Salud pública y dislates privados LA VACUNA DE LA VIDA
Por Carlos A Villalba * / vía correo electrónico
“Hablamos de la vacuna de Pfizer y no decimos la vacuna norteamericana,
hablamos de la vacuna de AztraZeneca y no decimos la vacuna británica.
En cambio, hablamos de la ‘vacuna rusa’ y la ‘vacuna china’.
Todas las vacunas tienen nombre y no necesitamos utilizar su país de origen,
pareciera que a algunas hay que identificarlas por esa vía”.
(Dr Pedro Cahn, director científico de la Fundación Huésped;
miembro del Comité de expertos que asesora al presidente Alberto Fernández)
El mundo quedó patas para arriba en 100 días. El 1° de diciembre de 2019 se confirmaron los primeros 27 contagios de Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS-CoV-2) en Wuhan (China); el 3 de marzo de 2020 un viajero llegado de Milán (Italia) se convirtió en el “paciente 0” en la Argentina; cuatro días después un porteño de 64 años que había viajado a París fue el primer muerto. El 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró pandemia a la Covid-19 al reconocer su propagación mundial al afectar a más de un continente y que los casos de cada país ya no eran “importados” sino provocados por trasmisión comunitaria. El 19 de marzo el presidente Alberto Fernández decretó el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) en todo el territorio a partir del esa misma medianoche.
Las ciudades quedaron desiertas y se hizo el silencio; enseguida, aparecieron los pájaros y se escucharon las voces de patios y balcones familiares rebotando contra las paredes de los barrios.
Fue el tiempo de la muerte al acecho y la vida en resistencia; el Año de la Peste y la Edad del Barbijo. Vida, amores, trabajo, diversiones, conflictos, erotismos, escuela, compras, viajes, familia, lecturas, películas, comidas, reuniones, pesca, fábrica, siembras… Todo fue distinto y las caras pasaron de sonreír, sufrir, protestar, a ser dos ojos por encima de un bozal que encubre el gesto.
Los gobiernos tomaron decisiones, el argentino y todos; en una dirección o en la contraria. Los hábitos cambiaron, aparecieron nuevas palabras, se instaló el mundo de las “curvas”, achatadas o aceleradas, comparadas, auspiciosas o angustiantes. Llovieron las estadísticas y las “filminas” fueron la didáctica de las primeras semanas.
En enero los científicos chinos ya habían aislado al nuevo coronavirus y la OMS destacaba que la identificación preliminar de un nuevo virus en un corto período de tiempo constituía “un logro notable y demuestra la mayor capacidad de China para manejar nuevos brotes”. El 11 de febrero le puso nombre: COVID-19.
Y empezó la carrera, entre la muerte y la vida. Al cierre de esta nota la cifra de casos avanzaba hacia los 82 millones de personas, las muertes llegaban a 1.800.000 en 181 de los 193 países miembros de las Naciones Unidas.
Abrazados al Estado
En paralelo, la inmensa mayoría de los gobiernos del mundo habían invertido a escala con sus posibilidades en políticas sociales, de salud y de sostén económico productivo, convirtiendo al Estado en el motor global de contención sociosanitaria tan formidable como el de reparación de daños de cualquier conflicto armado global.
Al comienzo del desastre, que ya provocó peores efectos que cualquier otro en un siglo, las advertencias recordaban que se necesitaban años para desarrollar una vacuna. Después de 10 meses, comenzó la vacunación en los países que ya cuentan con las primeras dosis.
Si de una crisis se sale a escala de cómo se entró, la pandemia mostró la desigualdad en el mundo, entre continentes, dentro de cada uno de ellos, entre diferentes zonas de cada país, en los distintos sectores sociales, entre grupos de privilegio y sectores vulnerabilizados… A Latinoamérica y el Caribe le tocó enfrentar el vendaval de los virus en pleno terremoto neoliberal, con economías destruidas por los recortes impuestos por el Fondo Monetario Internacional (FMI), poblaciones pauperizadas, con deterioro alimentario y nutricional, desocupación y mala salud, con el agregado de un endeudamiento externo impuesto, con fugas de divisas, que les roba la riqueza que producen y los acorrala hasta el desmayo con las exigencias del pago de cuotas anuales que les quitan recursos a la salud, la educación, la producción, la seguridad.
A la hora de los problemas, una vez más, “el mercado”, es decir las corporaciones económicas, abandonaron, y el Estado se paró en el centro de la cancha y, sobre todo, de las inversiones. Decenas de miles de millones debieron destinarse a sostener el sistema sanitario, el aparato productivo y las vidas de los sectores vulnerabilizados, desde la alimentación hasta la educación, desde sus trabajos precarios hasta el techo de los sin techo, Lo mismo sucedió a la hora de desarrollar el proceso de producción de las vacunas.
En Europa, el envión inicial fue de 13.900 millones de euros, de los cuales el 62% fue aportado por los gobiernos, el 13,5% por organizaciones sin fines de lucro y solo el 24% por los propios laboratorios que se enriquecerán a la hora de la comercialización del producto.
El terraplanismo y la abuela que parió
En medio de esa pelea desigual, el mundo y el país se encontraron con opositores a… la defensa de la salud. Bolsonaro, Trump, Johnson… fueron los apellidos del dislate internacional.
En el caso argentino las corporaciones económicas, su sistema de medios de propaganda encabezado por los grupos de medios de mayor peso en la agenda desinformativa y, básicamente, los sectores partidarios que formaron parte de la alianza que manejó el país entre el 10 de diciembre de 2015 y 2019, gerenciada por CEO de uno de aquellos conglomerados empresariales (Sociedad Macri SA - SOCMA).
De la descalificación de la “cuarentena”, única herramienta capaz de disminuir la velocidad del contagio en un país con el sistema de salud destruido por ellos y al que dejaron hasta sin “curitas”, pasaron a bombardear el proceso vacunatorio.
Los mismos actores del negacionismo del genocidio ejecutado por la última dictadura cívico militar, con idéntica ceguera, interesada y terraplanística, boicotearon una y otra vez las medidas que fueron adoptando los gobiernos de la Nación, la Provincia y la ciudad de Buenos Aires. Al final, el hilo se cortó por lo más macrista: Horacio Rodríguez Larreta, el jefe de la administración capitalina, se arrodilló ante los halcones de su partido, impulsó el levantamiento de parte las restricciones a la movilidad y el contagio avanzó con mucha más velocidad.
Lo que viene, lo que viene…
El Gobierno Argentino desarrolló un “Plan Estratégico para la vacunación contra la COVID-19”, con el propósito de disminuir la morbi-mortalidad, junto con el “impacto socio-económico” que ocasiona la COVID-19. Apunta a vacunar al 100% de la población definida como “objetivo”, en función de un orden de prioridad de riesgo, que se irá cruzando con la disponibilidad de vacunas.
La empresa, es para titanes, abarca una población de entre 23 y 24 millones de personas, escalonada en función de criterios de “riesgo por exposición y función estratégica”, ante posibilidad de “enfermedad grave” y teniendo en cuenta “criterios de vulnerabilidad” que incluyen habitantes de barrios populares, personas en situación de calle, pueblos originarios, personas privadas de libertad, migrantes y docentes. Los 763 mil trabajadores y trabajadores de la salud son la prioridad absoluta por ser quienes están en la primera línea de contención del virus; de hecho al momento de publicar esta nota ya comenzó su vacunación con las 300.000 dosis de Sputnik V que llegaron el 24 de diciembre pasado y la Argentina se convirtió en uno de los primeros 30 países del mundo en hacerlo. El escalón más numeroso será el de las personas mayores de 60 años (7.279.499) con prioridad para quienes superen los 70 y/o estén institucionalizados.
A la fecha se encuentran en desarrollo más de 260 vacunas contra la COVID-19, se
basan en distintas “plataformas” tecnológicas: desde las tradicionales, desarrolladas en base a virus vivos y atenuados o inactivados; las basadas en “vectores virales” seguros, incompetentes para la replicar la enfermedad que se busca combatir y de baja toxicidad y que pueden o no multiplicarse; hasta las técnicas innovadoras que utilizan “ácidos nucleicos”, portadores de información genética (ADN y ARNm).
Fuente: Organización Mundial de la Salud (Actualización del 2 de diciembre de 2020).
Disponible en: https://www.who.int/publications/m/item/draft-landscape-of-covid-19-candidate-vaccines
Sin embargo, la discusión no pasa por los métodos y sus plataformas; ni siquiera por la complejidad de las cadenas de frío.
Geopolítica de una solución
El 4 de octubre de 1957, la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) logró poner en órbita terrestre al Sputnik 1, primer satélite artificial de la Historia. La potencia comunista coronó su instalación en la carrera espacial cuando el 12 de abril de 1961 su cosmonauta Yuri Gagarin completó una órbita de la Tierra a bordo de la cápsula Vostok 1.
Sesenta y tres años después, la Federación Rusa usa el nombre de aquella primera cápsula espacial y le agrega la “V” de “vaktsina” (вакцина) , forma occidentalizada de escribir vacuna en ruso, idioma predominante en su territorio. Fue su mensaje al mundo de que se ponía a la cabeza de la fabricación de una de las herramientas para combatir al coronavirus.
Con el formato de su “Nueva Ruta de la Seda”, que asocia sus intereses estratégicos con las posibilidades y necesidades de países de todos los continentes, la República Popular China encontró en la producción a gran escala de sus vacunas, una nueva herramienta de beneficio compartido y abrió su camino, ahora, hacia lo que explícitamente ya denominan “ruta de la seda de la salud”. Una decisión definida por el presidente Xi Jinping como una «contribución del país para garantizar la accesibilidad y asequibilidad de la vacuna en los países en desarrollo» a partir de convertir a su vacuna contra en un «bien público mundial».
La Organización Mundial de la Salud presentó en octubre la Iniciativa global COVAX, para garantizar la distribución rápida y equitativa de las vacunas a países ricos y pobres. China abrazó la causa de inmediato, los Estados Unidos de Donald Trump rechazaron el esfuerzo, dejaron un vacío de liderazgo que, de inmediato, empezó a llenarse desde Beijing.
La potencia oriental tiene en desarrollo cuatro vacunas a través de los laboratorios Sinopharm y Sinovac. Todas ellas son más fáciles de transportar y almacenar que los productos de sus “rivales” occidentales, ya que sólo requieren temperatura de -2 a -8 grados centígrados, frente al intenso frío que necesitan las de Pfizer o Moderna, además de las diferencias de sus costos.
Economía de un negocio
Esquema de diferentes estrategias y plataformas vacunales
https://www1.hospitalitaliano.org.ar/multimedia/archivos/noticias_attachs/47/documentos/111442_63-75-HI13-9-20-Sterin-C.pdf
Pasan los siglos, se suceden los años, el sistema produce, se reinventa y avanza, explota, margina, desiguala, cada vez con mayor rapidez. La riqueza se concentra en cada vez menos cuentas (offshore) y genera grandes males, desde los desastres (que jamás son “naturales”) hasta esta pandemia económico-sanitaria que dieron en llamar Covid19, previa a la Covid20, la Covid21…
El dispositivo global de producción de bienes y especulación financiera provoca desde el cambio climático y sus efectos negativos para los pueblos y la contaminación de mares y aguas que debieran ser para uso humano, hasta la falta de alimentos que llevan a la desnutrición y a la muerte a millones de chicas y chicos; desde el desempleo hasta la pobreza y la indigencia…
Los cadáveres se apilan de a millones y la pandemia es, apenas, la foto del desastre actual. El “sistema” no logra ocultar a las corporaciones en las que se concentra la economía, deciden políticas y guerras y determinan decisiones a través del “complejo mediático-tecnológico-militar-industrial” y generan atrocidades. Controlan la producción de alimentos, se meten en todos y cada uno de los componentes de la cadena del sistema agroalimentario industrial, producen e imponen transgénicos, deforestan a escala destructiva, amplían las fronteras agrícolas expulsando culturas, personas, plantaciones y especies animales autóctonas, controlan las exportaciones y el flujo de divisas. Yendo al grano, son socias en la fabricación de virus en los grandes laboratorios internacionales y tienen nombres y apellidos, como los de las estadounidenses Corteva (escindida de la DowDuPont) y Monsanto; Cargill, ADM y Bunge (de origen holandés), las alemanas Bayer y Basf o la suiza Singenta.
Estos nombres, que el autor toma de sus propias notas producidas a lo largo de los últimos 9 meses, se parecen a los que circulan desde hace algunas semanas relacionando -incorrectamente- a un “laboratorio biológico chino de Wuhan” (en realidad el estatal Instituto de Virología), con la farmacéutica británica Glaxo (en realidad GlaxoSmithKline), a quien asocia con Pfizer, la compañía fundada por un farmacéutico y un pastelero en el barrio neoyorkino de Brooklyn en 1849, que hoy está en boca de todos… y en el músculo deltoides de la parte superior del brazo de muchos.
La ahora transnacional, que el año pasado arrojó beneficios por u$s 16.300 millones, arrancó vendiendo un producto contra las lombrices intestinales con aroma de almendras. En 1950 dio su salto al mundo con el antibiótico de amplio espectro Terramicina y en 1998 volvió a romper el mercado con la comercialización de una formula desarrollada por científicos británicos para su uso en casos de hipertensión arterial y angina de pecho que provocaba “notables erecciones de pene”. Pfyzer vio la potencialidad del “efecto secundario” y comercializó la fórmula con el nombre “Viagra”, en vuelto en un color azulino que hoy es sinónimo de triunfo contra la disfunción eréctil.
Llegó el virus del 2020 y su BNT162b2, nombre oficial de su vacuna contra el coronavirus, desarrollada junto al desconocido laboratorio alemán BioNTech, gracias al talento de dos investigadores de origen turco, de padres inmigrantes, una vez más potenció sus negocios.
Aquella lista desmentida de asociaciones entre grandes grupos económicos, tenía un eslabón real: uno de los dueños de Pfizer, la corporación que intentó imponer condiciones fuera de norma al negociar la venta al gobierno argentino es, efectivamente, BlackRock, el mayor administrador de fondos del capitalismo occidental, de grandes empresas, familias ricas, aseguradoras, fondos de pensión y bienes de dudoso origen; el mismo que es tenedor de entre u$s 1.600 y 2.000 millones bonos de la deuda argentina contraída por Macri y su ministro Luis "Toto" Caputo, tras un guiño de Donald Trump, activado a pedido de quien fuera mandatario argentino.
Captura de pantalla (29XII20, 15.50 hs)
Por si no alcanzaran los datos, por otra parte, de público acceso, los “Black” de Larry Fink también son uno de los mayores accionistas de AstraZeneca, la quinta empresa farmacéutica del mundo, con operaciones en más de 100 países y sede en Cambridge, Reino Unido, y fabricante de otra vacuna.
Pinchazo final
Los primeros cálculos aseguran que la estadounidense de biotecnología Moderna y la alemana BioNTech, con su socia Pfizer-BlackRock ganarán decenas de miles de millones de dólares durante 2021.
La carrera que para el grueso de la población mundial tiene como meta la vida y el intento de “normalizar” sus conductas, para las empresas apunta a sumar fortunas y, en simultáneo, a disparar sus beneficios de una forma sin precedentes. Según la compañía estadounidense de asesoría financiera, bursátil y de comunicaciones Bloomberg, entre los nueve mayores fabricantes de las vacunas con más peso en el negocio en Europa y EE UU, sumarán alrededor de u$s 60.000 millones a su facturación habitual durante 2021 y 2022 gracias al negocio vacunatorio.
Se trata de los emporios farmacéuticos para los que la vacuna será un negocio adicional: Pfizer y Johnson & Johnson (Estados Unidos), Sanofi (Francia) y AstraZeneca y GSK (Reino Unido) y de las empresas biotecnológicas cuyo negocio depende casi en su totalidad del desarrollo de estos productos: Moderna y Novavax (Estados Unidos), CureVac y BioNTech (Alemania). En este grupo el salto se calcula de los u$s 219 millones en ventas en 2019 a sumar ingresos por 29.500 millones en 2020, 2021 y 2022.
Los grupos de presión ya subieron al escenario; piden tener en cuenta que “estas empresas asumieron un riesgo significativo” y que “las inversiones en investigación y desarrollo han sido significativas"; falsedades ambas, demolidas por el peso de la inversión estatal en los procesos privados, que duplica sus aportes contra los de las privadas. La directora del grupo de investigación “Ley y Política de Medicamentos” de la Confederación Suiza, Ellen 't Hoen, consideró “imprudente por parte de nuestros gobiernos entregar ese dinero sin condiciones", se quejó por ejemplo de que las innovaciones pasen a ser propiedad privada de estas organizaciones comerciales, y afirmó que “no deberían tener derechos exclusivos para beneficiarse de los resultados” de las investigaciones.
Mientras las billeteras de los mercaderes preparan sus garras, la Argentina arrancó este martes 29 de diciembre con su plan de vacunación en etapas, gratuita, voluntaria e independiente del antecedente de haber padecido la enfermedad, en el marco de una operatoria que ya permitió firmar contratos que aseguran la aplicación a 30 millones de personas, por encima del total de la “´población objetivo” y del 60% de la población total al que aspira a inmunizar.
A las 30 millones de dosis de Sputnik V y los 22 millones de AstraZeneca y más de 9 comprometidos por del citado mecanismo COVAX de Naciones Unidas, habrá que agregar las que lleguen de la República Popular China, luego de que el representante comercial allí, Sabino Vaca Narvaja, lograra destrabar la tortuga diplomática de la embajada argentina en Beijing con el sencillo método de redactar una carta personal del presidente Alberto Fernández a su colega Xi Jinping. Y siguen las negociaciones, soberanas, con Pfizer y con todos los fabricantes que estén dispuestos a respetar las condiciones legales de una Nación.
En el inicio de la emergencia y la suba de contagios, ningún recurso humano o material a disposición de los distintos niveles de gestión estatal iban a alcanzar para combatir a la peste; del mismo modo ahora no podrán enfrentar en soledad las tareas necesarias para cumplir, con la mayor rapidez, los objetivos vacunatorios. En aquel momento, y hasta ahora se sigue haciendo, se articularon los esfuerzos gubernamentales con la organización territorial, el conocimiento de las zonas y la disponibilidad de decenas de miles de integrantes de las organizaciones de la comunidad, desde los movimientos populares a las organizaciones confesionales, deportivas, sindicales, estudiantiles.
Sobre los dispositivos construidos para paliar los daños causados por la crisis profunda en que cayeron los barrios populares, sobre todo en 2018 y 2019, se articularon programas como El Barrio Cuida el Barrio, Detectar o El Estado en tu Barrio. Esos músculos están activos y podrán complementar a los “116.000 integrantes de equipos de vacunación” que ocuparan los 7,749 establecimientos hasta el momento dispuestos.
Será la hora de otra epopeya, la de organizar todas las voluntades… y participar, como siempre lo hacen quienes menos tienen.
* Periodista argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (http://estrategia.la). Miembro de La Usina del Pensamiento Nacional y Popular (http://www.usinadelpensamientonacional.com.ar)
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