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12 DE OCTUBRE 1492 - 18 DE OCTUBRE 2020

Foto: red Digital

En Bolivia, entre el 12 de octubre de 1492 y el 18 de octubre de 2020 existen nexos, más allá de lo que podamos ver superficialmente.

El 12 de octubre se inauguró la aventura colonial europea en el “Nuevo Mundo”. De allí, la expansión europea alcanzó los demás continentes. En todo ellos, posteriormente, hubo la descolonización. Descolonización entendida como emancipación política, no en el sentido posmoderno de jolgorio y falsificación identitaria, como algunos hoy día la conciben.

En nuestro continente no hubo la emancipación política de los pueblos invadidos. ¿No hubo por ello descolonización? Sí la hubo, en varios sentidos del concepto, pues los europeos fueron expulsados de estos territorios y se crearon nuevas unidades políticas. El problema, que arrastramos hasta ahora, es que esa emancipación no la hicieron las poblaciones originalmente invadidas, sino los descendientes de los invasores. A partir de entonces se crearon Estados que prolongaron el colonialismo con nuevas, pero igualmente cruentas facetas.

Ello ha originado en todo el continente la fragilidad del intento de crear Estados nación y la inviabilidad de los Estados resultantes. Ese fracaso es, en Bolivia, aún más evidente y lacerante. El poder político estuvo siempre concentrado en las manos del mundo criollo, descendiente de europeos. Esa caricatura de Nación y de Estado solo fue posible por la marginación, exclusión y explotación del indígena.

El criollo fracasó en su intento creador. Para los habitantes de estos territorios, solo ha podido originar situaciones históricamente amorfas, económicamente injustas y socialmente degradantes. Para que esa inicua situación se mantenga, ha utilizado la racialización extrema en el orden social y la discriminación del indio en todos los sectores, creando una institucionalidad excluyente.

Esa situación la justificaba ideológicamente, apelando a una supuesta desigualdad biológica, una inferioridad racial indígena, y un deterioro cultural de las poblaciones originarias. Así, se hacía eco de las ideologías dominantes en el mundo occidental al cual estaba sumisa.

Habiendo cambiado las modas ideológicas en el mundo occidental, en Bolivia las élites dominantes cambiaron también de discurso para mantener sujeto a la población indígena. Ahora al indígena se lo aparta y supedita, con recurso a una supuesta alteridad radical, a un imaginario episteme.

El resultado político de ese experimento lo tenemos en los 14 años de gobierno del MAS. Administración marcada por la falsificación de ritualidades indígenas y por la manipulación de su fuerza social. Como todo recurso espurio, debía servir para distraer y salvar los momentos, pero no para lograr ninguna solución ni situación estable. Así, cuando los “pititas” expulsaron a Evo Morales, lo hicieron en medio de la indiferencia y apatía indígena y popular.

El racismo y el afán político restaurador del llamado “gobierno transitorio”, con sus desmanes, corrupción y odio manifiesto hacia lo indígena y popular, ha empujado nuevamente a los sectores populares e indígenas a los brazos manipuladores del MAS. Tenemos así el ambiente del próximo 18 de octubre 2020, en el cual se celebrarán elecciones nacionales, en las que se prevé dos serán las fuerzas que se disputarán la presidencia: Por un lado el candidato de CC, Carlos Mesa, orgulloso de su pedigrí hispano con un aparato criollo dispuesto a “posmodernizar” de una vez Bolivia y que de apoyo indígena solo tiene escuálidos refuerzos de intelectuales indígenas inorgánicos; por otro lado, el MAS recuperado de su trauma, que simbólicamente tiene de candidato a un criollo, Luis Arce, y de candidato a vice a un indígena pachamámico, vacíos de méritos, pero conocedores de las artimañas en el arte de utilizar las frustraciones indígenas y de manipularlas, producto de siglos de continua colonización externa e interna.

Clara continuidad entre el 12 de octubre de 1492 y el 18 de octubre de 2020. En esa claridad está también la evidencia de que toda situación injusta termina. Este 18 de octubre será —los signos acumulados desde la década de los sesenta, cuando surgieron el indianismo y el katarismo nos lo muestran— el último evento político en el que el manejo e instrumentalización política indígena sea moneda corriente. Obremos todos para que así sea.

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