Transformarlo todo
Pablo Nariño / las 2 Orillas
Foto: RCN
Hoy no es un día de la independencia común y corriente. Al tradicional desfile militar y al paso de ganso, lo sustituye la movilización y marcha decidida de cientos de miles de colombianos movilizados por una segunda independencia. Estos otros pasos, recorrerán nuevamente el país desde hoy, labrados en las inundadas trochas campesinas, en las lomas de los barrios desahuciados, en las grandes autopistas urbanas, las comunas, las plazas de pueblos fantasmas y caseríos.
Los naturales herederos de los independentistas se toman las calles dejando un mensaje de dignidad y lucha, en contraposición al hedor a ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, tortura, y demás crímenes de Estado que emana en el ambiente en los ascensos y desfiles militares, adornados de impune solemnidad, dada la función principal de las FFAA en Colombia; garantizar por todos los medios, la subordinación de la soberanía del Estado colombiano al poder extranjero, principalmente al de los EE. UU, el cual al igual que el imperio español en tiempos de la primera independencia, se halla en decadencia.
La resistencia entonces sigue brotando del interior mismo del cerco militar, y paramilitar impuesto contra los colombianos, a pesar del sobrevuelo de helicópteros y drones en campos y ciudades que hostigan a la población, pese a los allanamientos en los barrios pobres, y la cacería de brujas, a pesar de las tropas gringas, de los cuerpos incinerados en las calles, o de los mutilados que aparecen en los árboles de los barrios populares. Los hechos demuestran que la resistencia y la rabia aparecen o se profundizan, allí mismo donde la policía desmantela una olla comunitaria, desaloja a una familia en plena pandemia, decomisa las mercaderías de campesinos y pequeños comerciantes, mientras los fascistas burócratas que imparten la orden, exclaman extasiados ¡Dios salve a Colombia!
Pero este movimiento social de resistencia en Colombia, viene superando importantes obstáculos, como el de las pretensiones de algunos sectores políticos por disminuir la profundidad de sus exigencias, intentando asfixiarlo en los escenarios electoreros, o el de quienes propendían por un paro, que bien instrumentalizado favoreciera cálculos electorales. Por eso la consigna de “sólo el pueblo salva al pueblo”, afortunadamente tan de moda en el país, descubre que al igual que el ser humano le resta atributos a sus dioses a medida que descubre las causas naturales de los fenómenos, también le resta poder a sus deidades políticas, al comprender las causas reales de la crisis, del despojo, de la brutal violencia estatal, y la importancia esencial de su propia lucha para transformar dicha realidad.
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El movimiento social de resistencia viene superando obstáculos, como las pretensiones de sectores políticos por disminuir la profundidad de sus exigencias, intentando asfixiarlo en los escenarios electoreros
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Algo acuciante, ya que como vemos hoy la dictadura de la oligarquía colombiana, siempre tan pulimentada, hoy, en razón a su ilegitimidad, desata masiva, vociferante y violetamente los aspectos más oscuros de la doctrina fascista de la seguridad nacional. Además, cuentan con un escenario animado: Un centro de la derecha, -fajardos, robledos y lópez- que experimentan los rigores de su apenas previsible fragmentación, oscilando entre el fascismo uribista y la centro izquierda. Al mismo tiempo ese fascismo lanza la candidatura de la Cabal con un acto parecido a la magia negra en las calles de Cali, consistente en cubrir frenéticamente de gris, las pinturas y murales de los ciudadanos. Y es que realmente en los muros de varias ciudades colombianas se exhibe hoy la lucha entre una decadente cultura proveniente de la oligarquía en descomposición, y otra que hace y expresa lo que son, sienten y piensan las mayorías de este país. Estos actos hacen que no sorprenda, que en Colombia se realicen fastuosos operativos policiales para decomisar un libro, y que los artistas sean asesinados como sucedió con Junior Jein, o que sean torturados como en el caso de Álvaro Herrera Melo.
En el contexto de dicho escenario, es inocultable que la administración de Bogotá ha cedido todo a la derecha fascista en el poder, ha permitido el uso excesivo de la fuerza, militarizado la capital de la república, señalado peligrosamente a la primera línea, estigmatizado a la oposición parlamentaria de izquierda, y ejecutado con orgullo su rol de profesora autoritaria y castigadora; al parecer las frases en algunas de sus declaraciones que hablan del respeto a los Derechos Humanos, con los que podría llegar a incomodar al uribismo, se tratan tan sólo de fuego amigo.
Lo cierto es que, si algo expresa el nivel del movimiento social real, es que la concepción de derecha interiorizada por importantes sectores de la sociedad colombiana en décadas pasadas, cede, de manera apresurada su lugar a una conciencia rebelde, que hora tras hora, debido al empecinamiento de los hechos, justifica su existencia en el propósito y acción de transformarlo todo.
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