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Supremacismo, odio y aniquilamiento


Foto: redes sociales


Juann Cuvi / Ecuador today


El discurso de odio que las élites ecuatorianas han posicionado en redes sociales y en algunos medios de comunicación tiene conexión con un vetusto e impresentable concepto de supremacismo blanco, que hunde sus raíces en los más oscuro y vergonzoso de nuestra historia.


Las guerras de conquista española necesitaban de argumentos convincentes para justificar su violencia y su sevicia. Varios cronistas y escribanos se prestaron para ese propósito. Entre ellos, el cura Juan Ginés de Sepúlveda sobresale por su inclemencia. Escribió varias obras para fundamentar la supuesta superioridad de las razas europeas sobre las americanas, con lo cual defendía el derecho y la legitimidad de la conquista.


Echando mano de un listado de perlas que harían morir de envidia a una barra brava, calificó a los indios de vagos, viciosos, melancólicos, cobardes, embusteros, holgazanes, idólatras, libidinosos y sodomitas, razones suficientes para que agradecieran el dominio cultural español. Los indios eran malos por naturaleza; por lo tanto, evangelizarlos implicaba sacarlos de esa condición de miseria moral y social.

…todo aquel que desde el poder está catalogado como un agente patógeno de la sociedad, tiene que ser eliminado. Como una bacteria.

A partir de entonces, las élites americanas han renovado ese discurso racista y excluyente a partir de distintas estrategias y necesidades. Desde el genocidio hasta la esclavitud de los negros han elaborado una simbología de la dominación que únicamente ofrece dos posibilidades: la subordinación o el aniquilamiento de los subalternos. Todo mediado por una restricción sistemática de derechos.


Hoy, a propósito de las exigencias democráticas de distintos sectores y movimientos sociales, asistimos una vez más a la reactivación de lo que podríamos denominar la naturalización de la dominación. Es decir, la idea de que los puestos en la escala social están previamente asignados por derecho consuetudinario: las élites blanco-mestizas están destinadas a mandar y los demás a obedecer.


Joseph Arthur de Gobineau, aristócrata francés y fundador de lo que se conoce como el racismo científico, desarrolló en el siglo XIX una serie de teorías sobre la superioridad racial aria. Su obra –como no podía ser de otra manera– ha servido de combustible para las teorías nazis, proesclavistas y supremacistas de los últimos 150 años. Es más, el conde de Gobineau se dio el lujo de despreciar a varios pueblos europeos, bajo el argumento de pertenecer a razas inferiores como la mediterránea, que habían sido polucionadas por el mestizaje. Eso incluía a italianos, españoles y griegos.


En fin, nada nuevo al calor de los pronunciamientos de ciertos dirigentes políticos criollos con ínfulas de pureza racial, que en octubre del año pasado quisieron mantener a los indios lo más lejos posible de sus feudos. Resulta difícil disimular esa patológica idea de contagio que subyace a estas posiciones, y que tarde o temprano conduce a decisiones criminales con las del nacionalsocialismo: todo aquel que desde el poder está catalogado como un agente patógeno de la sociedad, tiene que ser eliminado. Como una bacteria.


En el fondo, se trata de la recusación de la noción de representatividad. Las alarmas sobre el vandalismo y la violencia del movimiento indígena no tienen nada que ver con la defensa de Quito, sino con el pavor a la posibilidad de un gobierno de indígenas. Son los límites racistas de nuestra escuálida democracia.


https://ecuadortoday.media/2020/10/23/opinion-supremacismo-odio-y-aniquilamiento/

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