamente alcanzar una importante popularidad está transformándose en desilusiones y desembocando en protestas. La careta populista del régimen se cae a pedazos.
Mal hace en amenazar con prisión indefinida a quienes protesten. Si Lasso desconoce sus ofertas de campaña y se impone con la violencia estatal será el único responsable de un país convulsionado.
Replicar la prepotencia y autoritarismo del correísmo no resolverá los problemas, sólo los agudizará. El presidente debería honrar su palabra
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