Recompensas por Santrich e Iván Márquez: un juego peligroso
Como todos los anuncios del Departamento de Estado de los Estados Unidos en los últimos tiempos, los observadores y analistas deben preguntarse qué hay detrás de las medidas que se informan. El común denominador es que cada paso que se da en política exterior norteamericana, guarda una carta bajo la manga, y tras el anuncio público hay una estrategia que se oculta.
Es lo que sucede con el ofrecimiento, hecho público el 14 de junio, de una recompensa de hasta diez millones de dólares a quien ofrezca información fidedigna que conduzca a la captura y encarcelamiento de los líderes de las FARC en disidencia Jesús Santrich e Iván Márquez.
Una lectura inicial al ofrecimiento norteamericano, presenta diversas aristas que es bueno mencionar: a) es el segundo “espaldarazo” que el Departamento de Estado brinda a una estrategia colombiana; b) el anuncio lleva leña al fuego a la escalada intervencionista contra Venezuela; c) en lo interno, contribuye a alejar cualquier posibilidad de negociaciones de paz nuevas con la insurgencia; d) tiende una cortina de humo frente a los crecientes signos de crisis política interna en el gobierno de Duque y, finalmente, e) acentúan el aislamiento internacional de Colombia por su política exterior errática y de sometimiento a los dictados de Washington.
El Tío Sam mete la nariz
Veamos estos matices. Hace pocos meses, la Casa Blanca anunció que respaldaba la exigencia de Colombia a La Habana de que sean extraditados y entregados a las autoridades de Bogotá los miembros de la guerrilla del ELN que permanecen en Cuba en condición de negociadores de un acuerdo de paz, con un protocolo que cobija el Derecho Internacional y respaldan otros países en condición de garantes.
Ahora el ofrecimiento de recompensas por Márquez y Santrich, también se anuncian como un respaldo al “esfuerzo” que Colombia hace por la captura de las cabezas más visibles de las disidencias de las FARC y que se presentan como un fementido esfuerzo por alcanzar la paz en Colombia. Y en ambos casos, el flamante Consejero Presidencial para la Estabilización y la Consolidación, Emilio Archila, califica los gestos intervencionistas norteamericanos como “un espaldarazo” a la política colombiana.
El hecho podría pasar como un episodio más de sometimiento del gobierno Duque a la política de Washington, si no fuera por el peligroso nexo que tiene con la estrategia intervencionista norteamericana hacia Venezuela. Recordemos que hace apenas unas semanas atrás, Trump ofreció precio por la cabeza de Nicolás Maduro y sus colaboradores. El pretexto entonces es que en el país bolivariano se habían instalado un ‘narcoestado’ y que, además, brindaba alojamiento y protección a las disidencias de las FARC y a otros grupos ‘terroristas’.
Alimentando la intervención
Recientemente, varios medios colombianos acogieron con mayor despliegue la versión de Iván Antonio Simonovis, un presunto comisionado especial de seguridad del ‘gobierno’ fack de Juan Guaidó, en el sentido de que Jesús Santrich caminaba por las calles del barrio 23 de enero de Caracas, protegido por el Colectivo La Piedrita, y que allí mismo estarían Hernán Darío Velásquez, El Paisa, y otros líderes de la guerrilla colombiana.
No se necesita un gran esfuerzo intelectual para comprender que todos estos episodios, sumados, llevan leña al fuego de la hoguera de la intervención norteamericana en Venezuela para “restablecer la democracia” que Washington quiere para sus intereses.
La estrategia de deslegitimar al enemigo que semejantes condenas implica, aleja además cualquier posibilidad de retomar negociaciones futuras, bien sea con el ELN o con las llamadas ‘disidencias’. Un alzado en armas no va a sentarse a la mesa con quien ofrece precio por su cabeza, y seguramente sin la presencia de países garantes, que no se van a prestar a este ejercicio, cuando el país que lo solicita no tiene empacho en desconocer los protocolos internacionales.
Distractores
La batahola armada con el cuento de las recompensas por la captura de Santrich y Márquez, además, sirven de cortina de humo para desviar la atención de una larga cadena de desaciertos en el manejo de la política interna del gobierno colombiano.
Duque no tiene control efectivo sobre la curva de contagio por el coronavirus, y su respuesta sanitaria es limitada e insuficiente. Al cierre de esta nota, el país había superado los 68.652 infectados y crecía el número de muertos. Los sucesivos escándalos de corrupción tocaban también a los responsables de distribuir ayudas para las víctimas de la pandemia, que se embolsillan los recursos para los enfermos.
El escándalo por el ocultamiento que durante 23 años hizo la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez de la condena a un hermano suyo por tráfico de drogas en Estados Unidos, el ocultamiento también de negocios non sanctos de ella y su esposo; el asesinato de líderes sociales y de excombatientes de la guerrilla comprometidos con la paz; las chuzadas a periodistas, magistrados y líderes políticos; la llegada de tropas norteamericanas que en las últimas dos décadas participaron en la guerra de agresión en Afganistán, entre otros, se pierden en la memoria con el montaje de la presencia de líderes guerrilleros de las FARC en Venezuela, a quienes hay que ir a capturar, y de paso poner preso al presidente de ese país.
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