Un asunto de subalternidad
Julio César Carrión Castro / Caja de Herramientas
Foto: la izquierda diario
Hoy estamos viendo, de nuevo en Colombia, ejércitos privados desplegando gran exhibición de poderío y de organización, esta vez mostrándose, pavoneándose, alardeando y haciendo gala de sus camisas blancas y blandiendo sofisticadas armas, amenazando, intimidando y hasta asesinando, a muchos activistas de estas enormes y plurales multitudes de rebeldes que nos está mostrado el estallido social que hace ya un mes vivimos.
No sólo de camisas negras, pardas o blancas
La absoluta carencia de un bagaje teórico –de tesis, argumentos y propuestas–, por parte de los grupos, movimientos y partidos fascistas –en general despóticos y autoritarios–, es sustituida y suplantada por una gran proliferación de símbolos e insignias que sus militantes y activistas suelen portar con gran orgullo. Se trata de trajes, condecoraciones, divisas, medallas, chapas, emblemas, diplomas, escudos, brazaletes y demás distintivos y señales que les permiten mostrar la adscripción y pertenencia a dicho grupo, así como establecer los protocolos de una respetabilidad formal y hasta teatral, hacia las jerarquías establecidas (como siempre lo han venido haciendo los organismos cerrados del poder, como la Iglesia, los cuarteles y los sistemas burocráticos). En todo caso les es fundamental a estos sujetos, mostrar su subalternidad, la sumisión, el sometimiento y la obediencia acrítica, les es necesario expresar, fervientemente, la “servidumbre voluntaria” que los acompaña, como Étienne de la Boitie, llamara desde el siglo XVI esta oprobiosa conducta.
En el año de 1919 Benito Mussolini creó y organizó los Fasci Italiani di Combattimento, germen de lo que sería el fascismo, dicho movimiento político-militar estaba formado por representantes de los distintos grupos y clases sociales que, descontentos con la situación del país, luego de la primera guerra mundial, buscaban una serie de reivindicaciones políticas, sociales y culturales, tras las directrices establecidas por una especie de Mesías, redentor, todopoderoso y sublime. Como un apoyo paralelo a sus actividades de índole “legal” y electoral, Benito Mussolini dispuso de un grupo de matones, paramilitares, torturadores y sicarios, que uniformó con unas camisas negras, para silenciar, torturar y matar, a nombre de su “proyecto” político y la seguridad del Estado, a todas aquellas personas señaladas y acusadas de profesar o apoyar el marxismo, el comunismo, el socialismo, es decir a “los bolcheviques”, –algo así como los llamados castro-chavistas de hoy– como despectivamente se llamaba a los sindicalistas, reclamantes, líderes sociales y defensores de derechos, que supuestamente impedían el cumplimiento de sus promesas.
Este tipo de ejércitos privados al servicio del Estado y sus caudillos, también fueron utilizados por Hitler en el III Reich alemán. El partido Nazi, incluso antes de acceder al manejo del Estado, organizó, también, unas milicias o grupos voluntarios de matones y paramilitares, bajo el nombre de Sturmabteilung, más conocidos como las S.A. o Secciones de Asalto, y llegaron a ser más de cuatro millones de asesinos activos en las ciudades y aldeas de Alemania, encargados de apalear, meter miedo, torturar y matar a los sectores populares que expresaran algún tipo de oposición, contradicción o réplica a las directrices, dictámenes o mandatos promulgados por el Führero cualquiera de sus representantes. La principal característica o distintivo de pertenencia de estas huestes de matones era su uniforme, sus camisas pardas.
Bueno, Francisco Franco y la Falange, no se quedaron atrás. La España franquista dio continuidad a este tipo de organismos o corporaciones de facinerosos, unas veces ocultos y clandestinos y otras con actuaciones abiertas, manifiestas y legales, incluso con gran ostentación, precisamente, de condecoraciones e insignias de carácter religioso y votivo, en defensa de una confesión religiosa y de “la tradición, la familia y la propiedad”.
Este tipo de bandas y cuadrillas, defensoras del “orden” y las “instituciones”, nos fue legado a los colombianos de la mano del gobierno ultraderechista de Laureano Gómez Castro, un abierto seguidor del falangismo, quien, con todo el apoyo de unas fuerzas militares y de policía arteramente politizadas –incluidos los famosos chulavitas y los pájaros– y, además, con la ritualidad de una especie de cristianismo fascistoide, abrió el camino de este infierno que hoy soportamos los colombianos.
Hoy estamos viendo, de nuevo en Colombia, estos ejércitos privados desplegando una gran exhibición de poderío y de organización, esta vez mostrándose, pavoneándose, alardeando y haciendo gala de sus camisas blancas, bueno, no sólo camisas, también presumen superioridad desde sus camionetas de alta gama y blandiendo sofisticadas armas, amenazando, intimidando y hasta asesinando, a muchos activistas de estas enormes y plurales multitudes de rebeldes que nos está mostrado el estallido social que hace ya un mes vivimos.
“Vándalos”, llama el gobierno de Iván Duque –cada vez más inscrito y sumergido en los recovecos del narcotráfico y el paramilitarismo– a estos muchachos y muchachas de la dispersa revolución molecular disipada, como denominaran Guattari y Deleuze, este tipo de estallidos sociales. Mientras estos “camisas blancas” se autodenominan “gentes de bien”.
No sobra recuperar, para estos “camisas blancas”, “camionetas blancas” y cerebros en blanco, tan ásperos como ignaros, una precisa acepción moral, ética, deodontológica… contenida en el Evangelio de San Mateo 23:27 (Reina Valera): ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que, por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.
Комментарии