Manifiesto del Partido Comunista – Síntesis de Jesús Santrich
El Manifiesto del Partido Comunista, o simplemente el Manifiesto Comunista, es un documento de índole política elaborado por Carlos Marx y Federico Engels por encargo de la Liga de los Comunes, y que fue publicado por primera vez en Londres el 21 de febrero de 1848.
Aquella primera publicación fue plasmada por la Workers’ Educational Association en un documento de 23 páginas. Se anunciaba que el tiraje se haría en inglés, francés, italiano, flamenco y danés, pero solamente se pudo imprimir en alemán y luego se hicieron tres tirajes más, limitados, y una publicación serializada en el Deutsche Londoner Zeitung, un periódico para emigrados alemanes en Inglaterra.
Hacia el medio siglo XIX se publicó una edición en sueco y otra en inglés (1850), y quizás otras dos ediciones hasta los años sesenta del mismo siglo en Londres y Berlín.
Es después de la Revolución de Octubre, y la transformación del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, encabezado por los bolcheviques, en Partido Comunista de Rusia (bolchevique) que el Manifiesto del Partido Comunista toma un enorme vuelo, el cual se potencia aún más en los tiempos en que los partidos de la Tercera Internacional, en función de que se llegase a una mejor comprensión de la teoría marxista, adelantan la difusión prolija del Manifiesto y de muchos otros textos de Marx y de Engels en diversos idiomas.
En este sucinto pero extraordinario análisis del devenir de la histórico de la humanidad, el anuncio de entrada para enfrentar a las fuerzas antagónicas que se congregan en la clase explotadora, o adversarios reaccionarios, es la de un espectro o fantasma que se cierne sobre Europa, o la recorre: el comunismo.
El texto, que es tenido como uno de los tratados políticos más influyentes en la historia de la humanidad, contiene la sustentación de los objetivos y el Programa de la Liga, proponiendo el curso de la acción revolucionaria del proletariado para echar por tierra el sistema capitalista e instaurar la dictadura del proletariado hasta construir una nueva sociedad sin clases y sin Estado.
En el Manifiesto Comunista se esbozan con enorme síntesis y belleza literaria las bases de aspectos esenciales de la filosofía y de la economía política marxista, y la concepción materialista de la historia que contempla el necesario arribo de la humanidad a un estadio de organización social post capitalista.
Tales bases y esbozo expresan los componentes fundamentales, entonces, de la teoría marxista, en conceptos o categorías como:
La lucha de clases, que como método de análisis de la historia se desenvuelve en torno a los conceptos «clase social», «contradicción» y «división social del trabajo». Se trata del método basado en la «lógica hegeliana» o «dialéctica», el cual se formula de manera más precisa en 1859 en el prólogo de la Crítica de la economía política.
El modelo teórico de la crítica a la economía capitalista, que será desarrollado ampliamente en la obra El Capital, de Marx.
El concepto de «ideología», que se comienza a desarrollar de manera más específica en el trabajo titulado La ideología alemana, elaborado en coautoría con Engels, en el que se explican las formas de dominación mental de la sociedad capitalista en relación con su composición económica, y también en El capital, bajo el concepto de «fetichismo de la mercancía», en el que se explica con precisión el concepto de «valor de uso» de una mercancía, como clave para descifrar las consecuencias de las formas de producción de la vida dentro del capitalismo.
El concepto de «Comunismo» como teoría y propósito de sociedad humana a alcanzar para superar los límites de la sociedad capitalista fundada en la explotación humana. De lo cual se encuentra una noción más clara en el libro de Marx titulado Crítica del programa de Gotha de 1875.
En términos muy generales y resumidos en el Manifiesto Comunista se plantea que el modelo predominante de producción económica y de cambio de cada época histórica y la organización social que genera son la base de la que se levanta y explica la historia política e intelectual de dicha época.
Dentro de esta lógica, disuelta la sociedad gentilicia primitiva y su propiedad comunal de la tierra, la historia de la humanidad ha sido una historia de lucha de clases; lucha entre explotadores y explotados, lucha entre clases dominantes y clases dominadas, lucha entre opresores y oprimidos.
Tal historia de lucha de clases ha implicado una serie de revoluciones hasta llegar a un grado de desarrollo en que la clase explotada y oprimida (el proletariado) en lucha contra los explotadores y opresores (la burguesía), para emanciparse de su yugo deberá emancipar al mismo tiempo, y para siempre, a toda la sociedad de la opresión, división en clases y por ende de la lucha de clases.
El análisis de El Manifiesto sugiere la abolición de la apropiación de la propiedad (concepto más amplio que el concepto meramente jurídico de propiedad) sobre los medios de producción, y en concreto la «abolición del sistema de propiedad burguesa». En palabras de El Manifiesto: «Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general sino la abolición del sistema de propiedad burgués», lo cual explica indicando que la burguesía además de apropiarse del producto social mediante la ley, también corrompe las instituciones u otros mecanismos legales para hacerse a la propiedad de los trabajadores.
En sintonía con lo dicho en El Manifiesto, Marx explica en Miseria de la Filosofía que: «El antagonismo entre el proletariado y la burguesía es la lucha de una clase contra otra clase, lucha que llevada a su máxima expresión implica una revolución total…»
«Por cierto, consigna, puede causar extrañeza que una sociedad basada en la oposición de las clases llegue como último desenlace a la contradicción brutal, a un choque cuerpo a cuerpo. No digáis que el movimiento social excluye el movimiento político. No hay jamás movimiento político que al mismo tiempo no sea social. Solo en un orden de cosas en el que ya no existan clases ni el antagonismo de clases, las revoluciones sociales dejarán de ser revoluciones políticas.» Y precisa que «Hasta que ese momento llegue, en vísperas de toda reorganización general de la sociedad, la última palabra de la ciencia social será siempre luchar o morir, la lucha sangrienta o la nada. Es el dilema inexorable». Y concluyentemente indica que «No hay movimiento político que no sea social». Ahora bien, volviendo al Manifiesto, recordemos que Marx y Engels explican que el acceso de los trabajadores a los medios de producción permitiría una sociedad sin acumulación de propiedad privada sobre tales medios en pocas manos de explotadores y, por tanto, una sociedad sin clases sociales porque se supone que la acumulación de la propiedad es la raíz de la división de la sociedad en clases.
Esto implicaría:
– Una enorme competencia y eficiencia en la economía;
– Que el trabajador no se podría explotar a sí mismo ni a otro trabajador porque ambos tendrían medios de producción;
– Que en estas circunstancias los trabajadores tendrían la posibilidad de organizarse para crear empresas más grandes a través de asociaciones justas; pero lo qué Marx observa en el Manifiesto es que «el precio medio del trabajo asalariado es el mínimo posible. Es decir, el mínimo necesario para que el obrero permanezca vivo. Todo lo que el obrero asalariado obtiene con su trabajo es, pues, lo que estrictamente necesita para seguir viviendo y reproduciéndose», que es lo que los comunistas queremos cambiar radicalmente, y por eso precisa en que los comunistas «no aspiramos en modo alguno a impedir los ingresos generados mediante el trabajo personal, destinados a adquirir los bienes necesarios para la vida».
Recalca Marx en el Manifiesto, entonces, que: «Solo aspiramos a destruir el carácter ignominioso de la explotación burguesa, en la que el obrero solo vive para multiplicar el capital». Así, el trabajador o trabajadores serán dueños de sus propios negocios, iniciando un elevado comercio; por esa razón, se especifica en el Manifiesto que «el comunismo no priva a nadie del poder de adquirir bienes y servicios».
En Miseria de la Filosofía Marx también hace importantes precisiones sobre estos asuntos, como que «la lucha de una clase contra otra clase es una lucha política…»
«La existencia de una clase oprimida es la condición vital de una sociedad fundamentada en el antagonismo de clases…»
«Para que la clase oprimida pueda liberarse es preciso que las fuerzas productivas ya adquiridas y las relaciones sociales vigentes no puedan seguir existiendo unas al lado de las otras…»
«La fuerza productiva más grande es la existencia de la propia clase revolucionaria…”
«La condición de la emancipación de la clase obreras es la abolición de todas las clases, del mismo modo que la condición de la emancipación del tercer estado, del orden burgués, fue la abolición de todos los estados y de todos los órdenes…»
La concepción que Marx y Engels plantean de la historia, colocan como eje de su desenvolvimiento, entonces, la lucha de clases, precisando desde la introducción del Manifiesto Comunista que: «La historia de toda la sociedad hasta ahora existente es la historia de la lucha de clases». Y lo que desenrollará es precisamente el Programa para el derrocamiento del capitalismo y sus sustitución por el socialismo y subsiguientemente por el comunismo.
Por ello, las últimas líneas del Manifiesto Comunista llaman a generar las condiciones para crear una nueva sociedad sobre las ruinas del derrocamiento total de todas las condiciones sociales existentes, considerando que los proletarios no tienen nada para perder, salvo sus cadenas. Ellos tienen un mundo para ganar.
Estructura del Manifiesto Comunista.
El Manifiesto Comunista consta de un preámbulo y cuatro capítulo, a saber: 1. Burgueses y proletarios; 2. Proletarios y comunistas; 3. Literatura socialista y comunista; y 4. Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición. En cada edición suele incluirse los prefacios que Marx y Engels elaboraron para cada ocasión.
1. El Capítulo I: Burgueses Y Proletarios.
Como idea central de su concepción de la historia, Marx y Engels precisan que la historia de la sociedad humana es la historia de la lucha de clases, llegando por efecto del desarrollo económico a los cambios políticos y culturales que causaron la descomposición de la sociedad feudal y el surgimiento o ascenso revolucionario de la moderna sociedad burguesa en que la divisó y confrontación antagónica se da entre burguesía y proletariado.
Dentro del papel revolucionario que se le reconoce a la burguesía como creadora de un mundo civilizado con su sello de clase, Marx y Engels encuentran que al contrario que las sociedades que le precedieron la burguesía la burguesía sólo puede existir «revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción». Y así en ese camino del desarrollo incesante de las fuerzas de producción, la burguesía tiene un límite en las propias relaciones de producción burguesas.
Los autores llegan a la conclusión de que como producto del desarrollo de las fuerzas productivas, el proletariado, que es la nueva clase revolucionaria será la que acabe con el régimen burgués imponiendo nuevas relaciones de producción. Pero en este caso, a diferencia de la revolución burguesa y de las otras de las clases que la precedieron y conquistaron el Poder procurando «consolidar las posiciones adquiridas sometiendo a la sociedad entera a su régimen de adquisición», los proletarios, precisan Marx y Engels, «sólo pueden conquistar para sí las fuerzas sociales de la producción aboliendo el régimen adquisitivo a que se hallan sujetos, y con él todo el régimen de apropiación de la sociedad. Los proletarios no tienen nada propio que asegurar, sino destruir todos los aseguramientos y seguridades privadas de los demás…»
De manera inequívoca en el cierre del capítulo se dice que «Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa. El proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la sociedad oficial.» Así según los autores, se dará la desaparición de la burguesía y la victoria del proletariado.
2. El Capítulo II: Proletarios y Comunistas.
El proletariado, siendo la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, son la clase que sepultará a la burguesía, y los comunistas son parte importante del movimiento proletario, que están llamados a destacar los intereses comunes que tienen los proletarios de todas las naciones. Pero los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros porque no tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario, y su objetivo inmediato es idéntico al que persiguen los demás partidos proletarios en general: formar la conciencia de clase del proletariado, derrocar el régimen de la burguesía, llevar al proletariado a la conquista del Poder.
En la teoría del comunismo un planteamiento central es el de la abolición de la propiedad privada burguesa, resultante de la explotación capitalista. Lo cual deja en claro que no se trata de acabar con todo tipo de propiedad y se refutan cuestionamientos hechos por la burguesía contra los comunistas en el sentido de que tampoco el planteamiento es el de acabar con el trabajo, la familia, la nacionalidad o la individualidad sino con las formas burguesas de estas instituciones. Y no es contra los intereses de la sociedad sino contra los intereses de clase de la burguesía, que está quiere presentar como intereses de todos, que se actúa. A lo que agregan que no hay verdades eternas, sino que cada época presenta ideas dependientes o basadas en las condiciones de vida y en las relaciones sociales existentes; es decir, que «Las ideas imperantes en una época han sido siempre las ideas propias de la clase imperante».
Para Marx y Engels, la conquista del poder político por parte de la clase trabajadora es el primer paso de la revolución proletaria, y una vez erigido el proletariado en clase dominante y gobernante, centraliza los medios de producción en manos del Estado para proceder con el reordenamiento de la sociedad.
El programa a seguir esbozado en el Manifiesto Comunista, consta de diez propuesta o principios que, según el prólogo a la edición alemana de 1872 todavía escrito por Marx y Engels, donde dice que «han quedado a trozos anticuado por efecto del inmenso desarrollo experimentado por la gran industria en los últimos veinticinco años (desde que se escribió el libro) […]». Al respecto se plantea, entonces, que la aplicación de dichos postulados dependerá de las circunstancias históricas existentes. De hecho, se plantea en l mencionado prólogo que «Si tuviésemos que formularlo hoy (en 1872), este pasaje presentaría un tenor distinto en muchos respectos”.
Y agregan, tras analizar la experiencia de La Comuna de París, que «la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines».
Esos diez postulados básicamente se refieren a: expropiación de la propiedad de la tierra y empleo de la renta de la tierra para los gastos del Estado; fuertes impuestos progresivos; supresión del derecho de herencia; confiscación de la propiedad de todos los emigrantes y sediciosos; centralización del crédito en manos del Estado por; centralización del transporte en manos del Estado; multiplicación de las fábricas nacionales, de los medios de producción, roturación y mejora de terrenos con arreglo a un plan colectivo; proclamación del deber de trabajar y creación de ejércitos industriales, principalmente en el campo; articulación de las explotaciones agrícolas e industriales para ir borrando las diferencias entre el campo y la ciudad; educación pública y gratuita para todos los niños, abolición del trabajo infantil fabril, unificación de la educación con la producción material…
Marx, en su Crítica al programa de Gotha que había considerado que «La prohibición general del trabajo infantil es incompatible con la existencia de la gran industria y, por tanto, un piadoso deseo». Y propuso un cambio progresivo de la industria de la época, donde los niños combinasen su educación con una jornada de trabajo, tomando en cuenta las edades y aplicando medidas preventivas para su protección.
3. El Capítulo III: Literatura Socialista y Comunista.
En el Manifiesto, sus autores clasifican con visión crítica las tendencias socialistas de la época: el socialismo reaccionario, el socialismo burgués o conservador, y el socialismo y comunismo crítico.
4. El Capítulo IV: Actitud De Los Comunistas Ante Los Otros Partidos De La Oposición.
También sobre este capítulo sus autores, en el prólogo a la edición alemana de 1872, advierten sobre su desactualización como consecuencia de la desaparición de muchos de los «partidos de oposición» que se nombraban y los cambios en materia económica y política suscitados desde la primera edición.
En el capítulo se procede a trazar los lineamientos de la táctica a seguir por parte de los comunistas en el contexto político europeo, precisando que donde no sea posible llevar a cabo directamente los objetivo trazados se debe actuar situándose de parte de los partidos más progresistas y contra los más reaccionarios, sin perder la identidad y la independencia programática y organizativa. Y sin esconder las ideas y las intenciones de los comunistas, entre cuyos objetivos están los de derrocar el orden social existente, abolir las clases sociales y la propiedad burguesa para consolidar la revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar.
Difusión del Manifiesto Comunista.
Después de su publicación de 1848 y seguramente tras otras pocas reproducciones sin notoriedad, entre 1864 a 1874, el interés por la obra de Marx y Engels toma auge por el peso que alcanza en la Asociación Internacional de Trabajadores, y por el surgimiento de dinámicos partidos de clase obrera que la Liga de los Comunistas funda en Alemania, y por el impacto que tiene la defensa que Carlos Marx hace de la Comuna de París (breve movimiento insurreccional socialista autogestionario que gobernó a París entre el 18 de marzo al 28 de mayo de 1871), lo cual lo lleva a ser considerado un peligroso líder por diferentes gobiernos europeos.
Específicamente en marzo de 1872 se produce una situación que ayuda a la difusión del Manifiesto; ocurrió que en los procesos por «traición» contra Wilhelm Liebknecht, August Bebel y Adolf Hepner, durante una de las sesiones del tribunal, la parte acusadora leyó el Manifiesto, lo cual dio lugar para que los socialdemócratas partidarios de los acusados pudieran hacer publicación legalmente del texto completo del controversial documento en la manera de actas del juicio que se adelantaba. Todo lo cual no fue desaprovechado por Engels, quien produjo un nuevo prefacio que actualizaba el Manifiesto dentro del contexto de las revoluciones de 1848 (denominada también Primavera de los Pueblos), que fue como se llamó a la oleada revolucionaria más amplia del siglo XIX iniciada con las revoluciones de 1820 y 1830,y que con la revolución de 1848 dan inicio a las primeras expresiones organizadas del movimiento obrero y que iniciada en Francia pronto se expandieron por casi toda Europa Central acabando con la llamada Europa de la Restauración, en la que predominaba el absolutismo desde el Congreso de Viena de 1814-1815. Tales experiencias, aunque con éxitos relativamente poco durables, dejaron la enseñanza de gran impacto político en cuanto que, si era posible lograr cambios en el Antiguo Régimen, al contrario de lo que hasta entonces habían pretendido las fuerzas contrarrevolucionarias de la Restauración.
Aunque el nuevo prefacio de Engels no pudo distribuirse legalmente, dio base para nuevas ediciones del Manifiesto y la consecuente expansión del influjo del pensamiento marxista en el orbe, llegando a conocerse entre 1870 y 1917 que fue el año de la Revolución Rusa, centenares de publicaciones en al menos 30 idiomas diferentes, entre los que se cuentan el alemán, el inglés, el francés, el español, el portugués, el italiano, el ruso, el chino, el japonés, el noruego, el sueco, el danés, el polaco, el checo, el esloveno, etc.
Con la irrupción de la Revolución de Octubre, la difusión del Manifiesto del Partido Comunista adquiere su máximo esplendor; y, más tarde, los partidos de la Tercera Internacional hacen masivos tirajes en todos los idiomas posibles, convirtiéndose el Manifiesto en un clásico global del marxismo, guía de acción revolucionaria en diversas y disímiles latitudes del mundo, y material de estudio de centros universitarios, académicos y de formación política en general, hasta nuestros días, con su incendiario y vigente llamado necesario: ¡Proletarios de todos los países, uníos!
FARC-EP
Segunda Marquetalia
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